Por M.M. El 5 de abril de 1971 Le Nouvel
Observateur publicó un documento titulado Je me suis fait avorter. Lo firmaban, entre
otra mujeres notorias, Jeanne Moreau, Catherine Deneuve, Marguerite Duras y Simone de
Beauvoir. El texto decía: Un millón de mujeres abortan cada año en Francia. Ellas
lo hacen en condiciones peligrosas a causa de la clandestinidad a la cual están
condenadas, cuando esta operación practicada bajo control médico es de las más simples.
Se hace silencio sobre este millón de mujeres. Yo declaro ser una de ellas. Yo declaro
haber abortado. De la misma manera que nosotras reclamamos el libre acceso a los medios
anticonceptivos, reclamamos el aborto libre. El tono era el de la época, áspero,
de barricada, silenciador en su síntesis del sufrimiento que el aborto inflige a las
mujeres y de su dimensión de acto que, más allá de su status jurídico, jamás puede
asociarse del todo con la palabra libertad. Pero le daba cuerpo y voz a un
silencio que derramaba sangre femenina en el espíritu cartesiano, alejaba de las
metáforas del marqués de Sade y sería fundante en el movimiento de mujeres. También
para la Argentina. Si la violencia doméstica se hizo visible fundamentalmente a través
de la emergencia del caso Monzón en la prensa amarilla, el movimiento de diversos grupos
de mujeres contribuyó a una visibilización sin retorno. Del mismo modo, el hecho de que
el aborto haya sido utilizado en la campaña electoral y denunciado con un estilo más
cercano al de la vendetta que al de la intervención política permite, sin embargo, la
aparición de otras voces, las del género, y en donde la primera persona tiene en este
caso un valor colectivo. Son pocas, pero no necesitaron esperar a que el tema del aborto
se descampañice para dejarse oír. Lejos de despolitizarlo, lo repolitizaron
desde otro lugar. Su único respaldo es el trabajo que, en torno de los derechos
reproductivos, vienen realizando diversos grupos de mujeres mucho antes de la hora de las
urnas. Al manifiesto Je me suis fait avorter lo firmaron 343 mujeres, 343
sinvergüenzas, según Simone de Beauvoir. En este caso las sinvergüenzas (se
propone escuchar esta palabra en su sentido de sin hipocresía) son nueve. Una escribe,
ocho dan su testimonio oral. Todas ponen en palabras aquel estribillo de los dinosaurios
que aún tiene vigencia: Lo personal es político.HipocresíapolíticaMartha
Bianchi(actriz)Que el aborto se haya convertido en parte de la campaña electoral habla de
la hipocresía de los políticos que se meten en un tema en donde no son protagonistas, y
sobre todo del que no son víctimas. En 1985 el Congreso nacional aprobó el tratado
internacional Convención sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra
la Mujer, que obliga a los estados a dar información sobre planificación familiar y
defiende el derecho de las mujeres a decidir cuándo tener un hijo, cuántos tener y con
qué período de tiempo entre uno y otro. Pero nada de eso se cumple. Algunos piensan que
despenalizar el aborto es impulsarlo, en cambio es impedir la muerte de las mujeres, sobre
todo de las pobres. Una mujer aborta cuando hay un hombre que se borra, una familia que no
ampara y una sociedad que no genera las condiciones para que no muera durante una
operación clandestina. Yo también aborté.Despenalizado,libre, gratuitoLuisa Valenzuela
(escritora)Yo aborté en una época donde había algo así como consultorios abiertos,
algo que tiene que ver con el cinismo argentino. El médico que me practicó el aborto era
un ginecólogo y obstetra reconocido. El hacía todo lo posible para que las mujeres que
deseaban concebir lo hicieran en las mejores condiciones y ayudaba, al mismo tiempo, a que
interrumpieran su embarazo aquellas que, por alguna razón, no querían tener hijos. Es
decir, estaba a favor del nacimiento cuando éste era deseado. Y ayudaba a abortar sobre
todo a las mujeres pobres. Al consultorio de este hombre, que nos trataba con gran respeto
y humanidad, yo acompañé a varias amigas y él estaba muy convencido de lo que hacía.
