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UNA DRAMATICA TOMA DE REHENES EN VILLA RAMALLO SE PROLONGO TODO EL DIA
La tarde de perros se hizo noche

Fue el asalto a un banco con toma de rehenes más prolongado. Seis ladrones intentaron robar la sucursal del Nación en Villa Ramallo, pero como fueron descubiertos capturaron a seis personas. A cada uno le colgaron una granada en el cuello.

Dos de los seis integrantes del grupo confesaron que ya habían estado presos y amenazaron con matar a todos y suicidarse.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (862 bytes) Un grupo comando tomó por asalto la sucursal Villa Ramallo del Banco Nación a las 8.10 de la mañana y al verse rodeado por la policía decidió sumarse al clásico de los ladrones de la última época: la toma de rehenes, seis en este caso. Pero las horas corrieron, los seis del grupo no aflojaban, la policía se ponía cada vez más dura y el asalto se terminó por convertir en la toma de rehenes más larga y mediática de la historia del país. Más de 200 efectivos rodearon el banco, una escuela vecina fue tomada como centro de operaciones y la zona fue evacuada dos cuadras a la redonda. Los rehenes pasaron el día cada uno con una granada colgada al cuello. Trece horas después del ingreso al banco, los ladrones liberaron a dos personas, para que la policía les entregara una llave con la que pudieran acceder a la bóveda y llevarse el botín. A medianoche soltaron a uno más. Una y otra vez, los delincuentes –uno de ellos, un ex policía provincial, según una versión– hacían declaraciones en vivo por radios y canales para reafirmar el desesperado reclamo por la llave. Los contactos periodísticos llegaron a límites insospechables cuando un conductor se autoimpuso la misión de negociador con los ladrones, pasando por encima de la policía y el juez. Hasta Mariano Grondona entrevistó a quien el subtitulado de “Hora Clave” denominaba Miguel-asaltante. Minutos después de las ocho, Fernando Vilches, del clearing bancario de OCA, golpeó la puerta de la sucursal. La puerta se abrió para dar paso al correo, pero Vilches entró junto a tres desconocidos que bajaron de un Renault 19 blanco y lo metieron a los empujones y apuntándole con armas largas. Junto a él, Diego Serra, un empleado administrativo del Canal 4 de cable local que pasaba por la puerta justo en ese momento, corrió la misma suerte que el cartero. Desde el local del cable, cruzando la calle, una compañera de Serra se transformó en testigo y en la primera en avisar a la policía. A partir de ese momento, los planes de los asaltantes, los de la policía, los de los rehenes y los de los once mil habitantes de Villa Ramallo pegaron un giro brusco y pasaron a internarse en el día más largo en la historia de la pequeña y tranquila localidad agricolaganadera, a 30 kilómetros de San Nicolás y 180 de la Capital Federal. Con el correr de las horas, miles de televidentes se sumarían al hipnótico desarrollo de la toma de rehenes más larga.Dentro de la sucursal del Nación, ubicada sobre la esquina de Sarmiento y San Martín, en pleno centro del pueblo, la situación era la siguiente: al empleado del cable y al cartero se agregaron el gerente del banco, Carlos Chávez; Carlos Santillán, contador de la entidad; el jefe de Area de la sucursal, Ricardo Pascualli; y poco después, Flora