Página/12 en México
Por Mempo Giardinelli Desde México, D.F. No hay otro tema en este
país: el suicidio de Mario Ruiz Massieu ha conmovido al sistema mexicano hasta los mismos
sótanos del poder. Y sobre todo su carta, en la que denuncia como “mis
asesinos” a media docena de altas personalidades de la política mexicana encabezadas
nada menos que por el presidente Ernesto Zedillo, a quien menciona cinco veces a lo largo
de su única carilla. En medio de la conmoción, el presidente es el único que ha
guardado completo silencio. Pero a su alrededor, toda la clase política priísta se ha
lanzado a condenar al finado. En primer lugar el procurador general de la República,
Jorge Madrazo Cuéllar, quien, presa de los nervios, no esperó a que terminaran los
festejos del día de la independencia para convocar a una urgente conferencia de prensa en
la que trató al suicida de “psicópata”, “dañino”, mentiroso y
cobarde, entre otras cosas.También se pronunciaron, con diferentes tonos condenatorios,
otros ex procuradores también aludidos: Jorge Carpizo (ex rector de la UNAM y ex ministro
del interior de Carlos Salinas de Gortari) y Antonio Lozano Gracia (afiliado al PAN, con
lo cual el escándalo también involucra, en cierto modo, a la oposición de derecha). Por
su parte la Secretaría de Gobernación (ministerio del interior) se apresuró a hacer
pública una extensísima relación cronológica del caso, que publicaron el viernes todos
los diarios menos el opositor La Jornada y que fundamenta la posición oficial de
considerar a MRM un delincuente y un traidor.La oposición, en cambio, se mantuvo en un
notorio silencio: el presidenciable Cuauhtemoc Cárdenas se limitó a calificar de
“lamentable” el suicidio. Su rival Vicente Fox dijo simplemente: “Pues si
decidió quitarse la vida, allá él”. Y los líderes partidarios Carlos Medina
Plascencia (PAN) y Carlos Navarrete (PRD) no fueron más allá de pedir que el gobierno
exija “toda la información” a los Estados Unidos.La contundencia, la velocidad
y sobre todo la unanimidad en la condena al suicida fue lo que más llamó la atención de
los observadores. Prácticamente no hubo dirigente priísta de peso que no cerrara filas y
aludiera de algún modo a la “inestabilidad emocional”, la “profunda
depresión”, la “mitomanía” o la simple “locura” de Mario Ruiz
Massieu, quien abandonó el PRI en 1994 asqueado –dijo entonces– por las
protecciones y padrinazgos que impedían el esclarecimiento de los asesinatos de su
hermano José Francisco y, meses antes, del mismísimo candidato presidencial Luis Donaldo
Colosio.En aquellos días, miles de ciudadanos, columnistas de todos los medios, los
partidos de oposición y diversas organizaciones sociales simpatizaron con su actuación
como investigador del crimen de su hermano, para lo cual había sido expresamente
autorizado por el entonces presidente Salinas de Gortari. Su libro Yo acuso. Denuncia de
un crimen político fue un bestseller. Pero todo se desmoronó el 28 de febrero de 1995,
cuando fue detenido Raúl Salinas, hermano del anterior presidente, por una larga lista de
delitos que aún hoy lo mantienen en la cárcel y entre ellos la acusación de ser autor
intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu (quien entonces se desempeñaba
como presidente del PRI y era además su ex cuñado). Fue precisamente el panista Lozano
Gracia quien le dio el golpe homónimo: “Mario encubrió a Raúl” fue la idea
lanzada, lo cual no sólo lo travestía de investigador a encubridor sino que además lo
consagraba como traidor a la memoria de su propio hermano. Al día siguiente comenzó su
vía crucis. Fue llamado a declarar por el fiscal general Pablo Chapa (otro de los
mencionados en su carta de suicida) y el 2 de marzo declaró durante seis horas y partió
rumbo a los Estados Unidos.Pero fue detenido –el día 3– en el aeropuerto de
Newark justo cuando iba a viajar a España y por un delito menor: llevaba consigo 46.000
dólares pero había declarado solamente ocho mil. Entre el 5 y el 6 el gobierno mexicano
pidió el embargo precautorio de una cuenta a su nombre con casi diez millones de dólares
en el Texas Commerce Bank de Houston e inició el primer pedido de extradición
acusándolo de abuso de autoridad, tráfico de drogas, lavado de dinero y más de veinte
otros delitos.Por entonces ya casi nadie creía en su inocencia, aunque el gobierno
