Por Silvina Szperling Rosas es embajador
cultural de Flandes, se lee al pie del programa de mano de Drumming, obra que
abrrió la sección de compañías de danza extranjeras del Festival Internacional de
Buenos Aires. Formado en De Munt /La Monnaie (teatro de ópera de Bruselas), el grupo
liderado por la coreógrafa Anne Teresa De Keersmaeker tiene todo el apoyo del gobierno
belga, en una acertada elección política, aunque el cargo de embajador para una
compañía de danza suene harto infrecuente a los oídos sudamericanos.Arrasando con
cualquier especulación, los bailarines de la compañía Rosas aparecen sobre el escenario
en una actitud completamente natural, mientras el público aún se está acomodando en la
sala. Charlan entre ellos, se acomodan el pelo o el vestuario realizado
mayoritariamente en blanco y negro, en medio de una escenografía que realza dicha
actitud, al mantener ubicados como al descuido sobre las esquinas los rollos de cartón en
los cuales ha viajado el rojo tapete que cubre el piso. El telón de fondo, de un claro e
irregular gris, no llega hasta abajo, dejando ver la pared de ladrillos tradicionalmente
cubierta. El público tiene oportunidad de observar aquí los dispares rasgos faciales y
físicos de estos bailarines: orientales, latinos, sajones y arios; altos, bajos,
estilizados y morrudos conforman un grupo humano que atrae. Al comenzar la música de
Steve Reich, una obra de percusión que lleva una hora sin interrupción, este grupo
humano demuestra algo más que glamour.Con una estructura coreográfica que utiliza
conceptos minimalistas desarrollados por Reich, De Keersmaeker compone un devenir en el
que células de movimiento se van desplegando en el espacio mediante métodos que, al
igual que su manejo corporal tan fluido, devenido de la llamada técnica
release, posiblemente haya aprendido en sus años en la Nueva York de los 80:
las posibilidades de variación, combinación y transformación de una frase básica.
Afortunadamente, la coreógrafa opera con estas frases saltando de una a otra cuando se
han agotado, tomándose cierta libertad respecto de la obsesiva rigurosidad de Reich. Y,
lo que resulta muy interesante, trama un entretejido espacial con los bailarines de coro
que da un marco cambiante a los solistas de turno, demostrando que el tema figura-fondo
puede tener variadas interpretaciones en danza.Otro acierto es el de combinar las frases
de diversos solistas en dúos o tríos, en los cuales el trabajo de partenaire surgido de
la simple yuxtaposición de las frases básicas de cada uno es llevado más allá,
sugiriendo relaciones interpersonales. Que, sin embargo, no son enfatizadas a la manera de
la danza-teatro, sino que más bien generan un clima de juego francamente disfrutable.
Como el dúo entre la inmensa (en muchos sentidos) neocelandesa Ursula Robby y el
retacón, energético y súper hispánico Roberto Oliván de la Iglesia. Capítulo aparte
para Cynthia Loemij, cuya labor, remarcada por una blusa anaranjada sobre el vestido
blanco cuyo bretel no resistió hasta el fin de la obra, significa un tour de force que,
de manera apabullante, sostiene casi sin salir de escena. Luego de los años de
formación, una convicción se forma: ella se bailará a sí misma, declara acerca
de esta nativa del país vasco francés la información de prensa, declaración que puede
ser asimilada al espíritu y lugar que Anne Teresa le da en el grupo a cada uno de los
intérpretes de la compañía, entre los que se destacan también Rosalba Torres, Taka
Shamoto, Marta Coronado, Martin Kilvády y Oliver Koch.Luego de piezas más ligadas con lo
femenino, como Stella o Achterland, y de su trabajo en films de
danza, como Rosa, con Peter Greenaway, Keersmaeker se internó en Drumming en una
operación formal con el movimiento y la música (su amor de toda la vida) en que no le va
nada mal. Sus proyectos incluyen continuar una senda iniciada recientemente con el
cortometraje Tippeke y con Quartet, una obra de Heine Müller con un actor y una
bailarina. Ahora De Keersmaeker se atreve en su estudio sobre la interrelación
texto-movimiento con Peter Handke: en el 2000, con Introspección, reunirá en escena a
los bailarines de Rosas, los actores del colectivo teatral STAN y los músicos del
ensamble de jazz Aka Moon.
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