Por Nora Veiras José Montes tiene 49 años,
es delegado de base del Astillero Río Santiago y candidato a presidente de la República
por el Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS). Es lo que representa: un
trabajador socialista. Suena a subversivo que un obrero sea candidato, comenta
Montes, convencido de que el rechazo convertido en silencio de radio de la
izquierda a la propuesta de su partido de postular a gremialistas de las
organizaciones obreras combativas hizo naufragar un acierto histórico. Tiene
una hija de 26 años, un hijo de 22 el desgraciado me hizo abuelo,
dice y espera un bebé de su segundo matrimonio para febrero. Voy a hacer un
spot que diga: Montes lo hizo, chancea en alusión al slogan con que el
brasileño Duda Mendonça intentó inmortalizar a Menem.
En 1973 empezó a militar en el Partido Socialista de los Trabajadores. El Astillero Río
Santiago fue centro de una de las olas represivas más brutales de la última dictadura:
desaparecieron 42 trabajadores y doscientos fueron detenidos. En el polo industrial
de La Plata, Berisso y Ensenada desaparecieron 2000 personas, el 80 por ciento eran
activistasobreros. Ese miedo no es fácil de arrancar, explica Montes y cuenta su
temor, mucho más trivial: el de enfrentar los reportajes televisivos.
Son los nervios de saber que hay cientos de miles que escuchan y poco tiempo para
expresar las ideas. Como nosotros no somos especialistas en discursos ni somos políticos
ni somos doctores... En televisión, por ahí, una palabra mal dicha desbarata todo.
También se le complica cuando el panel es heterogéneo.
Es un clásico en los programas de televisión: querer mostrar a la izquierda y a la
derecha como que son lo mismo o que nosotros somos algo perimido, que sólo hay dos
alternativas, el PJ o la Alianza, y que el resto es el chiquitaje.
¿No piensa que el debate está planteado así en la sociedad?
En cierto sentido sí. El terreno electoral es el que los trabajadores menos
manejamos. Nosotros decimos Trabajador vote trabajador, los trabajadores sólo
deben confiar en su propia fuerza. Cómo puede ser que los que hacemos producir al país,
los que hacemos funcionar las empresas, las fábricas, los bancos, los transportes, el
gas, los trenes, los correos, todo, en todo proceso electoral seamos convidados de
piedra... que el 0,5 por ciento de la Población Económicamente Activa, es decir, 66 mil
personas, se queden con la ganancia producto de la explotación de 10 millones de
trabajadores.
Pero son los mismos pobres y trabajadores los que votan a los partidos
tradicionales...
Me parece que las elecciones son el terreno más engañoso y menos favorable para
los trabajadores. Te lo digo al revés: ¿cómo puede ser que los que votan a Duhalde o De
la Rúa, a los meses, o a los días, los empiecen a pelear? Tiene una contradicción, la
clase trabajadora: durante más de cincuenta años ha venido confiando en que los que le
pueden dar una solución son sus propios verdugos y después tienen que salir a
enfrentarlos cotidianamente. Esa es una discusión que tenemos con los compañeros en el
astillero: hay muchos que van a votar a Duhalde y nosotros hace diez años que venimos
enfrentando los intentos de privatización del astillero. La clase obrera tiene la
necesidad de confiar en sus propias fuerzas. El problema no pasa por un acuerdo con los
empresarios para suspender los despidos por un año. Acá los verdaderos interesados para
solucionar el problema de la desocupación, somos los trabajadores.
¿Cómo?
Por ejemplo, una fábrica donde cien trabajan doce horas, doscientos podrían
trabajar seis horas.
¿Ganando la mitad?
Nosotros decimos que no.
Insisto, ¿cómo van a hacer para lograrlo?
Nosotros decimos que cómo puede ser que los que se llenaron los bolsillos todos
estos años, dejando a millones de trabajadores en la calle, cada vez que hay una crisis
la descargan sobre los propios trabajadores. Mi abuelo decía, con el perdón de la
expresión, que cuando hay que producir cambios importantes, De algún trasero tiene
que salir sangre. ¿Por qué tiene que ser el trasero de los trabajadores el único
que sangre cada vez que hay una crisis? Nosotros decimos que tiene que empezar a sangrar
el trasero de lo patrones. Por supuesto que los patrones no van a decir Muchachos,
nos dimos cuenta que hace doscientos años que los venimos explotando y entonces tienen
razón. No, va a ser producto de una gran lucha, de la organización de la clase
trabajadora, que se recuperen las organizaciones obreras para ponerlas al servicio de los
trabajadores.
