OPINION
Cosecharás tu siembra
Por Horacio Verbitsky |
Fue
una masacre injustificable, dijo el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde. Sobrias
palabras ante el horror. Pero irremediablemente tardías. Hace un mes Carlos Ruckauf
exhortó a que la policía le meta bala a los ladrones. Escribimos entonces aquí que
la pólvora de tal definición corresponde a una carga de profundidad, que produce
efectos demoledores aunque no sean visibles de inmediato. Cada vez que le recuerdan el
momento descollante de su carrera política en que firmó el decreto de aniquilamiento de
1975, Ruckauf responde que nosotros no ordenamos a los militares torturar ni robar
bebés. Esto es formalmente cierto, así como la letra de su actual exabrupto canero
tampoco postula las ejecuciones extrajudiciales que con alta probabilidad se
incrementarán en simpática respuesta a sus palabras.Los efectos de esa ideología
del mate primero, pregunte después, se sintieron ayer en Ramallo. Ruckauf no es el único
responsable. Duhalde aceptó la renuncia que en protesta por este ramalazo de barbarie le
presentó el ministro Carlos Arslanián y designó en su lugar al entonces juez Osvaldo
Lorenzo, quien había sido denunciado por la Cámara Federal de San Martín ante el
Consejo de la Magistratura por haber adoptado decisiones en contra de la presunción de
inocencia de detenidos y la garantía de defensa en juicio. Su secretario de seguridad,
Héctor Lufrano, era el defensor de algunos comisarios de aquella camada. El secretario
privado de Lorenzo, Ernesto Olmedo MacVicar, había sido sancionado por la Justicia
federal por permitir que un detenido fuera golpeado en su presencia. El mensaje
transmitido por estas decisiones del poder político fue claro y coherente. La policía lo
interpretó con exactitud y actuó en consecuencia. Era inevitable que más tarde o más
temprano ocurriera lo que ocurrió ayer.La falsa alternativa entre respeto a los derechos
humanos o eficiencia planteada por Ruckauf quedó al desnudo ayer. Quien no respeta los
derechos humanos de los delincuentes tampoco respetará los de sus víctimas, como
comprobó el personal del banco de Ramallo. La secta del gatillo alegre, que según la
definición de Rodolfo Walsh hace tres décadas también es la logia de los dedos en la
lata, no esclarece delitos ni brinda seguridad. El desprecio por la vida es incompatible
con la policía científica y hasta con el sentido común. Por eso tres centenares de
policías no fueron capaces de bloquear la única salida posible y regaron con 35 disparos
a quienes debían proteger. El alegado pero inverosímil suicidio en la comisaría de San
Nicolás del único detenido ileso en el tiroteo, completa un cuadro tan deprimente como
previsible bajo un gobierno que permite que un torturador confeso como Patti se presente a
elecciones para conducirla. |
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