El Paísde Madrid
Por Luis Matías LópezDesde Moscú El terrorismo no sólo amenaza
a Rusia sino también a otros países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI),
mala copia de la Unión Europea, formada por 12 países de la antigua URSS. Esa es, al
menos, la opinión del primer ministro ruso Vladimir Putin, quien aseguró ayer que el
objetivo último de la campaña de atentados que se ha cobrado más de 200 vidas en Moscú
en menos de una semana es destruir la CEI e implantar dictaduras pseudoteocráticas
pero esencialmente militares. Ucrania y Bielorrusia han decretado ya estrictas
medidas de seguridad. Putin dijo a los ministros de Defensa de la CEI que Rusia intentará
desatar el nudo del Cáucaso, donde coinciden los intereses de varios países de la
Comunidad. El primer ministro añadió que se proporcionarán armas a la república
asiática ex soviética de Kirguizistán, invadida desde Tayikistán por guerrilleros
islámicos. La situación recuerda a la entrada de las milicias chechenas en Daguestán.
Aunque Putin se suba al carro de la pista caucásica, y más concretamente
chechena, parece dar también por sentado que los terroristas han tenido financiación
exterior. El millonario saudí Osama bin Laden es el gran sospechoso. Si existen pruebas,
éstas no se hacen públicas; lo mismo que ocurre con la identidad de los 27 detenidos en
los últimos días. Eso sí, el vicejefe de la policía de Moscú, Alexandr Veldiayev,
afirma que es un hecho establecido que los ataques terroristas son obra de
activistas chechenos, aunque se utiliza gente de aspecto eslavo.En Chechenia, se
relaciona la campaña terrorista con la lucha política en Rusia, hipótesis que también
circula, sin demasiada fuerza, por diarios y por declaraciones de algunos políticos
rusos. El presidente checheno Aslán Masjádov, enemigo declarado de los señores de
la guerra que combaten en Daguestán, decretó ayer tres días de luto por las
víctimas de los bombardeos rusos en Chechenia que, afirmó, han causado 200 muertos, casi
los mismos que las explosiones en Moscú. Un individuo que se identificó como portavoz
del desconocido Ejército de Liberación de Daguestán se atribuyó los atentados en una
llamada a la agencia Tass. Ni una bomba arrojada por los pilotos rusos quedará sin
castigo amenazó. Ni una mujer o niño muerto, sin venganza. Muerte por
muerte. El presidente de Daguestán, Magomedali Magomedov, aseguró ayer en un
alarde de optimismo que su república había quedado libre de guerrillas, tras
dos semanas de intensos combates con las fuerzas federales. Poco después, el ministro
ruso de Defensa, Igor Sergueyev, reconocía que miles de combatientes se concentraban al
otro lado de la frontera con Chechenia. Horas antes, el titular de Interior, Vladimir
Rushailo, y el jefe del Estado Mayor, general Anatoli Kvashnin, volaban a la zona, para
aplicar allí la llamada Operación Torbellino, de prevención de atentados. Puede que su
misión sea preparar el bloqueo de Chechenia. Entre tanto, Moscú sigue bajo el temor a
otra hecatombe. Según el subjefe de la policía, se ha identificado a los autores de las
últimas, se conocen sus métodos y se ha descubierto la mayoría de los 19.000 kilos de
explosivos que introdujeron en Moscú, en camiones procedentes del Cáucaso, camuflados
como sacos de azúcar. Pero no todos. Faltan unos 2000 kilos. Varios edificios fueron
desalojados ayer por alarmas infundadas. La policía extrema los controles de identidad y
residencia. Quienes parecen caucásicos son su principal objetivo. Una supuesta autoridad
(jefe mafioso) pide, en una carta publicada en el semanario Argumenti i Fakti, que se
expulse a la competencia chechena de Moscú porque, afirma, sus ganancias terminan en
Grozni y financian compras de armas con las que combatir a Rusia y organizar atentados. En
un programa televisivo se hizo la siguiente pregunta: ¿Qué hacer?. Hubo 1000
llamadas con la misma receta: expulsar de Moscú a los chechenos. Estos, unos 30.000, como
otros caucásicos, apenas se atreven a salir a la calle. Lo contrario del resto de los
moscovitas, que tienen miedo de entrar en sus casas.
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