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EL PAIS BOMBA DE TIEMPO
Dos analistas europeosdebaten el dilema de Clinton en Colombia

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Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes)  Cuando faltan pocos meses para vaciar de militares norteamericanos el Canal de Panamá –el 31 de diciembre de 1999–, la administración del presidente norteamericano Bill Clinton enfrenta en Colombia la problemática que algunos comentaristas europeos definen como “la trampa de los mosquitos”. Es decir, intervenir solos o con otros países en Colombia. Washington buscó crear una suerte de dinámica regional a fin de poner en marcha una estrategia multilateral cuyo objetivo confesado consiste en incrementar la lucha contra el narcotráfico. Y por añadidura, contra sus vasos comunicantes: la guerrilla y los paramilitares. Por primera vez, el pasado 18 de agosto, el presidente Clinton organizó una reunión consagrada a la situación colombiana al tiempo que una semana más tarde el portavoz de la Casa Blanca anunciaba el incremento de la asistencia norteamericana a Bogotá –290 millones de dólares en 1998–. Pero el problema excede en mucho la temática del narcotráfico y las fronteras colombianas. Perú, Panamá, Venezuela y Ecuador figuran en los planes de Washington y, como quedó demostrado con la gira por América latina del zar antidrogas Barry McCaffrey, incluso la Argentina y Brasil.

Dos expertos europeos, que no coinciden en sus visiones, analizan la explosiva situación colombiana y su impactos regionales. Ambos son autoridades incuestionables en el tema que abordan. Alain Labrousse, además de ser autor de varios libros sobre el narcotráfico, dirige desde hace varios años el Observatorio geopolítico de las drogas, OGD, un organismo europeo que recaba información sobre los movimientos del narcotráfico en el mundo. El segundo experto, Daniel Pecaud, basa su análisis en su experiencia universitaria y de terreno. Pecaud trabaja en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París –EHESS– donde dirige la cátedra de sociología política de América latina. Autor de varios libros sobre la violencia en Colombia, Daniel Pecaud es elespecialista francés más destacado en los temas ligados a lo que la prensa llama “el país bomba de tiempo”: Colombia.

 

ALAIN LABROUSSE

“La doctrina de laSeguridad Nacional”

–Estados Unidos parece armar en Latinoamérica un tablero de ajedrez cuya meta es restablecer la famosa doctrina de la Seguridad Nacional.

–La gira que realizó por América latina el zar antidrogas norteamericano Barry McCaffrey tuvo como objetivo ver si podía movilizar a los países ante una posible intervención multilateral en Colombia. Con el pretexto de lucha contra la droga, Estados Unidos busca intervenir y poner orden en Colombia. Y como perdieron las bases en Panamá y Venezuela, la administración norteamericana se encuentra en una situación delicada. Y Chávez en Venezuela les complica aún más el panorama.

–El tráfico de drogas resulta así un mero pretexto para reactivar una presencia militar que perdió mucho de su capacidad.

–Es cierto que las FARC controlan bastante del narcotráfico, pero no son los únicos. Los paramilitares colombianos y el mismo Ejército están metidos hasta el cuello. Paramilitar es sinónimo de traficante de droga, mientras que las FARC hacen de ese recurso una utilización táctica.

–Los planes de paz en América Central y la evolución de la región provocaron casi un retiro forzado de Estados Unidos.

–Así es, perdieron casi todo el control político-policíaco-militar. Hay que resaltar que Estados Unidos tiene más que simples instructores en Colombia: hay verdaderas tropas constituidas por cien hombres aquí, otros cien allá, etc. Hay una manifiesta ambigüedad entre la lucha contra la droga y la lucha contra la subversión.

–Las FARC y el tráfico de drogas son un tema que sirve a los norteamericanos pero, también, es una de las dudas o rumores más persistentes.