Beatriz, la mujer de Chávez, a quien arrancaron de su departamento ubicado dentro del banco. Alrededor de ellos, seis asaltantes enmascarados, con armas largas, chalecos antibalas, granadas, handies, y un aparato para interceptar las comunicaciones policiales, ordenaron abrir la bóveda del banco. En el banco había dos llaves: la del gerente y la del contador. “Falta la del tesorero”, les explicó Chávez. Y el tesorero no estaba.En ese momento, la manzana ya estaba rodeada por la policía local, mientras dos presuntos campanas que habrían quedado en un segundo auto, un Renault 18 rojo, se esfumaron del lugar. A partir de entonces, la esquina de Sarmiento y San Martín empezó a sumar curiosos, además de unos 200 policías armados entre federales y bonaerenses, francotiradores en los techos, los SWAT del GEO, los Halcón, el juez de Garantías de San Nicolás Dionisio Irurtia y los fiscales Carlos Boteri y Carlos Tanuzi.El clima dentro de la sucursal no era menos tenso que el que se vivía en la calle. Los asaltantes habían informado que colocaron explosivos en las entradas del banco. La oficina del gerente pasó a ser el centro de operaciones, mientras que la policía desalojaba la Escuela de Enseñanza Media 1 ubicada a un costado del banco y la ocupaba como cuartel principal. Chávez pasó a ocupar la función de vocero de los asaltantes.Fue en una de sus primeras comunicaciones, en uno de los pocos contactos periodísticos, cuando el gerente casi aconsejó: “Piden por el tesorero. Quieren la plata de la bóveda y se van”, aseguró que no los habían maltratado pero que llevaba colgada una granada del cuello (ver aparte). Doce horas después, en una nueva comunicación telefónica, los medios se enterarían que todos y cada uno de los rehenes tenía su correspondiente explosivo colgando de su futuro inmediato. Al promediar la tarde, se presentó el abogado penalista de San Nicolás Hugo Lima, ex conjuez en el caso de la muerte de Carlitos Menem Jr. Había circulado la versión de que había sido llamado por los delincuentes y se suponía que tomaría parte en las negociaciones. No fue así y después, los mismos asaltantes se encargaron de desmentir que lo hubieran llamado.Durante varias horas, las negociaciones dirigidas por el juez Villafuerte Ruzo tuvieron altibajos. Pero a partir de las nueve de la noche, el contacto con los delincuentes quedó espontáneamente a cargo del periodista Chiche Gelblung, que por línea telefónica logró la liberación del primer rehén, Vilches, el vapuleado correo. Las conversaciones las mantuvo con Miguel, vocero de los delincuentes. “Esta gente (por los rehenes) no tiene nada que ver. No queremos que salgan lastimados. Nosotros lo único que queremos es la llave y la clave”. Pocos minutos después, le tocó en suerte el turno de la liberación a Diego Serra: “No tiren, no tiren, soy rehén”, gritó desesperado mientras emprendía la carrera hacia la libertad y con la policía exigiéndole que mantuviera las manos en alto. Ambos estaban en medio de un shock, por lo que tuvieron que ser atendidos por los médicos. Recién después se pudieron reencontrar con sus familias. A partir de ese momento, todas las expectativas quedaron centradas en si se cumpliría el pacto mediático: la entrega de la clave y la llave. Pasada la medianoche, fue liberado Pascualli. Pero los otros rehenes seguían adentro.

