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REVELACION DE LA AUTOPSIA AL DELINCUENTE MUERTO EN EL AUTO
Una bala disparada demasiado cerca

Un informe en poder del juez señala que el tiro del final, registrado en las filmaciones, salió del grupo GEO. Otro muestra que uno de los asaltantes recibió un disparo de corta distancia y con arma larga. Ayer el juez decidió dejar la instrucción en manos de la Prefectura, y las pericias, en las de Gendarmería.

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La policía fue apartada de la investigación del caso porque sus hombres están bajo sospecha.

Por Raúl Kollmann

t.gif (862 bytes) Dos informes judiciales muestran que Javier Hernández, el delincuente que murió dentro del auto el viernes, fue rematado por un integrante del Grupo Especial de Operaciones (GEO) unos treinta segundos después de que terminó el tiroteo. El primero de esos informes, sobre la ubicación de los grupos que dispararon, deja en claro que el tiro del final salió del grupo GEO. El segundo, la autopsia de Hernández, indica que el delincuente recibió un disparo distinto de los demás, un disparo de corta distancia. Hernández, a quien inicialmente se había identificado como Miguel Benedetti, fue el único integrante de la banda que asaltó el Banco Nación de Ramallo que murió al salir el auto; Martín Saldaña apareció ahorcado en la tarde del viernes y Carlos Martínez es el que sigue con vida, ahora en la cárcel.
De los dos informes que ya están en poder del juez Carlos Villafuerte Ruzo surge que el último disparo se realizó con un arma larga, aunque las fuentes consultadas por este diario no precisaron exactamente el calibre. Algunos geos usaron fusiles FAL el viernes. En la autopsia, que lleva la firma del prestigioso médico forense departamental de San Nicolás, doctor Zunino, queda claro que el disparo fue hecho de cerca, lo que se determina por la forma del orificio de entrada y por los rastros que quedaron alrededor de ese orificio. Lo que se ve en el estudio es que el tiro no se hizo desde las veredas, donde estaban apostados los geos, sino desde mucho más cerca. El auto ya había chocado contra un árbol, estaba completamente detenido y el tiroteo hacía varios segundos que había terminado. En ese momento se escuchó nítidamente un último tiro. El juez Villafuerte Ruzo le prestó atención a ese detalle, que figura explícitamente en la causa judicial.
Seguramente los efectivos del GEO señalarán en su descargo que Hernández se movió y que entonces el policía le disparó instintivamente. Para la mayoría de los camarógrafos allí presentes, el tiro se produjo cuando ya todo había terminado y algunos de los efectivos ya habían llegado al lado del auto.
La ropa de Hernández fue enviada a la Asesoría Pericial de la Corte, en La Plata, para realizar un análisis complementario en el que también se evaluará la distancia y el recorrido del proyectil. Los restos llegaron ayer a la capital provincial y los trabajos se iniciarán el viernes, ya que previamente deben ser notificadas las partes por si quieren designar un perito de parte. También llegaron a La Plata las vísceras de las tres personas que murieron en el auto, el gerente del Banco, el tesorero y el delincuente.
Tal como adelantó Página/12 el sábado, está probado que el Grupo Halcón fue el primero que disparó. La orden provino del subjefe, Gerardo Ascazibar, quien dio la instrucción de tirar a las gomas del auto. El informe judicial y también la declaración testimonial del propio jefe policial indican que los halcones dispararon en la primera cuadra que recorrió el auto. Hay algún disparo por encima de la línea de las ruedas del auto, pero la mayoría de esos primeros proyectiles impactaron abajo.
En el informe se da cuenta de que los tiros que terminan con la vida de los rehenes provienen del grupo GEO que está estacionado en la segunda cuadra que recorre el vehículo. Ahí efectivamente aparecen los tiros, tanto en el auto, como en los árboles y las paredes, a la altura de los cuerpos y las cabezas de los que iban en el Volkswagen Polo. Una fuente de la investigación señaló ayer que hubo un problema grave de comunicación entre los propios halcones y todavía más con los geos, que dispararon por falta de coordinación. En verdad, todo indica que la actuación policial fue un caos y que no hubo mando alguno –el juez no es un técnico policial– en todo el operativo. Tal como estaba anunciado, el magistrado ordenó ayer que se retiraran de la investigación los escasos efectivos que la Policía Bonaerense había asignado a la pesquisa. En total, diez hombres. La instrucción de la causa quedó en manos de la Prefectura y las pericias estarán a cargo de la Gendarmería.
Un experto de esa fuerza señaló a Página/12: “Si se hace bien el trabajo, si se estudian los proyectiles que quedaron en los árboles y en las paredes, será posible determinar prácticamente en un cien por cien de qué arma salió cada tiro. Indudablemente sabremos de qué arma salieron los tiros que produjeron las muertes, ya que los proyectiles encontrados en los cuerpos durante la autopsia van a ser periciados y obviamente no será difícil establecer de qué fusil, miniametralladora o arma de puño salieron. Ya se cometieron algunos errores: los proyectiles rescatados en la autopsia fueron inicialmente enviados al SEIT, o sea una dependencia de la Bonaerense, pero ya están ahora en poder de la Gendarmería. Las 120 armas de los policías –halcones y geos– que dispararon se secuestraron varias horas después. Los cuerpos de las víctimas fueron sacados del auto en un primer momento, lo que dificulta un poco el estudio de las trayectorias. De todas maneras, la información que saldrá de las pericias será vasta y permitirá reproducir casi todo lo que pasó”.
El juez Villafuerte Ruzo todavía no ordenó –lo tiene previsto– otra pericia clave: el estudio de las imágenes de video tomadas por todos los canales. La Gendarmería puede analizar cuadro por cuadro lo que ocurrió y reproducir la secuencia exacta de los movimientos de policías, rehenes y delincuentes.
Con todo el material aparecerá con nitidez quién fue el integrante del GEO que se acercó al auto, apuntó y disparó desde cortísima distancia para terminar con la vida de Hernández. Ese efectivo tendrá que dar explicaciones y, dependiendo del criterio del juez, podría ser procesado por homicidio.

