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SE RUMOREA UNA INMINENTE “RENUNCIA” DE YELTSIN
Invitados a una decapitación

Boris Yeltsin podría usar la crisis para dimitir hoy o mañana y cerrar el paso electoral a sus principales enemigos.

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El País 
de Madrid

Por Luis Matías López
Desde Moscú

t.gif (862 bytes)  Rusia vive otra de esas situaciones críticas de las que Boris Yeltsin suele escapar con decisiones arriesgadas. El cóctel es explosivo: una guerra en Daguestán, una cadena de atentados salvajes en Moscú y otras ciudades rusas, acusaciones de corrupción que afectan al presidente y su familia y especulaciones de cambios en el gobierno e incluso en el Kremlin. Hay quien pronostica que Yeltsin puede dejar el poder hoy mismo o mañana. Ayer, sus enemigos de izquierda no lograron reunir en el Consejo de la Federación el apoyo necesario para pedirle que dimita “por el supremo interés de la patria”. Diez senadores redactaron un texto en el que se solicita a Yeltsin que presente la renuncia y se afirma que su gestión ha provocado “el colapso de la economía, el agudo descenso de la capacidad defensiva, la reducción del nivel de vida y el incremento de las tensiones interétnicas”. Otros 50 miembros de la Cámara apoyaron la propuesta, a la que faltaron 30 votos para pasar a debate. Mientras tanto, el mismo Consejo de la Federación que casi puso a Yeltsin en la picota apoyó claramente la respuesta del primer ministro Vladimir Putin a la cadena de atentados que en tres semanas ha costado la vida a cerca de 300 personas en Moscú, Daguestán y Volgodonsk. La explosión del jueves por la noche en San Petersburgo, que causó cuatro muertos, parecía en cambio ajena a esta ofensiva y –de acuerdo con la policía– presenta más bien el aspecto de un ajuste de cuentas mafioso. Los senadores respaldaron el plan del jefe del gobierno de someter a Chechenia a una “cuarentena”, es decir, de sellar militarmente los límites de la república rebelde, independiente de hecho por la fuerza de las armas. Pese a los problemas de coordinación y a la escasa motivación, las tropas federales han empujado por segunda vez hacia Chechenia a los invasores del “señor de la guerra” Shamil Basáyev, aunque se da por hecho que el repliegue es táctico y preludia una nueva ofensiva. A Yeltsin no le gusta que elogien a otro, aunque sea uno de los suyos, y menos si a él lo critican, como ocurrió ayer. Por eso, conociendo los enfermizos celos de su jefe, Putin no debió sentirse muy cómodo cuando los senadores lo aplaudieron. Sabe que ni siquiera el poco tiempo que lleva en el cargo (apenas un mes) es una garantía de continuidad. Su predecesor, Serguéi Stepashin, no llegó al trimestre. Una de las hipótesis que más circulan estos días es que Yeltsin podría, hoy o mañana, presentar su renuncia, dejar a Putin de presidente interino y convocar elecciones para el 19 de diciembre, para que coincidiesen con las legislativas. Con ello supuestamente le movería el piso al alcalde de Moscú Yuri Luzhkov, que en esa fecha piensa optar a la reelección y que no está dispuesto a garantizar la impunidad de Yeltsin después de que éste deje el poder. Pero algo suena inverosímil en este engranaje: que la palabra “dimisión” no figura en el vocabulario de Yeltsin. En ningún país como Rusia están los rumores tan cerca de ser noticia. Por eso, nadie se atreve a burlarse de los que apuntan a que Yeltsin, al que no se cree ya capaz de ganar la presidencia en las urnas, piensa en jugar otra carta: la del carismático general Alexandr Lébed, gobernador de la provincia siberiana de Krasnoyarsk. Putin se refirió ayer en el Senado –para descalificarlos como “un error”– a los acuerdos de Jasaviurt, que Lébed forjó en agosto de 1996 para acabar con la desastrosa guerra de Chechenia. Lébed se había despachado antes al hacerse eco de “amargura” de la gente porque las autoridades no los protegen de las bombas. El espía y el militar cruzaban ya sus espadas, con el poder en juego.

 

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