norteamericano jamás concedió la extradición (hubo otros cuatro pedidos formales)
porque las evidencias criminales que presentaba el gobierno mexicano no resultaban
suficientes. Al parecer, según sugirió su abogado mexicano Javier Olea Pelaez, Ruiz
Massieu se fue quedando sin dinero y tenía miedo de ya no poder afrontar su propia
defensa. De hecho el “caso Ruiz Massieu” se convirtió en un gravísimo problema
para las relaciones bilaterales: su arresto domiciliario en Nueva Jersey provocó una
sucesión de procesos legales que ofrecieron a los Estados Unidos no pocas evidencias
sobre la corrupción imperante en el sistema político del país vecino. Pero esto a su
vez produjo tensiones a punto tal que hasta el secretario de Estado Warren Christopher
determinó en una misiva oficial (fechada en diciembre de 1995 pero que se conoció ahora)
que “habría consecuencias severas para los intereses de los Estados Unidos si Ruiz
Massieu no es deportado a México”. Fuentes bien informadas de la capital mexicana
deslizaron ante Página/12 una interpretación que no aparece en los periódicos: “Es
una estupidez ponerse a buscar, como en los asesinatos por encargo, a quién beneficia y a
quién perjudica este suicidio. La carta tiene señalamientos más que evidentes:
mencionar cinco veces un nombre no es poca cosa. Pero lo que desnuda esta tragedia, aparte
de la inocencia o culpabilidad del suicida, es la incapacidad del sistema de
autorregenerarse. En momentos en que la lucha por la candidatura priísta es feroz, y
zedillistas y viejos salinistas se sacan los ojos, esto enturbia el proceso electoral. Es,
de hecho, una mancha de salsa picante que cae sobre el tapete de una sociedad descreída
que ve, para colmo, que la oposición tampoco representa un horizonte confiable. Por eso
este suicidio ha puesto a todos tan nerviosos”.
Ruiz
Massieu: un apellido de antología |
Por M. G.La familia Ruiz
Massieu, originaria del puerto de Acapulco, estado de Guerrero, tiene una historia
trágica que se inicia con un episodio escalofriante. Es fama en el precioso balneario que
el mayor de los siete hijos del Dr. Wilfrido Ruiz Quintanilla (médico del Seguro Social)
y de Refugio Massieu (periodista del diario El Trópico) era un típico “junior”
de la sociedad acapulqueña de los años ‘60, dedicado a ligar turistas y a pasarla
bien. También de nombre Wilfrido, en enero de 1965 y cuando contaba 22 años de edad,
embarazó a la hija de un reconocido joyero de la ciudad, llamado Víctor Manuel
Corral.Una vez en conocimiento del estado de su hija, Corral se dirigió a la residencia
de los Ruiz Massieu para reclamar que el joven Wilfrido asumiera su responsabilidad y se
casara con su hija. Pero la dueña de casa lo echó sin mayores contemplaciones,
gritándole que la muchacha no estaba a la altura social de su hijo. Y no conforme con
ello, al día siguiente escribió en su columna de El Trópico un artículo titulado
“La dama de lanoche”, en el que revelaba el nombre y las supuestas “malas
costumbres” de la joven Corral. Cuando leyó el brulote, la muchacha se suicidó. Y
al otro día, después del entierro y todavía lloroso, el joyero volvió a la casa de los
Ruiz Massieu en busca del joven Wilfrido. Como no lo encontró, y completamente
desencajado, cuentan en Acapulco que lo buscó por el malecón hasta que dio con él y sus
amigotes. Wilfrido intentó huir, pero Corral le disparó todas las balas del arma que
llevaba, acto en el cual también mató a Roberto, el segundo de los hermanos Ruiz
Massieu. El enloquecido joyero acapulqueño regresó entonces al cementerio y, frente a la
flamante tumba de su hija, se suicidó de un tiro en la sien.Casi treinta años después
fue asesinado el tercero de los hijos: José Francisco, por entonces presidente del
todopoderoso PRI. A la cabeza de la investigación se puso su hermano Mario, al momento
subprocurador general de la república. Es el que ahora se ha suicidado mientras el menor
de los siete, Arturo, está prófugo por la presunta venta de terrenos fiscales del estado
de Guerrero a ciudadanos norteamericanos. Sólo los dos restantes, Armando y Maricela,
viajaron a Nueva Jersey para repatriar los restos de Mario, pues, han declarado,
“nuestros padres están ya viejos y demasiado desgarrados como para viajar”. |
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