 


 

La version del hombre que condujo la negociacion
“Yo pedí la solución táctica”

t.gif (862 bytes) “Yo llevé las negociaciones hasta las dos de la mañana. A esa hora no había negociación posible, sólo eran conversaciones. Entonces pedí la solución táctica al juez para sacar a los otros tres rehenes, pero me dijeron que siga negociando.” Pablo Alberto Bressi, subcomisario del grupo Halcón, el Pablo que mantuvo las negociaciones con los asaltantes del Banco Nación de Villa Ramallo hasta minutos antes de que se desatara la masacre, dio por primera vez su versión de los hechos y deslindó responsabilidades.
“Mi tarea era sacar con vida a esa gente, y saqué con vida a tres rehenes –declaró Bressi–. A mí me achacan la culpa y me responsabilizan de un montón de cosas; yo sé hasta dónde tenía responsabilidad, mi tarea arrojó el fruto de rescatar a tres rehenes, lo que ocurrió afuera no es responsabilidad de la negociación. Me da mucha bronca no haber salvado a todos los rehenes, pero yo dije que los tres restantes no iban a salir en una negociación.”
Pablo Bressi, enviado a Estados Unidos para entrenarse como negociador en cursos del Departamento de Estado, participó en la dramática liberación del ingeniero Gustavo Bauer y su familia, mantenidos como rehenes por la banda conocida como de “los Bananitas”, en Villa Adelina. Bressi señaló diferencias entre ambos casos: “Los que asaltaron el Banco eran marginales criminales”.
A las dos de la mañana del viernes pasado, Bressi consideró que la negociación “estaba estancada. A ellos no les interesaba nada, no querían garantías –aseguró–, sólo querían la plata, la plata, la plata, y hablaban de destruir unos papeles. A esa hora ya era como demasiado que les había sacado tres rehenes. Al último se los saqué de prepo. Pero ya no me quedaba nada más para entregar a cambio. El juez me dijo que siga negociando. Había optimismo porque había sacado a tres rehenes. Pero por la clave ellos no me iban a dar un rehén más”.
Fue entonces que Bressi propuso al juez Carlos Villafuerte Ruzo que se siguiera con la “solución táctica”, que no era ni más ni menos que “la irrupción de equipos especiales y la recuperación de los rehenes. No implicaba necesariamente tiros. Era un asalto violento, dinámico, con factor sorpresa, velocidad. Confusión por medio de granadas tácticas, flashes de luz y humo. Se hubiese producido un shock generalizado que hubiese permitido llegar a los rehenes”. Como ya informó Página/12, en 15 segundos los Halcones garantizaban llegar a los rehenes. “Había un 90 por ciento o más de posibilidades de efectividad”, sostuvo Bressi.
“El último diálogo lo tuve con el que decía ser Cristian. Me dijo que estaba cansado y que íbamos a hablar dentro de una hora. Para mantener la comunicación le pedí que me pasara con el gerente, y me dijo que estaba en el baño. Escuché que Cristian gritaba ‘¡gerente, gerente!’, después se oyeron unas voces a lo lejos, y más tarde vinieron los tiros. Los escuché y tiré el teléfono”.