Creo que el aborto debe ser despenalizado, libre y gratuito. Pero en este momento me
parece fundamental empezar por la prevención. No insistir hoy en la campaña de
anticoncepción es casi asesino y se presta a toda clase de operaciones corruptas.El
modelode CubaMarcia Schvartz(artista plástica)Como alguien de clase media, lo hice en
condiciones de relativa seguridad, pero recuerdo una ocasión en que una amiga se había
hecho un aborto y, ya de vuelta en la casa, empezó a sangrar. Fuimos al hospital y nos
dijeron que la iban a denunciar. Recuerdo la sangre en el ascensor. Luego intentamos que
viniera un médico. Llamamos a tres. Ninguno quería intervenir. Hasta que encontramos a
uno que le dio unas pastillas. Fue algo espantoso. ¿Cuántas mujeres mueren de septicemia
luego de un aborto clandestino? ¿O de una peritonitis, pero una peritonitis cuyo origen
fue una infección por aborto? Creo que el aborto debe ser libre y gratuito como en Cuba.
Me acuerdo que allí una chica de 16 años me contó que estaba embarazada y no se animaba
a decírselo a los padres. Fue al hospital y allí la psicóloga le aconsejó que no lo
hiciera. Se le practicó el aborto en el hospital, en las mejores condiciones, durante un
fin de semana y a sus padres les dijo que se iba de campamento. Aquí hay cada vez más
adolescentes que no están en condiciones de tener hijos y no tienen dinero ni para
condones ni para aborto. Muchas veces escuché a los gays quejarse por la discriminación
que sufren. Y siempre les dije que el tema del aborto y la anticoncepción es más
importante porque ahí se pone en riesgo la vida.¿Cuántas tienen que morir?Graciela
Dufau(actriz)Interrumpir un embarazo nunca es un deseo ni puede considerarse una decisión
tomada en libertad. Recuerdo cuando me hice un aborto y mi mamá me acompañó, la
sensación de delito, de que nos seguían por la calle al salir del consultorio. Graciela
Fernández Meijide aconsejó el uso de un termómetro para saber cuándo la mujer está
ovulando y puede quedar embarazada. Es uno de los métodos caseros de control de la
natalidad. El otro día estuve en un comedor escolar adonde las mujeres acompañan a sus
hijos y suelen tener, por lo menos, desde cinco hasta diez. ¿Habría que repartirles
termómetros? Cuando murió un soldado, el Presidente determinóque el servicio militar no
fuera obligatorio. ¿Cuántas mujeres tienen que morir para que se despenalice el
aborto?Los actoressin fuerzaVirginia Franganillo(socióloga)El debate sobre el aborto se
abrió con el alineamiento de Menem junto al Vaticano. Pero eso no bastó para
instrumentar una política preventiva, que debería ser clave en las políticas públicas.
