Por Esteban Pintos La enigmática mirada del
ídolo asoma, apenas, en la tapa de un disco tributo que una variada gama de artistas, a
los que podría encuadrarse dentro del palo del rock, argentino y latinoamericano, le
brindan. De hecho, el título es bien explícito y autorreferencial: reza
Tributo a Sandro. Un disco de rock. Pero más allá de precisiones genéricas, tal vez
innecesarias, la imagen es todo. Tratándose de uno de los cinco ídolos populares más
grandes de la Argentina en el siglo XX, el destinatario del homenaje un cd que
contiene 13 versiones de Divididos, Los Fabulosos Cadillacs, Los Caballeros de la Quema,
Bersuit Vergarabat, Attaque 77, León Gieco, Erica García, Los Visitantes,
Aterciopelados, Virus, Molotov, Javiera & Los Imposibles y Bel Mondo, no se
muestra a la opinión pública y los medios a menos que él lo decida (últimamente, sólo
por la aparición de un disco o un ciclo de recitales). Ahora, en tanto un grupo de
músicos tocan y cantan sus canciones que vivieron el honor de ser Sandro por
un día, según una frase incluida en el librillo del cd, el enigma cobra
dimensión, agigantado. Nadie puede asegurar que Sandro haya escuchado el disco, aunque
sí seguramente sabe de él. Ninguno de los solistas y bandas, salvo León Gieco hace
algunos años, lo han visto personalmente, ni lo verán. Así es que durante la
presentación oficial del tributo, todo giró en torno de las frases dicen que
dijo o le hicimos llegar el compact a través de su manager. Esto
último es lo que hizo Afo Verde, a cargo de la dirección de artistas y repertorio del
disco. Aislado de todo en una casa de la ciudad de Bánfield, protegida por un muro de
cuarenta y dos metros de largo por seis de alto, Sandro alimenta su mito desde una tozuda
no-exposición. Lo mismo que Carlos Indio Solari, el cantante de Patricio Rey y sus
Redonditos de Ricota, guardado también de fans y ojos avizores en una casa quinta de
Parque Leloir. Sólo que varias décadas después. Es parte de su esencia, hasta
prefiero que sea así, le dijo Ciro Pertusi, de Attaque 77, a Página/12, en
ocasión de la presentación en sociedad del tributo. Me parece un acto de lucidez.
Evidentemente en los tejes y manejes mediáticos que una figura como la suya despierta,
debería haber perdido energía. Es una forma de cuidar su intimidad, pero una intimidad
real. No es `Me caso con una modelo, la muestro y salgo en la tele. El puede
enamorarse de quien se le antoje, o hacer lo que quiera, asegura Palo Pandolfo,
líder de los hoy ¿temporariamente? disueltos Los Visitantes. Iván Noble, cantante de
Los Caballeros de la Quema, sostiene que el misterio de Sandro es lo más
interesante de él como personaje. La manera en que construyó su propio mito y después
cómo se ríe de eso que él mismo inventó. León Gieco califica su conducta como
producto de una decisión muy importante de él. Pero también es cierto que tal vez
hoy haya perdido la práctica para enfrentar todo lo que él provoca. De historias y
anécdotas magnificadas con el paso del tiempo, sobre apariciones en la
madrugada porteña, está hecha la imaginería popular montada a su alrededor desde hace
más de dos décadas (ver recuadro). Según la historia oficial del ídolo, Roberto
Sánchez compró la casa de Bánfield suerte de Graceland enclavada en plena zona
sur del conurbano bonaerense en 1971 y recién tres años después, a mediados de
1974, se instaló allí con su madre doña Nina y su amor de entonces, Julia Visciani. En
ese momento, el secreto encanto de lo oculto cobró forma y así se mantiene hasta hoy.
Como tanto se menciona la cuestión de la intimidad o lo misterioso alrededor suyo,
termina teniendo fuerte presencia en los medios y en la gente. Y naturalmente genera una
incógnita, él sabe que al hacer eso provoca también un deseo terrible en el consumidor.
Yo mismo que me he preguntado alguna vez, sobre todo en esta última época, cuando
estábamos grabando la canción `¿Qué pasará ahí dentro? ¿Habrá orgías?
(risas). Es inevitable que todo lo que se oculta despierte más deseo, reflexiona
Pandolfo. Y agrega otro punto de vista posible para entenderlo.Habiendo tanta
hambruna generalizada, hacer alarde del poder, crea necesariamente una envidia
generalizada. Y esa envidia finalmente puede llegar a alguien tan grande como una mala
energía. Al respecto, la cobertura que algunos medios suelen dedicarle
a la reclusión en la casa de Bánfield llega, por ejemplo, a este matemático recuento
publicado este año por la revista Gente. Sobre las particularidades del muro que lo
separa del mundo exterior, el texto detalla: Lo decoran 404 piedras Mar del Plata y
lo coronan piedra más o menos 36 mil cantos rodados. Como en añejos clubes
de barrio, el borde superior es una amenazante y gigantesca dentadura de tiburón. 422
añicos de múltiples botellas (vino, whisky, gaseosas, cada uno con su colorido) al que
sólo se atreven los músculos de goma de algún gato atorrante. Añicos más o
menos, el pensamiento de León Gieco aporta otra explicación posible para el fenómeno.