 


 

EL HIJO DEL GERENTE CONTO EL DIALOGO DE SUS PADRES
“No importa, porque yo te amo”

t.gif (862 bytes) “Yo te amo. Yo también”: ése fue el último diálogo entre el gerente del Banco Nación de Villa Ramallo y su mujer. Antes de la muerte, se dieron un beso. Así lo contó ayer su hijo en una conferencia de prensa en la que intentó armar el desarticulado relato de su madre, Flora Lacave. “Ella está bien, lo único que nos cuenta son los últimos instantes de ella con papá”, dice Carlos Chaves. Lleva el mismo nombre que su padre. Su madre no está en condiciones de declarar, ella “todavía se sigue quebrando ante gente de la familia”, dice, conteniendo su propio llanto.
“Lo único que dice siempre es que iba adelante, sentada en la falda de una de estas personas que entró al banco (y cuando comenzaron los disparos) ella se tiró a un costado para proteger a mi papá, pero ya era tarde”, cuenta Carlos sobre el momento en que el Volkswagen Polo verde salió de la sede del Nación y fue recibido por una estruendosa balacera. Colgadas de cada uno de sus brazos, están sus hermanas Betina y Cecilia, y muy cerca su tío Juan Lacave. Carlos habla desde Lincoln, su ciudad natal:
–Estamos, dentro de todo, conformes, porque ellos se despidieron bien... Porque ella se tiró y papi le dijo ‘me dieron’ y ella le dijo ‘no importa porque yo te amo’. ‘Yo también’, dijo él, se dieron un beso y ya está –dice, y se esfuerza por retener ese llanto.
En la conferencia de prensa, Carlos relata que su madre “no habla de lo sucedido”. “Lo único que nos cuenta son los últimos instantes de ella con papá y nada más. Nosotros tampoco le preguntamos... A mí no me interesa saber qué pasó ahí adentro, me interesa saber ahora cómo está mi vieja...”, dice, entre lágrimas. Mira el piso, a sus hermanas, y sigue: –Si ella tuviera que declarar, no creo que esté en condiciones, porque todavía se sigue quebrando con la gente cercana a ella...

 


 

Las paredes que permiten leer cómo fue la balacera

La ciudad ha quedado marcada por los balazos. Algunos juegan a esos números en la quiniela.
Mariano cuenta que un vecino
“ya se sacó un premio con el 26, que es el que le tocó a él”.