–Según nuestros trabajos de investigación en el terreno, antes las FARC cobraban un impuesto sobre el cultivo y otro sobre el transporte de la pasta básica para fabricar la coca. Ese negocio del transporte de la pasta básica estaba hecho por intermediarios que se llaman Chichipatos. El Ejército infiltró a los Chichipatos; las FARC utilizaron ese pretexto para suprimirlos y así comenzaron a juntar ellas mismas la pasta básica para venderla a los laboratorios. Se puede hacer un paralelo con los talibanes en Afganistán. Los talibanes perciben de los campesinos que cultivan el opio un impuesto del 10 por ciento de la cosecha. Pero no reciben plata sino opio.¿Y qué van a hacer los talibanes con opiosino venderlo a las fábricas?

–La administración Clinton necesita aliados para asentar su nueva doctrina de la seguridad nacional.

–Desde luego, por eso buscan crear una suerte de ejército multinacional con los demás países, una vieja idea norteamericana. Esa idea es la que llevó a McCaffrey a la Argentina. Como si fuera una cosa nueva, McCaffrey salió con el hecho de que la Argentina era una nueva ruta alternativa a la ruta amazónica. Pero eso no es ninguna novedad. Esa ruta argentina está en manos de una mezcla de intereses de mafia italiana, de mafia brasileña, de grupos argentinos, quizás con complicidad política. Probablemente también haya que mirar por el lado turco, por el lado de los Yabrán, y también está la implicación de la policía de la provincia de Buenos Aires.


DANIEL PECAUD

“Una posición nueva y ambigua de EE.UU.”

–Contrariamente a otros especialistas, usted no coincide con el análisis más corriente, según el cual Estados Unidos estaría reactivando con Colombia sus ambiciones de control militar de América latina.

–Efectivamente, no estoy de acuerdo. Creo que la administración norteamericana se encuentra en una posición muy incómoda. Hay un profundo desacuerdo sobre la situación colombiana entre el Departamento de Estado, el zar antidrogas, los diferentes partidos del Congreso y el presidente Clinton. Nadie sabe muy bien qué hay que hacer: si acaso es preciso ayudar directamente a los militares colombianos o mantener una ayuda simplemente destinada a destruir los cultivos de coca. Hay que recordar que Estados Unidos hizo mucha presión contra las Fuerzas Armadas Colombianas, que fue la administración estadounidense la que exigió que se decidieran sanciones contra varios generales y que la misma administración se negó hasta hace muy poco a suministrar ayuda militar o técnica a las fuerzas armadas.

–Pero los paramilitares colombianos están también implicados.

–No, no de la misma manera. La diferencia está en que los paramilitares se financian con la economía de la droga pero son las FARC, que sirven de protectoras de los cultivos. En su gran mayoría, los cultivos de la droga están situados en las zonas controladas por las FARC. La superficie cosechada de coca aumentó en un 40 por ciento en los últimos tres años, y esto dentro de los territorios de las FARC.

La gira que realizó el zar antidrogas por América latina perseguía sin embargo ese objetivo: implicar a los países latinoamericanos en una suerte de paseo militar multinacional.

–Mire, no pienso que exista la más mínima posibilidad de que Estados Unidos intervenga directamente en Colombia, ni tampoco que otros países latinoamericanos se sumen a esa aventura.

–Pero algo va a ocurrir.

–Desde luego. El problema consiste en decidir qué tipo de ayuda militar y técnica Estados Unidos va a suministrar a las fuerzas armadas de Colombia. En este contexto, cabe resaltar que la ayuda militar de Estados Unidos a Colombia es hoy la tercera en importancia en el plano mundial. Pero descarto la posibilidad de que el ejército norteamericano se lance en esa trampa que es la intervención directa. No debemos caer en el error de ligarlo todo a una intervención exterior.

–Usted destacó en sus últimos trabajos el incremento espantoso de la violencia en Colombia.

–Este incremento no tiene nada que ver con la supuesta violencia histórica. Hasta 1995 la guerrilla era un problema menor al lado de la corrupción y el narcotráfico. Con las grandes operaciones militares que las FARC lanzaron en el ‘95, todo cambió. Entonces, hoy entramos en esa fase donde se trata de saber si las guerrillas se satisfacen con el poder territorial que conquistaron, o si las FARC piensan que a partir de esa fuerte implantación territorial pueden imponer las condiciones para una reestructuración política y social de gran envergadura.

 

 

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