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Disparen contra el finado que hoy estremece a México

La carta de suicidio de Mario Ruiz Massieu manchó a toda la clase política en el poder. Y el escándalo recién empieza.

Nombre: “La carta tiene señalamientos más que evidentes: mencionar cinco veces un nombre (el del presidente Zedillo) no es poca cosa.”

Ruiz Massieu, un suicidio contra los hombres del poder.
Lo acusan de loco, pero él los acusó de muchísimo más.

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Página/12 en México
Por Mempo Giardinelli Desde México, D.F.

t.gif (862 bytes) No hay otro tema en este país: el suicidio de Mario Ruiz Massieu ha conmovido al sistema mexicano hasta los mismos sótanos del poder. Y sobre todo su carta, en la que denuncia como “mis asesinos” a media docena de altas personalidades de la política mexicana encabezadas nada menos que por el presidente Ernesto Zedillo, a quien menciona cinco veces a lo largo de su única carilla. En medio de la conmoción, el presidente es el único que ha guardado completo silencio. Pero a su alrededor, toda la clase política priísta se ha lanzado a condenar al finado. En primer lugar el procurador general de la República, Jorge Madrazo Cuéllar, quien, presa de los nervios, no esperó a que terminaran los festejos del día de la independencia para convocar a una urgente conferencia de prensa en la que trató al suicida de “psicópata”, “dañino”, mentiroso y cobarde, entre otras cosas.También se pronunciaron, con diferentes tonos condenatorios, otros ex procuradores también aludidos: Jorge Carpizo (ex rector de la UNAM y ex ministro del interior de Carlos Salinas de Gortari) y Antonio Lozano Gracia (afiliado al PAN, con lo cual el escándalo también involucra, en cierto modo, a la oposición de derecha). Por su parte la Secretaría de Gobernación (ministerio del interior) se apresuró a hacer pública una extensísima relación cronológica del caso, que publicaron el viernes todos los diarios menos el opositor La Jornada y que fundamenta la posición oficial de considerar a MRM un delincuente y un traidor.La oposición, en cambio, se mantuvo en un notorio silencio: el presidenciable Cuauhtemoc Cárdenas se limitó a calificar de “lamentable” el suicidio. Su rival Vicente Fox dijo simplemente: “Pues si decidió quitarse la vida, allá él”. Y los líderes partidarios Carlos Medina Plascencia (PAN) y Carlos Navarrete (PRD) no fueron más allá de pedir que el gobierno exija “toda la información” a los Estados Unidos.La contundencia, la velocidad y sobre todo la unanimidad en la condena al suicida fue lo que más llamó la atención de los observadores. Prácticamente no hubo dirigente priísta de peso que no cerrara filas y aludiera de algún modo a la “inestabilidad emocional”, la “profunda depresión”, la “mitomanía” o la simple “locura” de Mario Ruiz Massieu, quien abandonó el PRI en 1994 asqueado –dijo entonces– por las protecciones y padrinazgos que impedían el esclarecimiento de los asesinatos de su hermano José Francisco y, meses antes, del mismísimo candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.En aquellos días, miles de ciudadanos, columnistas de todos los medios, los partidos de oposición y diversas organizaciones sociales simpatizaron con su actuación como investigador del crimen de su hermano, para lo cual había sido expresamente autorizado por el entonces presidente Salinas de Gortari. Su libro Yo acuso. Denuncia de un crimen político fue un bestseller. Pero todo se desmoronó el 28 de febrero de 1995, cuando fue detenido Raúl Salinas, hermano del anterior presidente, por una larga lista de delitos que aún hoy lo mantienen en la cárcel y entre ellos la acusación de ser autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu (quien entonces se desempeñaba como presidente del PRI y era además su ex cuñado). Fue precisamente el panista Lozano Gracia quien le dio el golpe homónimo: “Mario encubrió a Raúl” fue la idea lanzada, lo cual no sólo lo travestía de investigador a encubridor sino que además lo consagraba como traidor a la memoria de su propio hermano. Al día siguiente comenzó su vía crucis. Fue llamado a declarar por el fiscal general Pablo Chapa (otro de los mencionados en su carta de suicida) y el 2 de marzo declaró durante seis horas y partió rumbo a los Estados Unidos.Pero fue detenido –el día 3– en el aeropuerto de Newark justo cuando iba a viajar a España y por un delito menor: llevaba consigo 46.000 dólares pero había declarado solamente ocho mil. Entre el 5 y el 6 el gobierno mexicano pidió el embargo precautorio de una cuenta a su nombre con casi diez millones de dólares en el Texas Commerce Bank de Houston e inició el primer pedido de extradición acusándolo de abuso de autoridad, tráfico de drogas, lavado de dinero y más de veinte otros delitos.Por entonces ya casi nadie creía en su inocencia, aunque el gobierno norteamericano jamás concedió la extradición (hubo otros cuatro pedidos formales) porque las evidencias criminales que presentaba el gobierno mexicano no resultaban suficientes. Al parecer, según sugirió su abogado mexicano Javier Olea Pelaez, Ruiz Massieu se fue quedando sin dinero y tenía miedo de ya no poder afrontar su propia defensa. De hecho el “caso Ruiz Massieu” se convirtió en un gravísimo problema para las relaciones bilaterales: su arresto domiciliario en Nueva Jersey provocó una sucesión de procesos legales que ofrecieron a los Estados Unidos no pocas evidencias sobre la corrupción imperante en el sistema político del país vecino. Pero esto a su vez produjo tensiones a punto tal que hasta el secretario de Estado Warren Christopher determinó en una misiva oficial (fechada en diciembre de 1995 pero que se conoció ahora) que “habría consecuencias severas para los intereses de los Estados Unidos si Ruiz Massieu no es deportado a México”. Fuentes bien informadas de la capital mexicana deslizaron ante Página/12 una interpretación que no aparece en los periódicos: “Es una estupidez ponerse a buscar, como en los asesinatos por encargo, a quién beneficia y a quién perjudica este suicidio. La carta tiene señalamientos más que evidentes: mencionar cinco veces un nombre no es poca cosa. Pero lo que desnuda esta tragedia, aparte de la inocencia o culpabilidad del suicida, es la incapacidad del sistema de autorregenerarse. En momentos en que la lucha por la candidatura priísta es feroz, y zedillistas y viejos salinistas se sacan los ojos, esto enturbia el proceso electoral. Es, de hecho, una mancha de salsa picante que cae sobre el tapete de una sociedad descreída que ve, para colmo, que la oposición tampoco representa un horizonte confiable. Por eso este suicidio ha puesto a todos tan nerviosos”.