 

“Una granadaal cuello”

Alrededor de las nueve de la mañana de ayer se logró establecer la primera comunicación telefónica que permitió imaginar, de manera escueta, lo que sucedía dentro del banco. Este instante de alta tensión se produjo a raíz de una conversación telefónica que mantuvo Carlos Chaves, gerente del banco y rehén de los asaltantes, con el periodista Santo Biasatti. Las seis personas mantenidas dentro del Banco de la Nación, vivieron quizás el momento más angustiante, en el que cualquier infidencia podía desembocar en un hecho violento.Carlos Chaves atendió el teléfono de su oficina con fingida calma y ensayó un saludo. En contraposición, la voz del periodista, desde estudios, se escuchó tranquila mientras preguntaba sobre lo que pasaba. Chaves contó que sus captores eran seis y que todos estaban fuertemente armados, incluso con granadas. De modo confuso, superponiendo por el miedo sus palabras, balbuceó: “Me tienen colgando una granada TNT al cuello”. El periodista intento obtener más detalles. El gerente fue tajante: “Lo dejamos porque yo tengo hijos que pueden estar escuchando esto. Además, acá está mi señora y estoy yo... estamos bien, nos están tratando bien; lo que quieren es que se abra el tesoro y que se puedan ir”.


Al Pacino,ladrón

Villa Ramallo no se parece en nada a Nueva York, eso está claro, y es más que posible que ninguno de los hombres que se atrincheraron en el Banco Nación tenga ni un diez por ciento del histrionismo de Al Pacino. Pero la toma del edificio recuerda inevitablemente a la de Tarde de perros, la película de Sidney Lumet que, allá por mediados de los 70, le inyectó una dosis infrecuente de adrenalina al cine estadounidense de la época. En Tarde de perros, Pacino y dos cómplices (todos ellos sumamente inexpertos, transpirados y comidos por los nervios) tomaban de rehenes a prácticamente todo el personal del banco y a todos los particulares presentes en ese momento. Sus émulos locales los doblaban en número, y estaban uno a uno con los secuestrados. Aquí y allá, el cerco policial se apretaba frente a las puertas del edificio, mientras los minutos pasaban y la tensión crecía, adentro y afuera del banco, contagiándose rápidamente a los alrededores. La mayor diferencia estaba en las motivaciones de los asaltantes: mientras que los hombres de Ramallo querían la plata, y punto, Pacino y sus muchachos la necesitaban para financiar la operación del novio de Al, que ansiaba corregir el error de la naturaleza, para convertirse en mujer. Al final, lograban escapar, pero los mataban a todos. A los de Tarde de perros, se entiende.


 

UN CONDUCTOR DE TV CONVERTIDO EN MEDIADOR“
Escuchame, hay 300 canas”

t.gif (862 bytes) –”¿Son una banda que trabaja hace tiempo o se juntaron para este asalto?”, preguntó Chiche Gelblung.–”Son cosas de la vida”, respondió Cristian.Desde el estudio de Radio 10 Chiche Gelblung saltó a fiscales, jueces y policías y fue el intermediario temerariamente más confiable para la banda de Villa Ramallo. Mantuvo un teléfono abierto durante dos horas dentro del Banco Nación. Desde la línea instruyó, dio órdenes y drásticos consejos a Cristian, uno de los asaltantes, y Miguel, el jefe de la banda. –Cristian, Cristian ¿estás ahí? No van a entrar, quedate tranquilo, ¿Me oís?–Yo cumplí con él, ahora quiero que él cumpla conmigo.Cristian habla del rehén entregado a cambio de la llave y la clave para abrir la caja. En ese momento esperaban el regreso de Pablo, el intermediario de la policía que ofreció el acceso a la bóveda. Gelblung sigue verborrágico:–Quedate tranquilo... no van a matar a nadie.–Sí, sí. La gente comió –ameniza– todo está acá. Comimos todos juntos. Nosotros queremos agarrar la plata y nos vamos.–Pero Cristian, escuchame, hay 300 canas afuera. –No nos vamos a entregar.–Pero esperá, esperá que te voy a poner en línea con Stinfale. Lo conocés a Stinfale, querés hablar con él. Es el abogado del gordo Valor.–Acá vamos a estar. Si nos entregamos nos van a dar 50 años por la cabeza.–Hasta ahora son 15.–Pero dígame una cosa: ¿a usted le gustaría estar un año preso? A mí no.–Pero escuchame una cosa –cruza rápido Gelblung– yo soy periodista, ¿vos sos periodista? –No.–Sos chorro. Son chorros, está bien, yo respeto eso. Yo te digo –dice después de consultar en voz alta al interior del estudio–: hasta ahora ustedes tienen privación ilegítima, tentativa agravada de robo, arma de guerra. No son más de ocho años adentro.–Ocho años, ¿sabés qué son para mí ocho años? Yo estando en cana estoy muerto en vida, pierdo a mi familia, a mi madre. Todo pierdo.–¿Estuviste en cana?–Yo estuve 6 años en Olmos. Por robo estuve. Nunca maté a nadie, no violé, no soy homicida. Yo me dedico a eso nada más. Yo me dedico al robo.Tras una interrupción, Cristian vuelve a la línea. Tiene que cortar: dice que “el negociador” quiere que “nos dejemos de joder con la prensa”.

