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El paraíso según Borges, bailado


Por Silvina Szperling
t.gif (862 bytes)  "Ni un solo día se escurre sin que vivamos un instante en el Paraíso". La frase de Jorge Luis Borges es el explícito punto de partida que el coreógrafo francés José Montalvo tomó para desarrollar una obra en que pone en juego sus inquietudes de los últimos ocho años: un trabajo de entrecruzamiento de fronteras entre el video y la danza, entre culturas de orígenes geográficos diversos, entre lo popular y lo académico. "Luego de ganar varios concursos internacionales a fines de los 80, como el de París, el de Nyon, (Suiza) y Cagliari (Italia), José y yo decidimos parar de coreografiar por un tiempo. Nos dedicamos durante cinco años a llevar la danza a lugares no habituales, como hospitales psiquiátricos, escuelas y la misma calle", cuenta Dominique Hervieu, coreógrafa asociada de la compañía, cuya presencia marcó uno de los puntos altos de la programación de danza del Festival.

En la leyenda del nuevo ballet europeo, se cuenta siempre que Montalvo-Hervieu compartieron con sus colegas Doug Elkins, Philippe Decouflé, Daniel Larrieu y Ann Carlson el "Bal Moderne", un evento en el Théàtre National de Chaillot en el verano del '93, que se convirtió en un hito artístico de la década. "La gente venía a ver bailar a los coreógrafos profesionales y, en cambio, terminaban bailando ellos mismos", cuenta Hervieu. Esta dupla de "cómplices artísticos", como ellos se definen, ha sido recientemente nombrada al frente del Centre Choréographique National de Créteil, uno de los 18 centros regionales solventados por el estado francés. "Ser artista en Francia es muy agradable. Recibimos subsidios del municipio, del departamento y del Estado. El centro es la sede de la compañía, pero también es un trampolín para continuar desarrollando nuestro trabajo social. Hace poquito hemos concretado una acción en la cual enseñamos danza contemporánea a absolutamente todos los niños de Créteil (7000) en las escuelas primarias públicas. Pronto comenzaremos un plan para que el Centro apoye económicamente a otros coreógrafos de la región que investiguen también en la relación danza-video, pero con una estética completamente diferente a la nuestra".

La estética de Paradis está estrechamente ligada con sus objetivos de convivencia y mestizaje multicultural y de acercamiento a la gente común: una estética de celebración, de encuentro con el diferente. El asombrosamente preciso manejo de la relación imagen virtual-imagen real de los bailarines está al servicio de la diversión y la sorpresa. Cada intérprete se encuentra con su doble y baila consigo mismo, en un principio en imágenes absolutamente coincidentes, para jugar más tarde con tamaños contrapuestos y disposiciones espaciales imposibles en cadenas humanas cuya ligazón son las bocas en un beso. Apariciones de animales que van desde un previsible perrito circense, pasando por elefantes y caballos hasta iguanas o lagartos gigantes, apelando a la fantasía y haciendo las delicias de grandes y chicos. Mediante un dispositivo de tajos en las pantallas en las que las imágenes se proyectan, los bailarines reales entran y salen de ese mundo detrás del espejo, intercalándose con personas virtuales de todas las edades, en colores primarios o secundarios que simplifican y enfatizan los contrastes, un poco alla Benetton.

Tanto desde la música como desde la coreografía, la técnica del collage se impone. Lo que aquí importa no es cómo se combina sino qué: bailarines de hip-hop que cortan el aliento, dialogan con una excelsa étoile clásica, sobre los sonidos de Vivaldi. Un arrollador y pequeño camerunés despliega sus bailes y cantos originales logrando por momentos contagiar a una pelirroja, una rubia y a la misma Dominique Hervieu (brillante y velocísima en su técnica contemporánea). Pero la verdadera étoile de la compañía es Chantal Loïal. Antillana diosa gigantesca en las tres dimensiones, rescata sus danzas tradicionales exhibiendo y moviendo sus pulposidades al son del barroco Rameau, con un orgullo que Montalvo aprovecha para divertir a la platea "con elegancia", como dicen los bailarines en español. Cada escena impacta y entretiene, en una estructura como de números de circo. Tres intérpretes juegan con agua en sus bocas, haciendo gárgaras, dándose besos y escupiendo hacia arriba, generando un ritmo divertido en un clima casual. Todo brilla, y el público lo agradece con aplausos entusiastas. La fiesta se ha celebrado.

 

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