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Por Carlos Rodríguez Veinte horas de negociación hechas trizas en apenas 20 segundos a puro gatillo: es la síntesis de la tragedia de Villa Ramallo. A las 4.12 de ayer, cuando los delincuentes que habían tomado la sede del Banco Nación intentaron escapar en un auto, un ataque letal y conjunto de los grupos policiales de elite Halcón y GEO, de la Policía Bonaerense, produjo el desastre: dos rehenes murieron y otra resultó herido. Entre los delincuentes hubo un muerto, un herido y un detenido. La cabina del coche los dos rehenes muertos iban en el asiento delantero tenía 35 impactos de bala. Ninguna dio en las ruedas, blanco aconsejado cuando hay vidas inocentes en peligro. El gobernador Eduardo Duhalde calificó el hecho de masacre, disolvió a uno de los grupos involucrados y aplicó sanciones (ver página 6), pero mantuvo en su cargo al ministro de Seguridad, Osvaldo Lorenzo, y a dos jefes de alto rango que estaban en el lugar, a la hora señalada, virtualmente al frente del operativo. Para completar la conmoción que ayer movilizó en repudio a todo el pueblo y que mantuvo en vilo al país, en la tarde de ayer, en su celda, el único detenido murió en un dudoso suicidio. No tengo responsabilidad sobre la decisión de tirarle al auto, afirmó el juez federal de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo, durante una reunión que mantuvo con un grupo de legisladores nacionales encabezado por Marcelo Stubrin (UCR) y Nilda Garré (Frepaso). El magistrado admitió que fue sorprendido por los balazos mientras estaba en la escuela vecina al Banco Nación, piloteando la negociación. El director general de Investigaciones de la Bonaerense, Santiago Allende, confirmó que no hubo orden y que los policías actuaron por circunstancias del momento. Los del Grupo Halcón habrían sostenido que ellos dispararon primero, a las ruedas, que estaban intactas, y que fueron los del GEO los que habrían tirado a matar. En el momento del ataque a mansalva, los jefes que estaban presentes eran el comisario Carlos Miniscarco, secretario de Investigaciones Complejas, y el propio Allende. Según Villafuerte Ruzo, en todo momento se intentó preservar la vida de todos los rehenes. Sin embargo, murieron en el acto el gerente del Banco, Carlos Chávez, y el contador, Carlos Santillán. Y la historia pudo tener consecuencias de catástrofe si hubieran estallado una granada y un pan de trotyl que llevaban los delincuentes dentro del auto. La granada, luego de que el auto zigzagueara y chocara contra un árbol, salió despedida por el parabrisas, sin estallar. La esposa del titular de la entidad, Flora Chávez, fue herida y está internada, fuera de peligro, en el Hospital de Ramallo. Dentro del auto fue encontrado sin vida Sergio Miguel Benedetti, alias Polenta, que aparentaba ser el líder de la banda y llevaba la voz cantante en las negociaciones. Carlos Martínez, de 20 años, tiene una herida de bala en la pierna izquierda y el brazo del mismo lado prácticamente destrozado. Martín René Saldaña, de 22 años, era el tercer delincuente. Resultó ileso en el tiroteo, pero luego fue encontrado muerto en una oscura celda de la comisaría de Villa Ramallo (ver aparte). La inseguridad reinante fue reconocida por las autoridades, que ordenaron que Martínez, el único delincuente vivo, fuera trasladado anoche a la cárcel de San Nicolás desde el hospital local, para evitar una nueva sorpresa. Periodistas, concejales y abogados coinciden en señalar que, a la 1.30 de la madrugada, corrió la versión de que el GEO había recibido la orden de terminar todo cuanto antes. Los hombres del GEO pensaban irrumpir a sangre y fuego, haciendo un boquete volando una pared que da al cajero automático, de la red Link, que tiene el Banco. La oferta era dominar la situación en 15 segundos, aprovechando la confusión que iba a provocar en los asaltantes elestallido. El juez Villafuerte Ruzo desechó la alternativa porque en momento alguno garantizaba la vida de los rehenes. Fernando Vilches, uno de los rehenes liberados en la noche del jueves, se negó a dar detalles de lo sucedido. Otros dos rehenes relataron que cuando todavía eran seis los retenidos, cinco estaban juntos y el gerente del banco permanecía en otro lugar, con los delincuentes. Los cinco estuvieron casi todo el tiempo maniatados y con los ojos vendados, aunque podían ver cuando eran interrogados por los asaltantes. Ninguno puede confirmar la versión que afirma que los delincuentes eran seis. Nunca vimos a seis, ellos decían que eran seis, aclaró uno de los rehenes. Duhalde, en un breve mensaje televisivo, cuestionó al juez Villafañe Ruzo, al anticipar que se le promoverá el juicio político si hay motivos para hacerlo. Luciano Alfaro, gerente regional del Banco Nación, afirmó que el magistrado tuvo en su poder la tercera llave y el código para abrir la bóveda, decisión que hubiera facilitado la liberación de los rehenes. El juez, que se mostró abatido ante los legisladores que lo entrevistaron, apostó al desgaste de la banda y el inesperado epílogo lo dejó a contramano. Anoche, el ministro Lorenzo puso su renuncia a disposición de Duhalde, quien la desechó. Las sanciones, por ahora, no pasan de los cuadros medios.
