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Por Pablo Plotkin Normalmente, en Galicia, para reconocer el lugar de origen de una melodía, se la bautiza como Jota de Vigo, Muiñeira de La Coruña, y así, contó al público Carlos Fernández, gaitas, tin whistle y portavoz de Xeito Novo. Esta, como fue escrita en Villa Ortúzar, se llama, por supuesto, Muiñeira de Villa Ortúzar. Bastante paradigmática la anécdota para ilustrar el aterrizaje en la Argentina de la música celta, desde hace unos pocos años una de las divas en las bateas de World Music de cualquier disquería porteña. Pero la historia de Xeito Novo empieza en verdad hace quince años. En 1984, Fernández y la violinista Virginia Alvarez fundaron la banda y se convirtieron en pioneros locales de un género tradicional que devino moda cuando la New Age lo incorporó en su ideario sonoro. Hace diez años, la mayoría de las 500 personas que el viernes a la noche llenaron la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines tal vez se habría sorprendido al ver a ocho argentinos tocando ritmos ancestrales de Galicia, Irlanda, Escocia, Gales, Asturias o la Bretaña francesa. Pero eso habría pasado hace diez años. No fue sorpresa lo que experimentó el público cuando Xeito salió a escena para ejecutar la onírica Luz de invierno: todos sabían de qué se trataba, y por eso estaban ahí. La performance tuvo algunas tonadas tradicionales y también composiciones propias, todas registradas en los dos discos de la agrupación: Galimerica y Campustellae. Así es que la tercera fecha de Los Viernes Música, el ciclo de recitales gratuitos que organiza Página/12 durante septiembre, fue a ratos festiva y a ratos intimista. Con las gaitas de Fernández y el simpático Daniel Pazos que también se encarga de la percusión, Marcelo Fernández en flauta traversa, Tony Inguilla en guitarra, Gastón Lamas en batería y percusión, Carolina Alberdi en teclados y acordeón, Roberto Benech Arnold en bajo y Virginia Alvarez en violín, Xeito Novo brilla por la capacidad para alternar climas y la soltura que tienen en vivo: no pierden tiempo en interminables demostraciones de virtuosismo. Prefieren concentrase en la belleza y la certeza de ritmos que si se los solemniza demasiado pueden perder la vitalidad. Marcha de Breixo, Foliada de San Xusto y Si Beag is si Mor-Hewlett (no pretendan pronunciarlo correctamente) abrieron el concierto. Después una pequeña tormenta de tres panderetas sirvió de preludio para Xota de Ourense, y el tono volátil de Martin Wynees/John Cunninghams reel selló el pasaje de ida al puerto gris de alguna ciudad de Escocia. Roch Morran/Le Fougere, mitad escocés mitad bretón, siguió después y le abrió paso al barroquismo de Aire Isabelino. Después, la sutileza del dueto de piano y gaitas para El esplendor, y el bloque tradicional acústico con todos los ritmos gallegos tradicionales: el paso doble, la muiñeira y la pandeirada. Daniel Pazos invitó a bailar al público y la comunidad gallega que asistió estaba extasiada. La proa del show viró a Irlanda: con unahornpipe una danza marinera típica de la zona titulada Sleep Jig. También hubo polkas (Polka para Juliana, dedicada a la pequeña hija de la violinista) y música, mucha música: la banda sonando en pleno, mientras el paisaje celta parecía proyectarse en las mentes de los espectadores.
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