En cuanto al plano personal, pertenezco a una generación heredera de lo bueno y lo malo
de la revolución sexual. Nací en Balcarce y me recibí de socióloga en Mar del Plata. A
partir de los 18 años tuve una gran vocación política en cuanto representación de los
intereses colectivos y una necesidad fundamental de tener una carrera autónoma. La tuve y
los progresos siempre fueron muy costosos. En ese momento, consciente o inconscientemente,
no estaba en condiciones de tener un hijo. Y aborté con un sentimiento de dolor y
desamparo muy grandes. Luego, cuando sentí que estaba en condiciones, decidí que quería
hijos. Hace poco perdí un embarazo, por eso este tema es terriblemente perturbador para
mí. Me separé y ahora voy a adoptar un chico. Cuando era presidenta del Consejo Nacional
de la Mujer hice todo lo posible por que se implementaran políticas que favorecieran la
salud reproductiva de las mujeres. Hoy el debate sobre el aborto se abre desde el poder
que tiene una posición penalizadora. Y entre sus oponentes no hay ninguno con fuerza. El
actor es débil y no existe ningún canal público que represente a las mujeres.Zulema
saleal cruceLaura Bonaparte (psicoanalista)Yo quisiera abrazar a Zulema, que me despierta
en estos momentos una inmensa ternura, por su soledad y por los riesgos que corre. Y la
acompaño en su exigencia por saber sobre la muerte de su hijo. Aunque ella no sea
feminista, sus actos sí lo son. Y quiero abrazarla por haber salido al paso de estos que
se alinearon con los que fueron responsables de tantas muertes. A mi hija Noni la mataron
en el período en que estaba amamantando y fue una verdadera odisea reencontrarme con uno
de mis nietos. Y son los mismos que establecen el Día del Niño no Nacido, cuando no hay
niño hasta después que nazca. Yo quedé embarazada, después del nacimiento de mi
última hija, Irenita (desaparecida junto con mi hijo Víctor). Los médicos me dijeron
que no era aconsejable tener otro hijo en ese momento, que mi cuerpo no lo resistiría,
que lo dejara descansar. Me acompañó mi marido, bioquímico, a un lugar, por supuesto
clandestino, en Morón. No se lo pude contar ni siquiera a mi madre. Recuerdo la
sensación de haberme dejado anestesiar por esos seres anónimos, de sufrir los efectos de
una ley arcaica. Y un comentario malévolo, algo así como mirá, estas señoras,
cómo les gusta divertirse y después vienen aquí a que uno les arregle el asunto.
Todavía levanto la consigna: Anticonceptivos para no abortar/ Aborto legal para no morir.
Un lugarvergonzanteMaría José Gabín (actriz) El aborto es una situación límite. Y eso
que la clase media lo hace en las mejores condiciones, con un té de por medio y una
conversación con el marido que suele acompañar y a través de una suma de
dinero que no lleva a la quiebra. Y aun en esas condiciones se siente que el engaño y el
peligro están presentes o no se sabe a dónde recurrir. Hay que sacar el tema del aborto
del lugar vergonzante que tiene, como el del sida. A mí la experiencia me llegó muy
tarde, mucho después de lo que había imaginado. Pero, hasta cuando tuve a mi hijo, se
presentó la posibilidad de abortar porque tuve miedo, luego lo tuve y fui feliz.
Debería, desde la ley, despenalizarse el aborto y favorecerse la anticoncepción popular.
Los riesgosque se correnInda Ledesma(actriz)Tengo dos hijos que son producto de una
planificación familiar. Ya mis padres habían planificado de la misma manera teniendo
también dos hijos. Lo hacían a través del aborto y del preservativo. Te colaste
por un error, me decía mi madre con fines educativos. Yo descalifico mi propia
opinión típica de la clase media que aspira a la seguridad y tiene los medios para
obtenerla, pero es la gente que tiene un hijo por año la que tiene que ser protegida en
los lugares públicos e informada sobre sus derechos. Aquellos de los que se piensa
(aunque no haya trabajo) ¿cómo se van a dar el lujo éstos de no dar a luz mano de obra
barata? Cuando yo aborté estaba protegida por mi esposo, por mi relación con el médico,
pero igual sé que corrí riesgos. Como se corren riesgos cuando se hace esto público
ante los propios hijos, que preferirían que no declaráramos algo que implicó haber
tenido relaciones sexuales. Pero tengo claro de que en un aborto clandestino, yo, como
tantas mujeres, no impido una vida, sino que arriesgo la mía.
