Los líderes políticos de las grandes potencias convencionales
nunca se van a promocionar al extranjero. Los ciudadanos de las grandes potencias no
otorgan al extranjero otra dimensión que la de un molesto espacio alternativo lleno de
personas subalternas y más tarde o más temprano engorrosas y desagradecidas. En cambio,
todavía muchos políticos de Estados de medio pelo utilizan la argucia de viajar a otros
países y desde allí promocionarse, demostrando que son capaces de aparecer en las
fotografías junto a gentes importantes y de paso hacer declaraciones casi siempre
clarividentes sobre los problemas del mundo y del propio país. España salió del largo
túnel franquista con complejo de nada espléndido aislamiento y los políticos
democráticos siempre se han interesado por demostrar que se movían a sus anchas por el
extranjero. Desde Estados Unidos, Santiago Carrillo, entonces secretario general del
Partido Comunista de España recién legalizado, renunció al leninismo. También desde
Estados Unidos Felipe González empezó a construirse la estatura de estadista
internacional capaz de pronunciar una frase canónica: Prefiero morir de un navajazo en el
Metro de Nueva York, que vivir en un frenopático en la URSS. Ya entonces se podían
elegir otras opciones no tan dramáticas, pero Felipe González tuvo el don de sintetizar
la posmodernidad socialdemócrata mucho antes de que Blair y Giddens se inventaran lo de
la Tercera Vía.El actual presidente del gobierno español, José María Aznar, ha vivido
siempre acomplejado por los éxitos internacionales de Felipe González. Aunque se
esfuerza en demostrar que pertenece a la galaxia de los estadistas de proyección
internacional, no ha conseguido que los españoles se lo crean del todo y hay serias dudas
de que se lo hayan creído los extranjeros. Pero los medios de información españoles
más paragubernamentales han iniciado la campaña para las elecciones generales del 2000
bajo la siguiente propuesta: Aznar triunfa en el exterior, pero no sabe vender sus éxitos
en el interior. Frente a la talla internacional adquirida por Felipe González, uno de los
trabajos del equipo político del presidente Aznar ha sido promocionarlo globalmente, a
veces con errores tan clamorosos como el desairado viaje a Moscú en plan de pacificador
de la guerra de Yugoslavia, sin que fuera recibido por Yeltsin, que no tiene más remedio
que recibir a casi todo el mundo, aunque sea en la unidad de cuidados intensivos de los
hospitales. La reciente estancia en Italia de Aznar ha sido presentada en España como un
paseo triunfal, jaleado por las exclamaciones de políticos italianos de todas las
tendencias fascinados por los éxitos político-económicos del jefe de gobierno español.
De creer a sus apolegetas, Aznar habría impresionado sobre todo por la facilidad con la
que se está creando empleo en España. Según estos medios no se habla en Italia de otra
cosa que de la desnaturalización del diablo y del infierno decretadas por el Papa y de la
política de empleo de Aznar. Pero las estadísticas sobre el empleo en España, si bien
no mienten, tampoco dicen la verdad. Se crean muchos empleos fugaces que inflan los
recuentos y se están dando unas facilidades al empresariado que no tuvo durante la
primera mitad de la transición y que se remontan a una etapa premarxiana, diríase que
ricardiana.Es difícil encontrarle las gracias al presidente Aznar, que sin duda las
tiene. Pero resulta excesivo que se realce que ha sido el primer político europeo que ha
hablado con Arafat después del acuerdo con los israelíes,porque fue pura coincidencia y
no un deseo expreso de Arafat de ir a consultarle a Roma la bondad o la maldad de los
acuerdos. Arafat pasaba por allí. Si Aznar tuvo que recurrir a la argucia de presentarse
como el político sin carisma que necesitaba España después del exceso de carisma de
González, de cara a las elecciones generales del año 2000 no puede recurrir a la astucia
de exhibirse como un político con menos carisma todavía que el candidato socialista Sr.
Almunia. Sería abusar del truco y ya se ha visto que Almunia hasta ha aparecido este
verano en bañador y con un cuerpo serrano y playero de discóbolo que está buscando el
disco por la arena, afectado, de pronto, de un ataque de lumbago. Frente a esta ofensiva
socialista, Aznar, mimado por la internacional popular porque es el único jefe de
gobierno de la UE que milita en sus filas, habría recibido en Italia honores de piedra
angular de una nueva, futura hegemonía. Pero algo le ocurre a este hombre que, a pesar de
los errores socialistas y de los vientos favorables de la coyuntura económica, no acaba
de convencer suficientemente a los españoles de que es el líder que se merecen. No se le
conoce una frase que valga la pena memorizar. Y aunque ha aprendido a sonreír como un
Chaplin, no lo hace como Charles, sino como Geraldine Chaplin. Además, se le nota
demasiado que para él, el extranjero es un error o un exceso geográfico.
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