EL DETENIDO QUE APARECIO
AHORCADO EN UNA COMISARIA Sobre la muerte de Martín Tito Saldaña sólo quedan dudas. Salió ileso de la terrible balacera en la que murió un compañero y otro resultó herido, pero estaba jugado, tenía VIH, y no iba a soportar volver a la cárcel: Antes me suicido, había dicho ante los rehenes. A pesar de todo, la policía no lo custodió y apareció ahorcado en su celda. Fuentes policiales y judiciales hablaban ayer de suicidio. Pero algunos diputados nacionales no le quedaban claras muchas cosas. Todo es un tanto inexplicable, resulta sospechoso y extraño, dijo el diputado Rafael Bulacio, del Partido Demócrata Republicano. La madre del joven fue más directa: A mi hijo lo mataron, gritó ante el despacho del juez Carlos Villafuerte Ruzo, mientras reclamaba el cuerpo de su hijo. Los policías locales, de la seccional 2ª de Villa Ramallo, tenían cara de gol de corner, así lo definió un legislador de esa localidad. La comisaría era un alboroto; mucha gente iba y venía. Un estrecho pasillo los llevaba al fondo, donde estaba la celda y el cuerpo de Martín Saldaña. En la celda, de dos metros por dos, había un camastro de material con un colchón y un banquito. Y en la pared, a unos dos metros de altura, un tragaluz con barrotes. Según fuentes policiales, eso le alcanzó a Saldaña, de 22 años y un grueso prontuario, para quitarse la vida. La versión apunta que el ladrón rompió la tela del colchón, hizo una especie de trenza y la anudó a los barrotes, y luego se colgó. Lo encontraron al pie de la cama, de rodillas y con la soga al cuello.Inmediatamente, empezaron las sospechas. El titular de la comisaría no estaba, había viajado a La Plata. Y el hecho ocurrió casi al mismo tiempo que el Hospital San Felipe de San Nicolás recibía una alarma de bomba. Ahí estaba internado Carlos Martínez, que ayer a la noche era el único ladrón sobreviviente. Apenas Villafuerte Ruzo confirmó las sospechas de suicidio, los legisladores que integran la Comisión de Seguridad Interior de la Cámara baja expresaron sus dudas. Marcelo Stubrin (Alianza) apuntó las críticas sobre el hecho de haber dejado al detenido sin vigilancia, sabiendo que tenía intenciones de suicidarse. Y Rafael Bulacio (Republicano Demócrata) señaló que todo es un tanto inexplicable, todo resulta sospechoso y extraño.En ese sentido, la diputada aliancista Nilda Garré puntualizó que el cuerpo no cuelga en forma perfecta, como ocurre en los casos de suicidio. No hay distancia suficiente entre los pies y el suelo, explicó Garré, por lo que estimó, el ladrón tuvo que dejarse colgar arrodillado. Consulté con un médico si era posible colgarse de esa manera agregó, y me respondió que si se produce una presión muy fuerte de la carótida puede ser. Por ejemplo, si la persona es atlética, me explicó, puede poner las piernas en la pared de enfrente e impulsarse.
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