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Yo aborté

El tema del aborto se instaló en el centro de la escena política de un modo inesperado: el reportaje de Zulema Yoma a Página/12. Hasta ahora uno de esos asuntos sobre los que se guardaba un incómodo silencio, el aborto recuerda que “lo personal es político” también en la Argentina. En esta nota, nueve mujeres afirman “yo aborté”. Son pocas, pero no necesitaron esperar a que el tema del aborto se “descampañice” para dejarse oír.

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Por M.M.

t.gif (862 bytes) El 5 de abril de 1971 Le Nouvel Observateur publicó un documento titulado Je me suis fait avorter. Lo firmaban, entre otra mujeres notorias, Jeanne Moreau, Catherine Deneuve, Marguerite Duras y Simone de Beauvoir. El texto decía: “Un millón de mujeres abortan cada año en Francia. Ellas lo hacen en condiciones peligrosas a causa de la clandestinidad a la cual están condenadas, cuando esta operación practicada bajo control médico es de las más simples. Se hace silencio sobre este millón de mujeres. Yo declaro ser una de ellas. Yo declaro haber abortado. De la misma manera que nosotras reclamamos el libre acceso a los medios anticonceptivos, reclamamos el aborto libre”. El tono era el de la época, áspero, de barricada, silenciador en su síntesis del sufrimiento que el aborto inflige a las mujeres y de su dimensión de acto que, más allá de su status jurídico, jamás puede asociarse del todo con la palabra “libertad”. Pero le daba cuerpo y voz a un silencio que derramaba sangre femenina en el espíritu cartesiano, alejaba de las metáforas del marqués de Sade y sería fundante en el movimiento de mujeres. También para la Argentina. Si la violencia doméstica se hizo visible fundamentalmente a través de la emergencia del caso Monzón en la prensa amarilla, el movimiento de diversos grupos de mujeres contribuyó a una visibilización sin retorno. Del mismo modo, el hecho de que el aborto haya sido utilizado en la campaña electoral y denunciado con un estilo más cercano al de la vendetta que al de la intervención política permite, sin embargo, la aparición de otras voces, las del género, y en donde la primera persona tiene en este caso un valor colectivo. Son pocas, pero no necesitaron esperar a que el tema del aborto se “descampañice” para dejarse oír. Lejos de despolitizarlo, lo repolitizaron desde otro lugar. Su único respaldo es el trabajo que, en torno de los derechos reproductivos, vienen realizando diversos grupos de mujeres mucho antes de la hora de las urnas. Al manifiesto Je me suis fait avorter lo firmaron 343 mujeres, “343 sinvergüenzas”, según Simone de Beauvoir. En este caso las sinvergüenzas (se propone escuchar esta palabra en su sentido de sin hipocresía) son nueve. Una escribe, ocho dan su testimonio oral. Todas ponen en palabras aquel estribillo de los dinosaurios que aún tiene vigencia: “Lo personal es político”.HipocresíapolíticaMartha Bianchi(actriz)Que el aborto se haya convertido en parte de la campaña electoral habla de la hipocresía de los políticos que se meten en un tema en donde no son protagonistas, y sobre todo del que no son víctimas. En 1985 el Congreso nacional aprobó el tratado internacional Convención sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, que obliga a los estados a dar información sobre planificación familiar y defiende el derecho de las mujeres a decidir cuándo tener un hijo, cuántos tener y con qué período de tiempo entre uno y otro. Pero nada de eso se cumple. Algunos piensan que despenalizar el aborto es impulsarlo, en cambio es impedir la muerte de las mujeres, sobre todo de las pobres. Una mujer aborta cuando hay un hombre que se borra, una familia que no ampara y una sociedad que no genera las condiciones para que no muera durante una operación clandestina. Yo también