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Por Hilda Cabrera ![]() Berkoff aspira a un "teatro simbólico", y confiesa que le es difícil autoevaluarse como dramaturgo y actor. No comprende qué se quiere decir exactamente cuando se habla de teatro físico, "una forma de narcisismo", y un sinsentido, "puesto que el teatro se hizo siempre con el cuerpo". En su caso, la expectativa es, en tanto actor, convertirse en "sabroso sandwich, de varias capas, y no sólo de jamón o de queso". De todos modos, prefiere concentrarse en lo que escribe y en las posibilidades de actuación que ofrece su escritura. Para sus dos oficios necesita de "un largo período de investigación", y le interesa "volver sobre sus obras". Actualmente está presentando en Londres una pieza que escribió hace veinticinco años, Eats, donde, como en sus últimos trabajos, juega con el lenguaje: "Esta obra es la descripción de mi infancia en los barrios pobres del Este de Londres. Intento expresar en ella mis sentimientos, recurriendo antes que a la descripción histórica, a los variados niveles del lenguaje". Una particularidad de este autor es justamente el ritmo, la musicalidad del texto. Ese es también el mecanismo que utiliza en Shakespeare's villains, que con irónica soberbia subtitula A masterclass in evil (Una obra maestra del mal). "Me apropio de la rítmica de los versos de Shakespeare y los mezclo con el slang del Este de Londres. De eso resulta una combinación única, semejante al rap afroamericano, y una forma de expresión muy diferente de las que se ven actualmente en el teatro londinense. Mis obras están fuera de las de ese circuito, muy apoyado en el realismo fotográfico." Circunstancia sobre la que Berkoff proporciona ejemplos, recordando las puestas que sobre sus obras realizaron tres elencos argentinos. Estas fueron Kvetch, Decadencia (por la que lo distinguió Argentores) y A la griega. En cuanto a los villanos de su unipersonal, adelanta que son los "clásicos": Ricardo III, Yago, Macbeth, Lady Macbeth, el mercader judío Shylock y el príncipe Hamlet, "al que se considera un héroe". También a seres fantásticos, como Oberon, nada más que "para agrandar un poquito el show", ironiza. Los malvados no son todos iguales. "Tienen diferente status --apunta--. Yago es el villano arquetípico, limitado por sus celos y su mediocridad. Se ocupa de un mundo más acotado, pequeño. Ricardo III, en cambio, es genial. Su maldad tiene otras proporciones. No es doméstica, porque ambiciona conquistar reinos." Atajando lo que tal vez podría generar un debate, aclaró que algunos villanos lo son presionados por las circunstancias: Shylock por ejemplo, o Hamlet, "quien nos puede parecer sumamente atractivo y heroico. Sin embargo, cuando Polonio es asesinado, no demuestra compasión, al contrario, hace un chiste." A esta moda de volatilizar personajes y secuencias de las obras de Shakespeare y convertir sus textos en unipersonales, Berkoff responde igualmente con ironía: "Para un actor puede significar una carrera lucrativa... Algunos toman como temática las mujeres, otros la política... En Shakespeare hay un vasto reino del que uno puede abastecerse y enriquecer su trayectoria personal."
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