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OPINION

El saadismo queda viejo

Por Martín Granovsky

El resultado más interesante de las elecciones del domingo es el de San Luis, que para Adolfo Rodríguez Saá fue agridulce. Primero lo dulce. “El Adolfo”, como lo conocen los puntanos, fue reelecto gobernador después de 16 años en el poder y en el 2003 alcanzará 20 en cinco mandatos. Habrá cumplido en una provincia lo que Carlos Menem soñaba para sí mismo a nivel nacional. Y ahora lo agrio:
ron2.gif (93 bytes) En 1995 consiguió el 71.5 por ciento de los votos a gobernador. El domingo, 54.32. En los últimos cuatro años bajó 17.18 puntos.
ron2.gif (93 bytes) En 1995 la Unión Cívica Radical obtuvo el 16.47 y el Frepaso el 11.04. Sumados, el 27.51 por ciento. El domingo la Alianza trepó al 44.9. Tomando a la Alianza como la suma aritmética de sus dos fuerzas, cosa que en rigor no es, el resultado marcaría una suba del 17.39. Exactamente lo que se le escurrió a Rodríguez Saá.
ron2.gif (93 bytes) En la capital de la provincia –la mayor concentración urbana, con un padrón de 98.940 personas–, Rodríguez Saá perdió para gobernador. Sacó el 46.28 por ciento, contra el 52.99 de la oposición. Para diputados nacionales, el Partido Unión y Libertad de su hermano, “El Alberto”, llegó al 12.46 por ciento. Incluso sumando el porcentaje del PUL al del PJ, el porcentaje llega al 45.76. Muy abajo del 53.30 de la Alianza. Si San Luis no se destaca por sus bolsones de pobreza, ni por la marginalidad, ni por la desocupación, ¿por qué perdió votos Rodríguez Saá? Hipótesis uno, la ola nacional en favor de la Alianza que muestran las encuestas de intención de voto. Hipótesis dos, el comprensible cansancio de un electorado que ya pide, por ahora con timidez, cambiar de cara. Hipótesis tres, a los puntanos les empieza a parecer intolerable el estilo saádico de un gobernador que disuelve el colegio de abogados, reemplaza jueces independientes por amigos, supervisa el jury de enjuiciamiento y estimula el procesamiento de una jueza (es el caso de Ana María Careaga) sólo porque ella investigó al intendente de Villa Mercedes. En Catamarca el saadismo está en extinción. En San Luis el saadismo moderno de Rodríguez Saá puede haber comenzado el declive. Algunas pistas las recogió el sociólogo Ariel Godoy, el consultor de campaña del aliancista Walter Ceballos, en sus encuestas cualitativas, que ayer accedió a revelar a Página/12. Godoy reconstruyó que, para los puntanos, Rodríguez Saá, un político que se jacta de que su familia aportó oficiales al Ejército de San Martín, era el hombre que les había dado el orgullo. Por eso, “El Adolfo” aparecía como lo único existente. “El Adolfo es la única realidad”, cita Godoy al mencionar uno de los comentarios recogidos en sus grupos motivacionales. Y atribuye gran importancia a otro: “El Adolfo conoce el precio de todos”. –¿Qué significa que conoce el precio?–Que tiene calados a todos, por un lado. Y por otro que fue capaz de generar el pacto entre la indiferencia de la gente y su impunidad como gobernador. –¿Como el “roban pero hacen”?–Sí, en versión puntana. Además de impulsar la promoción industrial, era capaz de garantizar casas a los opositores o a los jueces y canjear la sensación de orgullo por el respeto a su figura de padre autoritario.El experto supone que Rodríguez Saá perdió parte de la adoración popular por varias razones. Una es la saga del albergue transitorio “Y...no c”, que quitó a los puntanos parte del orgullo ganado. Otra, la insistencia de Rodríguez Saá en obras públicas en lugar de las más palpables salud y educación. Una tercera razón, la crisis que fisuró el ímpetu industrial. La cuarta, la modernización de una sociedad que, como efecto político de esa misma modernización, empezó a pedir una provincia “más normal” en materia de Justicia e instituciones. Según Godoy, un segmento tradicionalista pedía la continuidad de “El Adolfo” pero ya reclamaba más justicia en la distribución del presupuesto y menos amiguismo. “Protestaban ante el padre que, de proveedor, había devenido autoritario.” Y otro segmento directamente sacó la conclusión de que había que cambiar de gobernador. “Querían pasar de un padre despótico a otro justo, incondicional, sensible, que sabe escuchar”, interpreta el sociólogo.En San Luis, está claro, Sigmund Freud metió la cola. O, quién sabe, cambió la época y cualquier variante de saadismo va quedando vieja.

 

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