Los votantes parecen favorecer a De la Rúa por lo que no es. Enfrentados a la segunda recesión aguda en cuatro años, ellos quieren un cambio. Pero, con la hiperinflación y la dictadura militar todavía frescas en sus memorias, también quieren estabilidad. Después de una década de ostentación menemista, la grisura de De la Rúa atrae. Es de clase media y moderado. Sus asesores aprovecharon esas características con inteligencia y, en una de sus más celebradas publicidades, declara: Dicen que soy aburrido. (Sugestiva mirada de la revista conservadora inglesa The Economist.)
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