 

Ruiz Massieu: un apellido de antología

Por M. G.La familia Ruiz Massieu, originaria del puerto de Acapulco, estado de Guerrero, tiene una historia trágica que se inicia con un episodio escalofriante. Es fama en el precioso balneario que el mayor de los siete hijos del Dr. Wilfrido Ruiz Quintanilla (médico del Seguro Social) y de Refugio Massieu (periodista del diario El Trópico) era un típico “junior” de la sociedad acapulqueña de los años ‘60, dedicado a ligar turistas y a pasarla bien. También de nombre Wilfrido, en enero de 1965 y cuando contaba 22 años de edad, embarazó a la hija de un reconocido joyero de la ciudad, llamado Víctor Manuel Corral.Una vez en conocimiento del estado de su hija, Corral se dirigió a la residencia de los Ruiz Massieu para reclamar que el joven Wilfrido asumiera su responsabilidad y se casara con su hija. Pero la dueña de casa lo echó sin mayores contemplaciones, gritándole que la muchacha no estaba a la altura social de su hijo. Y no conforme con ello, al día siguiente escribió en su columna de El Trópico un artículo titulado “La dama de lanoche”, en el que revelaba el nombre y las supuestas “malas costumbres” de la joven Corral. Cuando leyó el brulote, la muchacha se suicidó. Y al otro día, después del entierro y todavía lloroso, el joyero volvió a la casa de los Ruiz Massieu en busca del joven Wilfrido. Como no lo encontró, y completamente desencajado, cuentan en Acapulco que lo buscó por el malecón hasta que dio con él y sus amigotes. Wilfrido intentó huir, pero Corral le disparó todas las balas del arma que llevaba, acto en el cual también mató a Roberto, el segundo de los hermanos Ruiz Massieu. El enloquecido joyero acapulqueño regresó entonces al cementerio y, frente a la flamante tumba de su hija, se suicidó de un tiro en la sien.Casi treinta años después fue asesinado el tercero de los hijos: José Francisco, por entonces presidente del todopoderoso PRI. A la cabeza de la investigación se puso su hermano Mario, al momento subprocurador general de la república. Es el que ahora se ha suicidado mientras el menor de los siete, Arturo, está prófugo por la presunta venta de terrenos fiscales del estado de Guerrero a ciudadanos norteamericanos. Sólo los dos restantes, Armando y Maricela, viajaron a Nueva Jersey para repatriar los restos de Mario, pues, han declarado, “nuestros padres están ya viejos y demasiado desgarrados como para viajar”.

 

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