Por Raúl Kollmann
Pasaron ya
dos meses. A mediados de julio, con toda pompa, el ministro del Interior, Carlos Corach,
le entregó al embajador brasileño el video en el cual aparecía el testigo-clave Wilson
Dos Santos asegurando que ahora sí está dispuesto a colaborar con la
investigación del atentado contra la AMIA. En estos sesenta días se hizo poco y nada: el
gobierno brasileño dio escasas señales de vida; el argentino tampoco tomó iniciativa
alguna y Dos Santos mandó a decir que ya no está dispuesto a venir porque supuestamente
teme por su vida. En el mayor de los secretos, legisladores de la Comisión Bicameral de
Seguimiento de la Investigación de los Atentados preparan un viaje a Brasil en el que
tratarían de tomarle declaración al taxi-boy, agente de inteligencia y testigo paulista.
Yo, Wilson Roberto Dos Santos, junto al señor Mario (Aguilar Rissi) me propongo
hacer una declaración ante el gobierno argentino y ante el presidente de la comunidad
israelita de la Argentina. Esto es todo lo que dice el testigo en el video, al que
tuvo acceso exclusivo Página/12. Son diez segundos en los que Dos Santos aparece vestido
con vaquero, un pulóver negro, camisa blanca y se le nota claramente la mano en la que le
faltan tres dedos. Todo indica que Wilson declarará sólo a cambio de dinero y exige
condiciones de seguridad.Una de las polémicas está referida a la presencia como mediador
de Aguilar Rissi. El ex agente estuvo preso por extorsionar a la familia Sivak les
pedía dinero a cambio de información falsa cuando fue secuestrado el empresario
Osvaldo Sivak, esposo de Marta Oyhanarte. Aguilar Rissi argumenta que ya pagó con la
cárcel por aquel delito, pero es obvio que ese antecedente siembra desconfianzas. Al
mismo tiempo, quienes están en la investigación sostienen que encontrar, hablar y
convencer a Wilson Dos Santos no es un trabajo para hermanas de la caridad. En
verdad, desde el juez Juan José Galeano, pasando por los fiscales Eamon Mullen y José
Barbaccia y hasta el jefe de la Brigada Antiterrorista, comisario Jorge Palacios, todos
piensan que Dos Santos fue un agente de inteligencia de algún servicio brasileño. A
través de esa actividad, probablemente tuvo datos sobre el atentado contra la AMIA y por
esa razón se presentó en los consulados de Argentina, Brasil e Israel en Milán a
principios de julio de 1994 para advertir que algo va a pasar en Buenos Aires, en un
edificio de la comunidad judía que está en refacciones. Obviamente nadie le
prestó atención.En los 60 días transcurridos desde que Dos Santos volvió a decir que
está dispuesto a declarar, prácticamente no se dio ningún paso concreto. El gobierno
brasileño, que siempre se mostró renuente a que un ciudadano de su país aparezca en
medio de los dos atentados ocurridos en la Argentina, no tuvo apuro alguno. Recién hace
cinco días hubo un primer movimiento, una consulta inicial, para saber de qué se trata.
El gobierno argentino también se mantiene pasivo: le pasó la pelota al país vecino y se
sentó a esperar. El único movimiento se está produciendo a partir de la Comisión
Bicameral que encabeza el justicialista Carlos Soria y que integran entre otros Juan Pablo
Cafiero, Melchor Cruchaga, Raúl Galván y Cristina Kirchner. La idea de varios
legisladores era viajar a Brasil a verse con autoridades judiciales de ese país,
básicamente para reclamarles alguna respuesta. En los últimos días apareció una nueva
alternativa: una reunión secreta incluso tal vez una declaración en la que
Wilson dé datos sobre el atentado. En concreto, el brasileño daría más precisiones
sobre un taller al principio dijo en la calle Thorne al 500, ahora dice que al
1400 donde se habría armado la camioneta y una quinta sobre la Panamericana donde
participó de alguna reunión con agentes iraníes. Nadie sabe si todo esto que tal vez
diga Dos Santos es cierto. Hay fuertes posibilidades de que sea un vendedor de humo, pero
a cinco años del atentado parece lógico escuchar la declaración de una persona que
advirtió sobre el atentado quince días antes de que se produzca. |