aborté.Despenalizado,libre, gratuitoLuisa Valenzuela (escritora)Yo aborté en una época donde había algo así como consultorios abiertos, algo que tiene que ver con el cinismo argentino. El médico que me practicó el aborto era un ginecólogo y obstetra reconocido. El hacía todo lo posible para que las mujeres que deseaban concebir lo hicieran en las mejores condiciones y ayudaba, al mismo tiempo, a que interrumpieran su embarazo aquellas que, por alguna razón, no querían tener hijos. Es decir, estaba a favor del nacimiento cuando éste era deseado. Y ayudaba a abortar sobre todo a las mujeres pobres. Al consultorio de este hombre, que nos trataba con gran respeto y humanidad, yo acompañé a varias amigas y él estaba muy convencido de lo que hacía. Creo que el aborto debe ser despenalizado, libre y gratuito. Pero en este momento me parece fundamental empezar por la prevención. No insistir hoy en la campaña de anticoncepción es casi asesino y se presta a toda clase de operaciones corruptas.El modelode CubaMarcia Schvartz(artista plástica)Como alguien de clase media, lo hice en condiciones de relativa seguridad, pero recuerdo una ocasión en que una amiga se había hecho un aborto y, ya de vuelta en la casa, empezó a sangrar. Fuimos al hospital y nos dijeron que la iban a denunciar. Recuerdo la sangre en el ascensor. Luego intentamos que viniera un médico. Llamamos a tres. Ninguno quería intervenir. Hasta que encontramos a uno que le dio unas pastillas. Fue algo espantoso. ¿Cuántas mujeres mueren de septicemia luego de un aborto clandestino? ¿O de una peritonitis, pero una peritonitis cuyo origen fue una infección por aborto? Creo que el aborto debe ser libre y gratuito como en Cuba. Me acuerdo que allí una chica de 16 años me contó que estaba embarazada y no se animaba a decírselo a los padres. Fue al hospital y allí la psicóloga le aconsejó que no lo hiciera. Se le practicó el aborto en el hospital, en las mejores condiciones, durante un fin de semana y a sus padres les dijo que se iba de campamento. Aquí hay cada vez más adolescentes que no están en condiciones de tener hijos y no tienen dinero ni para condones ni para aborto. Muchas veces escuché a los gays quejarse por la discriminación que sufren. Y siempre les dije que el tema del aborto y la anticoncepción es más importante porque ahí se pone en riesgo la vida.¿Cuántas tienen que morir?Graciela Dufau(actriz)Interrumpir un embarazo nunca es un deseo ni puede considerarse una decisión tomada en libertad. Recuerdo cuando me hice un aborto y mi mamá me acompañó, la sensación de delito, de que nos seguían por la calle al salir del consultorio. Graciela Fernández Meijide aconsejó el uso de un termómetro para saber cuándo la mujer está ovulando y puede quedar embarazada. Es uno de los métodos caseros de control de la natalidad. El otro día estuve en un comedor escolar adonde las mujeres acompañan a sus hijos y suelen tener, por lo menos, desde cinco hasta diez. ¿Habría que repartirles termómetros? Cuando murió un soldado, el Presidente determinóque el servicio militar no fuera obligatorio. ¿Cuántas mujeres tienen que morir para que se despenalice el aborto?Los actoressin fuerzaVirginia Franganillo(socióloga)El debate sobre el aborto se abrió con el alineamiento de Menem junto al Vaticano. Pero eso no bastó para instrumentar una política preventiva, que debería ser clave en las políticas públicas. En cuanto al plano personal, pertenezco a una generación heredera de lo bueno y lo malo de la revolución sexual. Nací en Balcarce y me recibí de socióloga en Mar del Plata. A partir de los 18 años tuve una gran vocación política en cuanto representación de los intereses colectivos y una necesidad fundamental de tener una carrera autónoma. La tuve y los progresos siempre fueron muy costosos. En ese momento, consciente o inconscientemente, no estaba en condiciones de tener un