Por Luciano MonteagudoDesde Toronto ¿Cómo resistirse a Woody
Allen? El Festival de Toronto tiene más de trescientas películas en su vidriera, cada
vez más amplia y luminosa. Pero si hubo hasta ahora un film capaz de convocar de un solo
golpe a toda la crítica y toda la gente de cine reunida en la muestra, ése fue Sweet and
Lowdown, el flamante opus de Woody, protagonizado magníficamente por Sean Penn. Si en
Celebrity, su película inmediatamente anterior, Allen se preocupaba por los devaneos de
la fama y la frivolidad del mundo, ahora su mirada se vuelve más introspectiva y
melancólica, como si su nueva película fuera un puro gusto personal, una obra concebida
en principio para su propio placer, la maravillosa excusa para filmar rodeado del jazz de
los años 30, que siempre fue su música preferida. Nada hay en Sweet and Lowdown de
la contagiosa alegría de Todos dicen te quiero, o del humor ácido, salvaje de Los
secretos de Harry. Si hubiera que buscar un antecedente cercano para su trigésimo
largometraje (¿habrá otro cineasta que filme con la misma regularidad matemática de
Allen? Hasta parece que el calendario podría regirse por la aparición de cada uno de sus
films), ése sería sin duda Balas sobre Broadway y, ya más lejos en el tiempo, el
legendario Zelig.Como en estos dos títulos, Sweet and Lowdown es también una biografía
apócrifa, que bien podría ser cierta. Los títulos iniciales informan que la película
estará dedicada a Emmet Ray, una figura oscura del jazz de los años 30, un
guitarrista virtuoso opacado por la sombra enorme del gran Django Reinhardt y que habría
grabado apenas unos pocos surcos para la RCA Víctor, atesorados solamente por aficionados
y especialistas. De hecho, son ellos quienes en principio tienen la palabra, empezado por
Nat Hentoff uno de los mayores historiadores del jazz y el mismísimo Allen,
que a la manera de un documental van dando cuenta del talento de Ray y de algunos de los
curiosos episodios de su vida. A partir de ese punto de partida en el que ya es difícil
distinguir la verdad de la impostura, Sweet and Lowdown evoca las paradojas y las
angustias de la condición del artista, en un tono siempre dulce y menor, como sugiere el
título del film.¿Quién era, cómo era Ray? En palabras del propio Allen, se trataba de
un personaje fascinante, un hombre gracioso y al mismo tiempo patético, una
descripción que el bueno de Woody sabe que se ajusta muy bien a sí mismo. Como el
protagonista de Los secretos de Harry, se trata también de un ser vanidoso y egoísta,
que justifica todas sus acciones con la excusa de que es un artista y que su guitarra
está antes que nadie en su vida. La gran diferencia sin embargo es que Emmet Ray no está
interpretado por Allen, y ni siquiera es una copia al carbónico como la que componía
Kenneth Branagh en Celebrity. En un trabajo excepcionalmente sobrio y sentido, Sean Penn
logra darle a su personaje una vida propia, distinta, como si Allen, sin dejar de hablar
de sí mismo, se hubiera cansado un poco de su propia imagen en el espejo del cine.Por
supuesto, hay humor en Sweet and Lowdown, pero se diría que no es la nota dominante.
Resulta francamente divertido observar a Ray regañar a sus pupilas (porque habría sido
gigoló), robarse un cenicero (porque habría sido cleptómano), o verlo completamente
borracho, trepado a una luna de utilería, incapaz de acertar con los acordes iniciales de
Sweet Georgia Brown. También es sumamente gracioso un episodio en Hollywood,
durante el rodaje de La tumba de la momia, con una escenografía de aires equívocamente
árabes, mientras en la banda de sonido se escucha la gloriosa versión de
Caravana (el clásico de Duke Ellington) grabada por Bunny Berigan y su
orquesta. Aun así, el espíritu que predomina en toda la película es el del frondoso
anecdotario del jazz, esas historias orales que han pasado de generación en generación y
que tienen siempre un costado cómico, pero que en el fondo no son sino relatos
legendarios, impregnados por la melancolía de una época que ya ha quedado
definitivamente atrás. No se puede dejar de tener la sensación de que Sweet and Lowdown
nació precisamente así, de los encuentros de Allen de todos los lunes con su banda de
jazz, como si mientras ejecutaba el clarinete se hubiera impregnado de esas historias que
circulan entre los músicos y de las que siempre hay múltiples versiones, algo que la
película en otra prueba de la maestría de Allen como narrador tampoco
descuida, ofreciendo en más de un pasaje el beneficio de la duda. Al fin y al cabo,
¿quién sabe nada de Emmet Ray? ¿Sería cierto que una vez le robó el reloj al
compositor Hoagy Carmichael? ¿O que cuando escuchaba a su maestro Django Reinhardt no
podía parar de llorar? Para Allen, todo es posible, porque Emmet Ray no puede
desmentirlo: parece haber desaparecido del mapa una noche cualquiera, mientras veía pasar
los trenes de carga que salían de Chicago y pulsaba en su guitarra los tristes acordes de
Sweet Sue, just you.
SIGUE EL FESTIVAL DE BUENOS AIRES
Teatro, música y danza
Este es
el programa de actividades para hoy en el marco del Festival Internacional de Buenos
Aires, dedicado al teatro, la música, la danza y las artes visuales. El acceso a los
espectáculos argentinos es gratuito. Las entradas están a disposición del público
desde dos horas antes de la función, en los respectivos teatros. 11.00 a 14.30: 2º
Encuentro Mujer y Teatro de Buenos Aires. Con personalidades del país e invitadas
extranjeras. Coordinan: Bianchi, Casó, DAmato, Seibel y Vogel. En el 9º piso del
Teatro San Martín, Corrientes 1530. Entrada libre. 16.00: Todos contentos (Argentina).
Danza. Por el Grupo El Descueve. En el Callejón de los Deseos. 17.00 a 24.00: Ciclo de
películas sobre el Actors Studio. Entrevistas a Donald Sutherland (a las 17), Kim
Basinger (19.30) y Jennifer Jason Leigh (22), presentadas por Film & Arts. 18.00: Kaly
Yuga / Partes 2 & 3 (Argentina). Doble programa de danza. En el Centro Cultural Rojas,
Corrientes 2038. 20.00: La modestia (Argentina). Teatro. Autor y director: Rafael
Spregelburd. En Babilonia, Guardia Vieja 3360.21.00: Drumming (Bélgica). Danza. Por la
Compañía Rosas. Coreografía de Anne Teresa de Keersmaeker y música de Steve Reich.
Teatro Alvear, Corrientes 1659. 21.00: Heavy Nopal (México). Teatro-música. Con Astrid
Hadad y Los Tarzanes. En La Trastienda, Balcarce 460.
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