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Por Juan José Panno Perdió Boca. Perdió el partido, perdió el invicto, perdió la posibilidad de llegar a la punta del campeonato, perdió a Ibarra que se lesionó, perdió a Palermo, que se hizo expulsar como un pavo, perdió a Barhijo que se hizo echar tontamente en la reserva, perdió la imagen de equipo sólido, y seguramente perderá la calma frente a lo que se le viene: dos partidos contra San Lorenzo, uno por la Copa Mercosur y el otro por el campeonato. Ganó Vélez. Ganó tres puntos, ganó porque pegó primero, ganó porque terminó pegando, ganó en el duelo Chilavert-Palermo, ganó confianza para enfrentar lo que se le viene en el campeonato local: Gimnasia y Esgrima de Jujuy en Liniers y Boca en el Monumental. La tabla canta que ahora Vélez y Boca comparten el segundo puesto con 14 puntos, pero el espejo donde se reflejan devuelve imágenes opuestas: la sonrisa abierta de uno, el rictus amargo del otro. Boca se quebró en la adversidad, se sintió perseguido, padeció largos momentos de neurosis colectiva, perdió identidad, mostró impotencia; fue un equipo vulnerable. La triste imagen de Palermo, caminando lentamente hacia los vestuarios, después de haber sido expulsado por insultar a uno de los jueces de línea es una postal que representa con claridad la tarde oscura del equipo de Bianchi. Palermo entró en el juego perverso que le propuso Chilavert, se puso nervioso, quiso representar el papel de guapo y terminó cumpliendo el rol de gil. El primer choque lo tuvo poco después del primer gol de Bardaro: se quedó cara a cara, cambiando insultos con el arquero, mientras el juego seguía en otro lado y el árbitro y el línea no se daban por enterados. Después se tiró un par de veces en el área buscando un penal que no le dieron y se preocupó más por Chilavert que por su propio juego y ya en el segundo tiempo se fue expulsado. Aseguran que le gritó payaso a uno de los jueces de línea, por un off-side. Bianchi lo defendió públicamente y dijo que la tarjeta roja era una exageración, pero seguramente en la intimidad lo retará como a un chiquilín. Palermo dejó a Boca con 10 cuando el partido estaba 1 a 2 y quedaba casi media hora por delante. La tontería se agiganta cuando se recuerda que Boca casi no tuvo ninguna llegada de gol en esa media hora final y quedó bamboleante ante un rival que se fue agrandando. Obviamente, Vélez no sólo ganó por Chilavert o por Palermo. Al cuadro de Falcioni deberán reconocérsele varios méritos: a) Lo tuvo a Bardaro, vivo para el contraanticipo en el primer gol, apenas a un minuto de juego; hábil para gambetearlo a Córdoba y cruzar el remate en el segundo, movedizo, preocupante siempre. b) Lo tuvo a Bassedas, fundamental en las asistencias y en el manejo de la pelota, en los 15 minutos iniciales y en gran parte del segundo tiempo. c) Tuvo solidez en los centrales. Muy bien Federico Domínguez en el primer tiempo y Méndez en el segundo. d) Se serenó en el segundo período para llevar el juego al terreno que más le convenía. En el primero, después del 2 a 0, el equipo se puso muy nervioso, al compás de su aparatoso técnico que desde su corralito gesticulaba y reclamaba todo como un hincha más. Falcioni se quedó piola en el complemento y sus jugadores hicieron lo que más les convenía, defender con la pelota y esperar el momento propicio para liquidar el pleito. Obviamente Boca no perdió sólo por Chilavert o por Palermo. En el equipo de Bianchi, Guillermo esta vez apareció poco, Riquelme anduvo bien en el primer tiempo, pero se fue sin aviso en el segundo, Samuel se complicó con las apariciones de los rapidísimos Bardaro y Husaín, Córdoba y Arruabarrena anduvieron por debajo de su nivel habitual y no alcanzó con el despliegue de Cagna y Serna. Boca se pareció al de siempre en la segunda mitad del primer tiempo. En ese lapso encontró el gol con un soberbio cabezazo de Bermúdez y dejó la sensación de que en el segundotiempo terminaría por desnudar las limitaciones de su rival. Y mucho más cuando Domínguez, lesionado, le dejó el lugar a Zandoná y obligó a modificar la línea de fondo. Pero no pasó nada de eso porque, como quedó dicho, Vélez se tranquilizó y el viento le empezó a soplar a favor con la borrada de Riquelme, la expulsión de Palermo, los escasos aportes de Pereda y Ruiz, reemplazantes de Arruabarrena y Gustavo y el agrande de los chicos de Falcioni. Por todo eso no extrañó que sobre la hora, Federico Domínguez (habilitado, aunque en la cancha hubiera dado la sensación de off-side) metiera el toque de gracia. Ahora Bianchi deberá rearmar al equipo en los entrenamientos y las sesiones que se vienen. En una de ésas le pide asesoramiento al doctor Segura el personaje que encarna Jorge Marrale en la tira Vulnerables.
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