No hay que olvidarse que es famoso desde que tiene diecisiete años. Ahora que anda
por los cincuenta y pico, ¿cuántos años hace que firma autógrafos? Debe tener la mano
acalambrada... Y debe estar harto de que le saquen fotos, harto de todo ese circo.
Entonces, me parece bárbaro que se guarde. Erica García, otra participante del
tributo rockero, especula que el ídolo goza con esa ausencia, con fomentar ese
misterio. Que todos nos preguntemos dónde está, con quién vive, si se enamoró o no...
Es su forma de presentarse: yo soy éste, misterioso y enigmático. Y es maravilloso que
actúe así. En este sentido, Iván Noble se pregunta si, verdaderamente, el mentado
encierro provocará algún alivio o... Quizás dentro de esas cuatro paredes es
infeliz, quizás no, quién sabe. Yo tengo la impresión de que debe ser como vivir dentro
de un placard. Pero enorme ¿no? Con pileta, parque y todo eso... Erica García
aclara que está hilando muy fino para intentar responder algo, que a la vez es muy
lindo no saberlo. Pienso que también es lógico que una persona tímida pueda construir
un castillo, como para sobrellevar eso. Y agrega que la explicación a la fidelidad
popular que se mantiene a lo largo de los años, pasa por una relación muy estrecha
la gran paradoja: a mayor distancia, mayor cariño entre público e ídolo,
sin intermediarios. Con él ocurre que la gente perdona los códigos de belleza no
cumplidos, el paso del tiempo. Para Ciro Pertusi, finalmente, una persona con
esa sensibilidad no puede andar tan tranquilamente por la calle sin que, por ejemplo, un
chico que está pidiendo limosna le provoque una lágrima. El ha visto mucho y dio mucho,
y por su salud y su sensibilidad, eligió excluirse. Es una especie de animal en
extinción.
Javiera, desde Chile, con amor Javiera Parra, de ilustre apellido, se declara eximida de opinar sobre el
misterio de la vida de Sandro porque no vivo aquí y poco puedo decir. Pero
sí se permite recordar que su acercamiento a Sandro se remonta a lo que escuchaban
mis padres. Y cuenta que siendo muy niña, realmente lo encontraba sexy...
(risas). Tengo el recuerdo de quedar impactada con su espectáculo en vivo, por
televisión. Pienso en algunos ídolos de mi país de ese estilo que,
lamentablemente, no supieron envejecer bien. Ahora, cualquier músico, aun uno de esos
productos pop prefabricados, envejecen distinto: se dedican a la producción o se ligan de
otra manera con el negocio de la música. Supongo que en aquella época eran más
ingenuos, en muchos sentidos. Ahora, en la música, el mercado es mercado y cada uno sabe
a lo que se atiene, razona. Y agrega que, incluso a varios de los ídolos de las
décadas del sesenta y setenta en países como la Argentina y Chile (aunque no sea el caso
de Sandro), les tocó un momento jodido. Y despues, con las dictaduras, fue peor.
Muchos de ellos siguieron saliendo en televisión y eso lo pagaron después.
¿Roberto?, ¿qué Roberto?
Habla Roberto, contó León Gieco que
escuchó del otro lado de la línea telefónica. ¿Qué Roberto?, respondió
Gieco. Sandro, pelotudo, escuchó como introducción a una invitación a
grabar al santuario de Bánfield. Tenía todo listo, los arreglos, todo. Tardamos
cinco minutos en grabar la canción. Y después pasamos siete horas charlando... Después,
sólo lo vi en el Gran Rex, cuando hace su show, remató el santafesino. Las
historias sobre Sandro, sus hábitos nocturnos, sus muestras de generosidad y por supuesto
la historia del grupo de rockabilly Pelvis, quienes cierta vez grabaron un disco producido
por Sandro... Sin ver nunca a Sandro. Concurrieron religiosamente cada día durante varias
semanas a grabar las canciones, y siempre con la esperanza de conocerlo personalmente.
Hoy lo vamos a conocer, contaron alguna vez sus integrantes que pensaban cada
día que se dirigían a Bánfield. Pero ese día nunca llegó. Sólo escucharon, desde el
estudio, la voz de Roberto Sánchez en vivo y en directo, pero desde la cabina de control.
Nada más. |
OPINION
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