hijo. Y aborté con un sentimiento de dolor y desamparo muy grandes. Luego, cuando sentí que estaba en condiciones, decidí que quería hijos. Hace poco perdí un embarazo, por eso este tema es terriblemente perturbador para mí. Me separé y ahora voy a adoptar un chico. Cuando era presidenta del Consejo Nacional de la Mujer hice todo lo posible por que se implementaran políticas que favorecieran la salud reproductiva de las mujeres. Hoy el debate sobre el aborto se abre desde el poder que tiene una posición penalizadora. Y entre sus oponentes no hay ninguno con fuerza. El actor es débil y no existe ningún canal público que represente a las mujeres.Zulema saleal cruceLaura Bonaparte (psicoanalista)Yo quisiera abrazar a Zulema, que me despierta en estos momentos una inmensa ternura, por su soledad y por los riesgos que corre. Y la acompaño en su exigencia por saber sobre la muerte de su hijo. Aunque ella no sea feminista, sus actos sí lo son. Y quiero abrazarla por haber salido al paso de estos que se alinearon con los que fueron responsables de tantas muertes. A mi hija Noni la mataron en el período en que estaba amamantando y fue una verdadera odisea reencontrarme con uno de mis nietos. Y son los mismos que establecen el Día del Niño no Nacido, cuando no hay niño hasta después que nazca. Yo quedé embarazada, después del nacimiento de mi última hija, Irenita (desaparecida junto con mi hijo Víctor). Los médicos me dijeron que no era aconsejable tener otro hijo en ese momento, que mi cuerpo no lo resistiría, que lo dejara descansar. Me acompañó mi marido, bioquímico, a un lugar, por supuesto clandestino, en Morón. No se lo pude contar ni siquiera a mi madre. Recuerdo la sensación de haberme dejado anestesiar por esos seres anónimos, de sufrir los efectos de una ley arcaica. Y un comentario malévolo, algo así como “mirá, estas señoras, cómo les gusta divertirse y después vienen aquí a que uno les arregle el asunto”. Todavía levanto la consigna: Anticonceptivos para no abortar/ Aborto legal para no morir. Un lugarvergonzanteMaría José Gabín (actriz) El aborto es una situación límite. Y eso que la clase media lo hace en las mejores condiciones, con un té de por medio y una conversación con el marido –que suele acompañar– y a través de una suma de dinero que no lleva a la quiebra. Y aun en esas condiciones se siente que el engaño y el peligro están presentes o no se sabe a dónde recurrir. Hay que sacar el tema del aborto del lugar vergonzante que tiene, como el del sida. A mí la experiencia me llegó muy tarde, mucho después de lo que había imaginado. Pero, hasta cuando tuve a mi hijo, se presentó la posibilidad de abortar porque tuve miedo, luego lo tuve y fui feliz. Debería, desde la ley, despenalizarse el aborto y favorecerse la anticoncepción popular. Los riesgosque se correnInda Ledesma(actriz)Tengo dos hijos que son producto de una planificación familiar. Ya mis padres habían planificado de la misma manera teniendo también dos hijos. Lo hacían a través del aborto y del preservativo. “Te colaste por un error”, me decía mi madre con fines educativos. Yo descalifico mi propia opinión típica de la clase media que aspira a la seguridad y tiene los medios para obtenerla, pero es la gente que tiene un hijo por año la que tiene que ser protegida en los lugares públicos e informada sobre sus derechos. Aquellos de los que se piensa (aunque no haya trabajo) ¿cómo se van a dar el lujo éstos de no dar a luz mano de obra barata? Cuando yo aborté estaba protegida por mi esposo, por mi relación con el médico, pero igual sé que corrí riesgos. Como se corren riesgos cuando se hace esto público ante los propios hijos, que preferirían que no declaráramos algo que implicó haber tenido relaciones sexuales. Pero tengo claro de que en un aborto clandestino, yo, como tantas mujeres, no impido una vida, sino que arriesgo la mía.