 


 

FUERON ESTRELLAS DE TODOS LOS PROGRAMAS NOCTURNOS
Unos ladrones muy mediáticos

t.gif (862 bytes) ”Miguel-Asaltante”, informaba el subtítulo de Hora Clave mientras se escuchaba al ocasional vocero del grupo que asaltó el Banco Nación de Ramallo. El hombre se justificaba ante Mariano Grondona, en una de las entrevistas que concedió a los medios. Eran las 22.40 y, mientras hablaba Miguel, la cámara mostraba a Carlos Menem, quien entraba sonriente a los estudios de Canal 9. Antes, el interlocutor de los ladrones había sido Samuel “Chiche” Gelblung, en una larga negociación por Radio 10, transmitida en directo por canales de noticias. Y luego fue Crónica TV. Los medios siguieron minuto a minuto la tensión en Ramallo, pero sobre todo, intentaron convertirse en mediadores, una tarea para la que no habían sido convocados. –¿Qué estás pensando ahora? –le preguntó el locutor de Radio 10 a uno de los ladrones.–Que me estoy comiendo una latita de paté, pienso –fue la respuesta del asaltante.Eran las 22.51 y el diálogo salía por Crónica TV.Unos minutos antes, el mismo hombre había hablado con Grondona. Más que mediar, el periodista intentó hacer entrar en razón al delincuente. –No estamos capacitados para entregarnos –respondió Miguel, asaltante, convencido de lo que decía. Y abundó: “Si me arriesgo la vida, porque uno con esto se arriesga la vida, sé lo que me puede pasar”.Sin más recursos a mano, Grondona sólo atinó a cerrar el bloque con una exhortación: “Hagan lo que hicieren, traten de que los rehenes no sufran”. Como cuando el chico Cristian Quirós cayó a un pozo en la ciudad de San Nicolás, los medios siguieron al instante las alternativas del asalto al banco de Ramallo. La imagen monótona del frente de la sucursal recién se quebró al anochecer, con la audaz iniciativa de Gelblung que imitaron otros medios. Antes, por la mañana las radios se habían comunicado telefónicamente con los rehenes. Cuando la negociación policial parecía naufragar, asaltantes y rehenes solicitaron la función mediadora de los medios de comunicación. No confiaban en el policía “Pablo”, que había prometido las llaves del tesoro a cambio de la liberación de algún rehén. Desde la mañana, el canal de noticias TN plantó una cámara en trasmisión permanente, que sólo interrumpió al mediodía para su noticiero deportivo. También desde el principio estuvo Crónica TV, que sin embargo alternó la cobertura con otras noticias. Las radios Mitre y Continental estuvieron de entrada. A la tarde, uno de los secuestradores se valió de la información que le llegaba por un televisor del Banco: “La policía dice que no está haciendo nada pero por la tele vimos que se estaban subiendo a los techos”. Poco después, desde afuera cortaron el suministro de electricidad al Banco. Por Cablevisión Noticias, Enrique Llamas de Madariaga inventó a una encuesta telefónica en la cual el 65 por ciento de los que llamaron se pronunció a favor de que la policía entrara por la fuerza al banco. Pero fue superado rápidamente por Gelblung, que se transformó en estrella indiscutida de la toma de rehenes más mediática en la historia argentina.–Tenemos miedo que maten a un rehén... –se angustiaba la esposa del gerente.–No te preocupes –le contestaba Gelblung–: no te preocupes porque, si matan a uno, la policía va a entrar con trescientos efectivos...

 

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