WALSH LEE A BORGES |
"Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi", escribe Borges en "El Hacedor". Se pregunta si el número de pájaros que vio era definido o indefinido y sostiene que "el problema involucra el de la existencia de Dios". Lo explica así: "Si Dios existe el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe". Walsh subraya la palabra inconcebible y le adosa un signo de interrogación. Ha advertido una de las claves del texto de Borges, que con apariencias matemáticas edifica una poética. La otra está en las tres primeras palabras del texto. Nadie más que Borges, y Dios si existiera, pudo ver la bandada de pájaros. Pero Walsh se tienta y emprende en los márgenes del pequeño volumen una refutación. "Sobre ese número 'inconcebible' se puede edificar una matemática", escribe. Comienza por llamar µ al número inconcebible y a partir de allí desarrolla su demostración: "n2 _ 81; n2 _ µ; etc. Luego, no es inconcebible. Luego, Dios no existe". Junto al título de Borges, Walsh anota: n_10 y n_1, y al pie de la página _n _ 3 y _n_1. "Me parece que no es inconcebible", concluye, demasiado satisfecho. Tres años después se ha vuelto más cauto. Cuando empieza a leer "Otras Inquisiciones" anota y anota. Pero de a poco se serena. Subraya párrafos pero desiste de refutarlos o comentarlos. El primer texto es "La Muralla y los libros", que Borges encabeza con esta línea en inglés: "He, whose long wall the wand'ring Tartar bounds" Dunciad, II,76. Anota Walsh: "¿Cómo competir en literatura literaria con un escritor cuya primera cita es de Dunciad? Cita que --obsérvese-- sólo tiene de memorable ese desconocido nombre de su autor". Luego confiesa su sospecha: "¿Autor?". Y agrega: "Notar el sentimiento de culpa que la erudición de B. provoca". Combate ese sentimiento con racionalismo e ironía. "El hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china", escribe Borges. "O sea: larga", lo titea Walsh. Es decir que Walsh ya se siente un competidor de Borges. Y sabe que en el terreno de la erudición el cotejo está perdido. Una de las primeras felices consecuencias de ese apartamiento de la literatura literaria es la reescritura de "Operación Masacre", el mismo año de "Esa mujer". Le agrega un epílogo en el que confiesa que "hay frases enteras que me molestan, pienso con fastidio que ahora la escribiría mejor". La escribe mejor. Casi siempre abrevia la frase, alivia el peso muerto de los adjetivos, renuncia a los giros borgeanos, los lugares comunes, los diminutivos. En la primera edición "interrogaron a Elenita durante cuatro horas seguidas sin darle una gota de agua". En la segunda "interrogaron a Elena durante cuatro horas". El grito que resonaba potente en el silencio nocturno, sólo resuena. Walsh tacha y tacha, buscando la concisión, la síntesis, la eficacia esencial de los hechos, la belleza de la verdad. También reemplaza vocablos. Impresionante de "matonería" era el coronel Fernández Suárez en 1957, "de autoridad" en 1964. Con su texto, es Walsh quien se despoja, se afirma, se perfecciona. En estos días Borges y Walsh volvieron a encontrarse, en la antología de los cuentos favoritos escogidos por 68 escritores, críticos y editores argentinos, a pedido del crítico Sergio Olguín. ¿Se hubiera sorprendido Rodolfo si alguien le hubiera dicho que veintidós años después de su muerte "Esa Mujer" sería considerado el mejor cuento jamás escrito en la Argentina, por delante de los de Borges, Cortázar, Arlt, Bioy, Quiroga, Echeverría, Lugones y todos los demás? Sus anotaciones al margen de los libros de Borges, en las que se medía con el más grande, permiten dudarlo. La publicación de la antología es un excelente pretexto para recordar que quienes le cobraron por la espalda la deuda que él contrajo de frente con dos generaciones de verdugos también se robaron los manuscritos o borradores de sus nuevos cuentos, de sus memorias, de su diario personal, de una novela. También para reiterar el compromiso de quienes lo amamos, de encontrar ese tesoro y restituirlo al pueblo argentino. |