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Por Carlos Rodríguez Desde Villa Ramallo

t.gif (862 bytes) La calle Domingo Faustino Sarmiento al 1000, hacia donde salieron asaltantes y rehenes en la trágica madrugada del viernes pasado, quedó marcada por las huellas de la balacera. La casa de Sarmiento 1019, en su planta alta, tiene un apósito de papel pegado en la pared externa, que escrito en birome ostenta el número 46. Ese fue, cuando menos, el total de balazos que siguieron al Polo verde del gerente del Banco Nación de Villa Ramallo y que terminaron lastimando paredes o perforando ventanas. A esos disparos, comprobados, hay que sumarle los 35 impactos que tenía el auto. El recuento, obtenido durante dos pericias oculares, fue la última tarea que le cupo en el caso a la Delegación Departamental de Policía Científica de San Nicolás, que quedó afuera de la investigación porque la institución policial no puede ser juez y parte involucrada.
La decisión de separar a la Policía Bonaerense de la causa fue tomada en forma gradual por el juez Carlos Villafuerte Ruzo, quien –primero– sumó a la segunda pericia ocular a la Prefectura Naval y finalmente trasladó todos los datos obtenidos a la Gendarmería, que será en definitiva la encargada de desarrollar la hipótesis final. De allí surgirán los datos que podrían determinar cuál de los cuerpos de elite de la Bonaerense fue el más activo a la hora de darle o errarle al blanco móvil, incluyendo a los dos rehenes que murieron en el acto.
El subcomisario Jorge Rodríguez y el oficial subinspector Sergio Omar Daniele, director y subdirector de la Policía Científica de San Nicolás, quieren dejar claro que ellos están en condiciones de realizar la tarea que hará finalmente Gendarmería, pero reconocen que el magistrado tiene sus razones para considerar que una dependencia de la Bonaerense puede despertar suspicacias, cuando hay decenas de hombres de la fuerza que actuaron a gatillo abierto sin preocuparse por la suerte de los rehenes.
Ellos no quieren confirmar que hubo 46 disparos que quedaron colgados de las paredes y tampoco corroboran del todo los 35 impactos en el auto, pero la evidencia está a la vista, porque fueron ellos los que escribieron cada uno de los números, en algún caso junto con personal de la Prefectura. Rodríguez dice que “puede pasar que lo que parecen dos o tres tiros sea en realidad sólo uno, que tuvo dos rebotes posteriores”. De todos modos, también reconocen que puede haber más disparos perdidos por techos, jardines o asfalto que no hayan sido detectados.
En la esquina de Sarmiento y San Martín, donde está el Banco Nación de Villa Ramallo, hay veintitrés impactos de bala, la mayoría sobre la fachada de la entidad. En la puerta de hierro, la bala que lleva el número 9 dejó su sello sobre una leyenda escrita a mano que dice: “Quiero enamorarme pero no morir de amor”. La bala 29 “A”, en cambio, entró traicionera por la persiana de plástico de la Clínica Privada Galeno, cuyo propietario es el médico Jorge Bisio. El orificio de entrada a una oficina de la clínica lleva el número 29 “B” y se presume que el impacto tuvo que pasar muy cerca de la cabecera de un sillón, que muchas veces suele ser ocupado por el propio Bisio. Lo salvó el hecho de que fueran las cuatro de la mañana y que las oficinas ya estuvieran cerradas.
Mariano, que vive en el 1082 de Sarmiento, dice –igual que todos los vecinos consultados– que, además de no haber sido evacuadas las casas que daban a la posible calle de escape de los asaltantes, ni siquiera se tomaron el trabajo de avisarles a sus moradores que evitaran asomarse por las ventanas. La planta alta de la casa del 1019 tiene dos impactos muy cerca de las aberturas. Y por las huellas que dejaron sobre el cemento, se trataba de munición gruesa. Como para distender un poco la situación, Mariano dice que guardó el apósito que habían pegado sobre la pared de su casa, con el número 28, para jugarlo a la quiniela. Y cuenta con envidia que un vecino “ya se sacó un premio con el 26, que es el que le tocó a él”.
Al parecer, dentro de la confusión general de la madrugada del viernes, las balas venían contra el auto desde todas las direcciones. Sobre el pilar de un muro ubicado en el 1057 de Sarmiento hay tres impactos, sobre tres de las cuatro caras del soporte de cemento. Los policías científicos, en su primera inspección ocular, encontraron cinco armas que pertenecerían a los delincuentes. Dos estaban caídas debajo de los asientos, una pistola calibre 32 en el delantero y una 9 milímetros en el trasero, y las otras tres estaban sobre el asfalto. Dos eran 9 milímetros y la otra una 11,25.
Carlos Martínez –el único sobreviviente de los tres delincuentes que entraron al Banco Nación– se negó a declarar ante el juez Villafuerte Ruzo. Su abogado, Fernando Lima, cuenta que en la cárcel le dijo que “ninguno de los tres hizo disparo alguno” durante la persecución. Dentro del habitáculo del auto había una docena de vainas que fueron halladas por los peritos policiales.
Tampoco puede saberse cuántos balazos atravesaron los vidrios, tal vez sin dejar huella sobre la parte metálica del automóvil. La luneta trasera estalló al primer impacto, convirtiéndose en picadillo de vidrio. El parabrisas delantero, de un vidrio especial que se agrieta sin reventar, tiene varios impactos. Por las características del material, puede plantear dificultades a la hora de “leer” la trayectoria que siguió la bala y, por ende, puede confundir sobre a qué grupo pertenece. Lo único que queda claro es que el ataque fue una masacre.