opinion |
Por
Beatriz Sarlo |
Zulema
habló. El tornillo suelto se puso a girar locamente. Alguien podría decir, Zulema es
irresponsable como una heroína trágica. Pero también, irresponsable como quien quiere
cobrar deudas viejas y usa lo que tiene a mano en una larga riña. La lógica de la
venganza preside la revelación de Zulema Yoma. A un tema que ya estaba triturado por
banalidad y cobardía, ella le da una vuelta de tuerca con una secuencia de teleteatro:
cortina musical, plano de un rostro quirúrgico, línea de diálogo que suena como una
bomba. Puede haber gente que se conmocione. No es mi caso. No me importa si Menem la
acompañó a Zulema Yoma a abortar. Ni siquiera pienso que valga la pena hablar de doble
discurso. Es posible decir yo aborté. Yo lo he dicho, lo he escrito. Se trata
de una decisión difícil (la de decirlo) porque hace público un hecho de conciencia. La
frase yo aborté es personalísima y no admite el agregado de ayudantes o, si
se quiere llamarlos así, cómplices. La frase yo aborté significa: yo tomé
una resolución que estaba penada por la ley. Esto es lo que interesa, no el relato de las
circunstancias de una decisión a la que llegué meditadamente, sin mayores presiones
externas, en las condiciones sanitarias adecuadas. Como Zulema Yoma. Cortemos el friso de
caras compungidas y pasemos a lo que importa.Nadie quiere el aborto. Muchas mujeres lo
necesitan. Graciela Fernández Meijide, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Elva Roulet, en
la Asamblea Constituyente de 1994 lo declaraban sin vacilaciones. Duhalde, que losabe,
chantajea a los candidatos de la Alianza. Ellos se agachan, ocultan el cuerpo o se
desdicen, por varias razones. La primera: los políticos quizá piensen sinceramente que
hay que sustraer el tema del aborto de los avatares de una campaña electoral. Vale la
pena recordar que, en España, Felipe González ganó muchos votos para el PSOE cuando se
pronunció a favor del aborto. Esa actitud sería desaconsejada por cualquier asesor de
discurso, cuyo ideal de campaña es flotar sobre aceite y evitar el debate de ideas.La
segunda razón: el aborto se ha convertido, en los últimos años, en un tema de
especulaciones políticas como jamás lo había sido antes. Menem, con hipocresía
suprema, instituyó el Día del Niño Nonato. Ese desafío carnavalesco es hipócrita no
porque haya acompañado a Zulema en su aborto, sino porque su gobierno fue insensible al
sufrimiento de centenares de miles de chicos miserables. Es hipócrita por la mortalidad
infantil en ascenso, no por la revelación operística de Zulema Yoma. Ella cortó la
canción sentimental del Presidente. Pero no cortó los argumentos salvo para quienes
piensen que un acto de hace dos décadas invalida para tomar una posición hoy: el porro
que se fumó Clinton.En tercer lugar, está la Iglesia que, como nunca, traza los límites
dentro de los cuales pueden moverse los políticos, aunque hoy no se agregue al chantaje
ya que De la Rúa es hombre de su confianza. La vigilancia de la Iglesia se legitima en su
opción por los pobres. Nadie discute esta opción ni sus méritos. Sin
embargo, esto no convierte a la Iglesia en Corte Suprema de los valores para creyentes y
no creyentes. La Iglesia sólo es universal para sus miembros. Finalmente, pesa la
opinión pública (o lo que se cree saber sobre ella). Quizá los sectores populares
siempre hayan recurrido al aborto sin aprobarlo moralmente, por estado de necesidad, por
indefensión. Y en las capas medias, incluso entre los intelectuales, no está de moda
hablar de la libertad de elección de las mujeres. Este es un tema viejo para el actual
humor posmoderno. Tiene un relente de sesentismo y de radicalidad. Pero, como no se trata
sólo de un tema cultural, digamos que las leyes permiten el aborto en la mayoría de los
países europeos y de los estados norteamericanos. En el Primer Mundo, las mujeres no son
penalizadas por una decisión de conciencia. Las mujeres de los países pobres, en cambio,
pueden morir por una decisión de necesidad. |
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