Un programa de Simulación Bursátil de laUBA enseña a operar en el mercado con dinero virtual. Está abierto al público. |
Por Marina Caporale A cada estudiante le toca un millón de pesos. Pero no pueden guardarlos en alcancías ni cajas fuertes: tienen que invertirlos, tienen que comprar acciones en la Bolsa. Para desgracia de los alumnos, los billetes son virtuales y todo es parte de un programa de Simulación Bursátil que desarrolla la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Es muy útil para los estudiantes. La idea es que ganen experiencia en temas que no forman parte de los planes de estudio de las carreras, explicó Luciano Tagliavache, coordinador del proyecto. El programa comenzó a funcionar ayer y está especialmente dirigido a los estudiantes de la licenciatura en Economía. Pero cualquier persona interesada en conocer los secretos de la Bolsa puede sumarse. Ya hay 900 inscriptos. Acíndar: 1,8; Indupa: 0,6; Siderca: 2,3..., aunque suenen ajenas al ámbito académico, entre esas y otras cotizaciones tendrán que elegir los que participen en el programa para comprar y vender opciones y títulos como si fueran verdaderos operadores de bolsa. Además de darles a los estudiantes conocimientos que no ven en sus carreras, el programa les fomenta el gustito por operar en la Bolsa, algo que es muy importante para la economía argentina, comentó Tagliavache. De otra manera, es muy difícil que una persona pueda experimentar realmente en la Bolsa, por todos los requisitos que se exigen, agregó.El curso no es obligatorio para los estudiantes de Ciencias Económicas y se desarrollará en dos etapas, que concluirán en diciembre. La primera parte dura un mes y consiste en una serie de seis conferencias sobre acciones, bonos, futuros y opciones, análisis técnico, análisis fundamental y manejo de carteras de inversión explicó el coordinador. Las conferencias no son obligatorias, pero sirven para adquirir las bases para poder operar en el mercado. Luego del entrenamiento teórico, los conocimientos empiezan a aplicarse durante la etapa práctica, que durará dos meses. A cada participante se le entrega un millón de pesos virtuales, que puede usar para comprar o vender opciones y títulos privados y públicos de acuerdo a las cotizaciones reales de la Bolsa, contó Tagliavache. Las operaciones se podrán realizar por teléfono, fax, correo electrónico, Internet o personalmente en los centros de cómputos instalados en las distintas sedes de la facultad. El horario de operatoria será de 18 a 21, y las transacciones deberán basarse en las cotizaciones de cierre de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Los participantes que logren los mejores rendimientos recibirán distintos premios: posgrados en Mercado de capitales, cursos sobre operación bursátil, computadoras con software financiero, cursos de inglés o de computación y libros sobre finanzas. Desde que se lanzó el programa en el 95, siempre se anotan muchas personas que ya están duchas en el manejo de las acciones. El año pasado fueron más de treinta. Vienen para ganarse los premios, comentaron los organizadores. Los interesados en participar (sean estudiantes o graduados en Ciencias Económicas, o cualquier persona con ganas de conocer el mercado de capitales) pueden consultar en la Secretaría de Posgrados de la facultad (Córdoba 2122, piso 1º) o al 4374-4448, interno 6512. También pueden recurrir a la dirección virtual: www.simulacionbursatil.com.ar
Por Rogelio Frigerio (n) * Defender la Universidad Los problemas presupuestarios derivados de la crisis económica internacional han vuelto a poner en el debate público la educación universitaria. La sociedad debería aprovechar para discutir en qué estado se encuentra y qué se puede hacer para mejorarla. Hay que defender la universidad pública. La mejor forma es haciéndola más eficiente, rigurosa en las condiciones de ingreso y exigencia. Si bien en los últimos siete años la inversión en educación universitaria aumentó un 63 por ciento, no hay indicio de que la calidad haya mejorado. ¿Se mejoró el sistema de becas? ¿Qué resultados se obtuvieron en materia de investigación científica? ¿Se ajustaron los planes de estudio a una mayoría de alumnos que trabaja? Para defender la universidad pública debemos solucionar los graves problemas de ineficiencia. Por ejemplo, en ciencia y técnica se invierte la mitad de lo que se gasta en el Ciclo Básico Común, donde sólo el 50 por ciento de los alumnos aprueba en término. Discutir sólo una restricción presupuestaria sería como ver el árbol y no el bosque. El debate sobre la crisis universitaria debería hacerse en torno del conjunto de problemas estructurales. Tomemos el sistema de ingreso irrestricto. En los hechos, esta modalidad no significa, como se pretende demagógicamente, una democratización de la enseñanza. Por el contrario, tal democratización sólo será real cuando puedan acceder a la educación superior todos los ciudadanos. Es hora de terminar con el mito de la universidad gratuita, ya que la educación, aun cuando no esté arancelada, siempre acarrea un costo en transporte, útiles, libros y el costo de oportunidad de no trabajar para estudiar que no todos pueden afrontar.En Argentina, como ocurre en el resto del mundo, quienes acceden al nivel terciario son, mayoritariamente, hijos de las clases media y alta. Un trabajo realizado por el Ministerio de Educación en 1998 demuestra que sólo 20 personas de cada 1000 cursan estudios de grado. Sin embargo, como consecuencia de esta universidad al alcance de todos, son las mayorías populares las que, a través de sus impuestos, financian la carrera profesional de los estratos sociales más altos. Este subsidio de una gran mayoría en favor de una minoría es regresivo en términos de equidad social. Lo que debe discutirse es la reasignación del presupuesto educativo.Una universidad pública que no explora creativamente la forma de aprovechar al máximo los recursos disponibles, o de generar fuentes complementarias de financiamiento, privilegiaría un interés corporativo por encima de su compromiso con la sociedad. No debe haber nadie que se oponga a una universidad con más fondos. Pero también es necesaria una universidad sin deserción, sin burocracia, y con la obligación de rendir cuentas claras de lo que hace con los fondos. Es hora de atender cuestiones que subyacen en la base de la crisis actual. Por ejemplo: ¿Corresponde la cantidad de matriculados a las necesidades del mercado laboral? ¿Debería el Estado tener un rol activo en la orientación de la demanda de enseñanza superior hacia determinadas disciplinas que sí se correspondan con esa exigencia? ¿Es necesario un procedimiento de evaluación de la competencia de los egresados? Estas son sólo algunas de las preguntas que todos los sectores de la sociedad deberían estar debatiendo en el camino hacia la excelencia académica, para hacer de la defensa de la universidad pública algo más que un mero slogan efectista.* Secretario de Programación Económica.
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