Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


El bebé orangután que tiene envilo a todo el zoológico porteño

La madre no supo criarlo. Entonces pasó a la nursery del zoo. Cuatro cuidadores le dan la mamadera vestidos con pecheras de pelo para que se agarre. Y le pasan videos de sus congéneres.

na16fo01.jpg (6863 bytes)

Por Pedro Lipcovich
t.gif (862 bytes)  Su mamá no supo quererlo y el bebé desmejoró hasta los bordes de la muerte. Entonces, todos se dedicaron a él: cuatro madres sustitutas se turnaron para acompañarlo las 24 horas, lo alimentaron, lo estimularon; lo salvaron. Cierto que no es un bebé como tantos sino un bebé orangután. En la nursery del Zoo porteño, los cuidadores visten una pechera peluda para que él se aferre como lo haría con su madre, y también le pasan videos de orangutanes “para que sepa quién es” y pueda, en su momento, reintegrarse a sus congéneres. He aquí todas las historias: melodramática, la del bebé abandonado; ecológica, la de la especie en peligro; biológica, la de las claves hormonales de la maternidad y los asombrosos, sutiles, métodos para salvar a un cachorro moribundo.

En la nursery del Zoo, abrigada y con pared de vidrio, una muchacha le da la mamadera al pequeño orangután (todavía no tiene nombre, a la espera de que los chicos que van al Zoo lo bauticen). La cuidadora lleva una gran pechera clara que es un cuero peludo de oveja, al cual el monito se aferra con sus pequeñas manos tan humanas. “Se pondría como loco si le sacáramos la pechera”, comenta Eduardo Francisco, jefe del departamento de veterinaria del Zoológico, y explica que ese artificio “hace que el animal se sienta seguro y permite, sin traumatizarlo, intercambiar las personas que lo atienden, que se pasan la pechera con el animal puesto”. Cuatro cuidadores, en turnos de ocho horas, le brindan una atención permanente que incluye cambiarle los pañales: “Son imprescindibles en la crianza artificial; en condiciones naturales la madre misma lo limpia”.

Es el primer orangután nacido en este Zoo. “La madre lo crió normalmente hasta los 12 días –cuenta Francisco–: ese mediodía, lloraba mucho y tenía debilitado el reflejo de prensión.” Gracias a este reflejo, los orangutanes pasan su infancia agarrados de los pelos de la madre; hasta el año se aferran al vientre y luego, hasta los 3 años, al lomo.

Al anochecer de ese día 12, el orangután estaba cada vez peor. Tenía signos de deshidratación, la cabeza le colgaba. La madre no le había dado de mamar desde la mañana. “En los animales, el instinto maternal se desencadena por hormonas. A veces en los orangutanes, entre el octavo y el vigésimo día después del nacimiento, se produce un desequilibrio hormonal y el instinto se desequilibra. Las que ya han tenido cría tienen el hábito y continúan. Pero la madre de este bebé, primeriza, no pudo superarlo”, explica Francisco.
Esa noche, “esperamos y esperamos. La decisión de retirarle el bebé a la madre no era fácil: “Había que darle sedantes fuertes y, sobre todo, sabíamos que el bebé necesitaría la atención especial que ahora le estamos dando”. Cuando ya eran las dos de la mañana, “vimos que así se iba a morir y decidimos sacárselo”.
na16fo02.jpg (7044 bytes)Después de cuatro meses y medio, el monito pesa 5,8 kilos y está en perfectas condiciones. En la nursery dispone de un espejo “para que se identifique como mono –explica Francisco–; para que sepa que no es como los humanos que lo rodean”. También le hacen escuchar grabaciones de sonidos producidos por sus padres “para que se familiarice con las vocalizaciones”; le presentan fotos y le pasan documentales de orangutanes. “Si no, quedaría totalmente aislado de su especie y sufriría un estrés muy grande, después, al reintroducirlo.” Dentro de poco empezará a reconectarse con su madre, primero por contacto visual, reja mediante, dos horas por día. Pero la relación no va a ser fácil: “Cuando le acercamos a ella un oso de peluche impregnado del olor del hijo, lo destrozó”.
Entretanto, y a falta de psicólogo, el bebé juega con cubos, pelotas y muñecos, se encarama a la trepadora y alterna la mamadera con papillas y trozos de fruta, siempre cerca de su mamá sustituta múltiple y peluda. Una de sus cuidadoras, la naturalista Silvina Pagano, cuenta que “cuando no duerme tenés que estar siempre controlándolo: está por ‘cortar losdientes’ y todo se lo lleva a la boca; quiere agarrar todo, la otra vez casi me rompe el espejo...”, dulcemente se queja, como todas las madres sustitutas de orangutanes.

 

Una especie en peligro

Quedan entre 27.000 y 30.000 orangutanes en el mundo, todos en Borneo y Sumatra. La especie está en situación crítica por el avance de la agricultura y la tala de bosques en las regiones que ocupaban.
El adulto macho mide 1,50 y pesa hasta 130 kilos. La hembra pesa la mitad. Se alimentan de frutas y hojas. A diferencia de los chimpancés, que tienen una organización social compleja, los orangutanes son de hábitos solitarios. Cada macho resguarda su territorio, dentro del cual hasta cinco hembras también tienen zonas propias. Macho y hembra sólo se encuentran para la reproducción, y la hembra cría a sus hijos.
En los zoológicos se diseñan actividades “para que los orangutanes no estén aburridos; los estresa mucho estar mirando al público sin hacer nada”, explica María Alejandra Ingratta, especialista en enriquecimiento ambiental del Zoo porteño: por ejemplo, “ponemos miel en agujeritos de troncos, de manera que, con palitos, tengan que fabricarse herramientas para sacarla”.

 

PRINCIPAL