 


 

EL ABOGADO DEL LADRON SOBREVIVIENTE DA SU VERSION
“La única salida era escapar”

Por C.R.

t.gif (862 bytes) Carlos Martínez, el único de la banda que sobrevivió a la cacería, afronta una acusación kilométrica. La causa, en la que hasta ahora es el único imputado, dice textualmente: “Robo calificado en poblado y en banda, tenencia de armas de guerra, privación ilegítima de la libertad, triple homicidio en ocasión de robo y lesiones graves calificadas”. Ante tamaña acusación, su abogado Fernando Lima le aconsejó que se abstuviera de prestar declaración “por lo menos hasta que se terminen las pericias y se determine desde dónde vinieron los disparos que provocaron todo el desastre que ha ocurrido”, explicó el letrado.
Según el abogado “la salida abrupta no tuvo que ver con la intención de perjudicar a los rehenes sino que lo hicieron porque la negociación se había prolongado más de la cuenta y la única salida era escapar”. Martínez, al parecer, tiene pocos recuerdos claros sobre lo que sucedió durante el tiroteo. “A él lo hirieron en el brazo, cerca del hombro, y la bala le perforó un hueso, lo que le provocó un gran dolor que le hizo perder noción sobre lo que estaba ocurriendo.” Lo único que llegó a decir es que “en ningún momento hubo disparos desde adentro del auto”.
En el diálogo con este diario, Lima juró que “el trato que le dieron a los rehenes fue bueno en todo momento” y aseguró que su representado “era el más joven de todos, el de menos experiencia y el que primero estaba dispuesto a salir para evitar un enfrentamiento como el que se produjo”. Según el letrado “los que llevaban la negociación y el comando del asalto eran los otros dos”, en referencia a Javier Ernesto Hernández y a Martín Saldaña, ambos muertos en distintos momentos del suceso que conmueve a Villa Ramallo.
Sobre los fogonazos que se advierten durante las filmaciones que hizo la televisión, estimó que “los produjo la llanta que quedó destrozada, que rozaba el cemento a una velocidad que superaba los 100 kilómetros por hora”. Lima, como para completar su rol de defensor, hasta llegó a asegurar que “el brazo de Martínez, al pegar la bala en él, salvó de un peligro grave a la esposa del gerente del banco”, Flora Lacave, que iba sentada en la falda del único ladrón que quedó vivo.

 

La reapertura del banco

Después de varios días, ayer reabrió sus puertas al público el Banco Nación sucursal Villa Ramallo. La afluencia de público fue permanente, tanto como las expresiones de pesar de los clientes, que como suele ocurrir en los pueblos chicos, conocen personalmente a todos los empleados y directivos de una entidad crediticia cercana a los pequeños productores. El lugar donde funcionaba el destruido cajero automático de la red Link fue cerrado por una gruesa chapa de metal apuntalada por rejas, a su vez amuradas con concreto. “Cemento fresco”, dice una leyenda interna que reconoce la debilidad del remiendo, hasta que se consolide el material (ver foto). Una puerta interna que va a la oficina del gerente, destrozada durante el asalto, es prueba del horror vivido.

 

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