 

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Por Beatriz Sarlo

Zulema habló. El tornillo suelto se puso a girar locamente. Alguien podría decir, Zulema es irresponsable como una heroína trágica. Pero también, irresponsable como quien quiere cobrar deudas viejas y usa lo que tiene a mano en una larga riña. La lógica de la venganza preside la revelación de Zulema Yoma. A un tema que ya estaba triturado por banalidad y cobardía, ella le da una vuelta de tuerca con una secuencia de teleteatro: cortina musical, plano de un rostro quirúrgico, línea de diálogo que suena como una bomba. Puede haber gente que se conmocione. No es mi caso. No me importa si Menem la acompañó a Zulema Yoma a abortar. Ni siquiera pienso que valga la pena hablar de doble discurso. Es posible decir “yo aborté”. Yo lo he dicho, lo he escrito. Se trata de una decisión difícil (la de decirlo) porque hace público un hecho de conciencia. La frase “yo aborté” es personalísima y no admite el agregado de ayudantes o, si se quiere llamarlos así, cómplices. La frase “yo aborté” significa: yo tomé una resolución que estaba penada por la ley. Esto es lo que interesa, no el relato de las circunstancias de una decisión a la que llegué meditadamente, sin mayores presiones externas, en las condiciones sanitarias adecuadas. Como Zulema Yoma. Cortemos el friso de caras compungidas y pasemos a lo que importa.Nadie quiere el aborto. Muchas mujeres lo necesitan. Graciela Fernández Meijide, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Elva Roulet, en la Asamblea Constituyente de 1994 lo declaraban sin vacilaciones. Duhalde, que losabe, chantajea a los candidatos de la Alianza. Ellos se agachan, ocultan el cuerpo o se desdicen, por varias razones. La primera: los políticos quizá piensen sinceramente que hay que sustraer el tema del aborto de los avatares de una campaña electoral. Vale la pena recordar que, en España, Felipe González ganó muchos votos para el PSOE cuando se pronunció a favor del aborto. Esa actitud sería desaconsejada por cualquier asesor de discurso, cuyo ideal de campaña es flotar sobre aceite y evitar el debate de ideas.La segunda razón: el aborto se ha convertido, en los últimos años, en un tema de especulaciones políticas como jamás lo había sido antes. Menem, con hipocresía suprema, instituyó el Día del Niño Nonato. Ese desafío carnavalesco es hipócrita no porque haya acompañado a Zulema en su aborto, sino porque su gobierno fue insensible al sufrimiento de centenares de miles de chicos miserables. Es hipócrita por la mortalidad infantil en ascenso, no por la revelación operística de Zulema Yoma. Ella cortó la canción sentimental del Presidente. Pero no cortó los argumentos salvo para quienes piensen que un acto de hace dos décadas invalida para tomar una posición hoy: el porro que se fumó Clinton.En tercer lugar, está la Iglesia que, como nunca, traza los límites dentro de los cuales pueden moverse los políticos, aunque hoy no se agregue al chantaje ya que De la Rúa es hombre de su confianza. La vigilancia de la Iglesia se legitima en su “opción por los pobres”. Nadie discute esta opción ni sus méritos. Sin embargo, esto no convierte a la Iglesia en Corte Suprema de los valores para creyentes y no creyentes. La Iglesia sólo es universal para sus miembros. Finalmente, pesa la opinión pública (o lo que se cree saber sobre ella). Quizá los sectores populares siempre hayan recurrido al aborto sin aprobarlo moralmente, por estado de necesidad, por indefensión. Y en las capas medias, incluso entre los intelectuales, no está de moda hablar de la libertad de elección de las mujeres. Este es un tema viejo para el actual humor posmoderno. Tiene un relente de sesentismo y de radicalidad. Pero, como no se trata sólo de un tema cultural, digamos que las leyes permiten el aborto en la mayoría de los países europeos y de los estados norteamericanos. En el Primer Mundo, las mujeres no son penalizadas por una decisión de conciencia. Las mujeres de los países pobres, en cambio, pueden morir por una decisión de necesidad.

 

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