¿Gana las elecciones?
Desde ya te anticipo que no (Risas). El Fondo Monetario Internacional le dice
que tienen que devolver como sea...
Es como si me dijeras: Ustedes dicen que no hay que pagar la deuda, van a huir
los capitales, eso es lo que dice el sentido común. Esa es una mentira, es un
chantaje que nos hacen a los trabajadores. De todos los capitales que entraron durante el
cavallismo, la ínfima minoría se destinó a la producción. Si entraron 10 mil millones,
10 millones fueron a la producción directa, el resto fue a timba financiera y
privatizaciones, es decir, donde tenían los clientes cautivos, y frente a cada crisis
(Tequila, Capirinha, la Crisis Rusa, la de los Tigres Asiáticos) los capitales huían.
Cuánto se paga por deuda externa, por patentes, royalties...
¿Cómo mantiene en funcionamiento el país si cortan el chorro por todos lados?
La clase obrera es la única que está en condiciones de dar una alternativa. Nos
van a decir que es utópico. A principios de siglo, cuando los obreros empezaron a pelear
por las tres ocho (ocho de trabajo, ocho de esparcimiento y ocho de descanso) también
decían que era utópico y eso sólo se consiguió con una gran lucha a nivel mundial que
costó muertos, años. No es de la noche a la mañana que vamos y le decimos a Clinton:
Dedicáte a tocar el trombón porque a partir de ahora dirigimos nosotros. Va
a llevar años, yo probablemente no lo vea. Nosotros estamos ubicados en la perspectiva de
construir una izquierda de los trabajadores, en decirles que tienen que confiar en su
fuerza, su lucha. Somos los únicos que no tenemos nada que perder. Nuestras cadenas, nada
más.
¿Usted plantea la unidad de los trabajadores y hay seis candidatos de izquierda?
Creo que el gran problema de la izquierda es que en los últimos treinta años ha
sido incapaz de construirse en la clase trabajadora. Nosotros queremos construirnos ahí,
no sólo utilizando las elecciones para decir que los trabajadores tienen que confiar en
sus fuerzas sino que sólo va a poder unirse en la medida en que pueda ganar a la clase
trabajadora, en que pueda arrancarla del peronismo. Opino que el peronismo, al contrario
de lo que decía John William Cooke (el peronismo es el fenómeno maldito de la
burguesía), es el fenómeno maldito de la clase obrera. Perón lo graficaba
magistralmente, decía los trabajadores van del trabajo a casa y de casa al
trabajo. Quería decir que los trabajadores no tenemos que hacer política, para eso
están los políticos, están los doctores. La izquierda ha sido incapaz de romper esa
tradición.
Es muy complicado convencer a los trabajadores si no se convencen ni entre ustedes
mismos de lograr una propuesta común.
No se trata de que nos convenzamos entre nosotros. Se trata de convencer a la clase
trabajadora. Si dice que quiere representar a la clase trabajadora, ¿por qué la
izquierda se niega a llevar candidatos obreros? Nosotros propusimos que la izquierda se
una y ponga su legalidad al servicio de que haya candidatos obreros de conducciones
combativas: de Jujuy, de Foetra Capital, de San Lorenzo, de comisiones internas que
enfrentan despidos, municipales tucumanos, correntinos autoconvocados...
¿Cuál fue el argumento para negarse?
Silencio de radio. Inclusive estábamos a favor de retirar nuestras candidaturas.
¿Usted qué explicación le encuentra a ese silencio?
Me parece raro que la izquierda que dice representar los intereses de la clase
obrera se niegue a llevar candidatos obreros. ¿Por qué siempre la figura pública de
cada organización o abogados?
Que sean profesionales no quiere decir que no sean trabajadores...
No lo digo en sentido despectivo, pero, ¿por qué políticos tradicionales y no
obreros elegidos por las organizaciones? Creo que es laexpresión de lo que hace la
izquierda cotidianamente en la lucha de clases, a toda hora: termina ubicándose en toda
lucha como pata de presión de los dirigentes sindicales. Nosotros decimos que no, que lo
que hay que hacer es echarlos a patadas, recuperar las conducciones obreras. El dirigente
sindical deja de trabajar, llega al sindicato a leer los diarios, va a reuniones y lo
empiezan a comprar.
¿Por qué dice que su candidatura es subversiva?
Nuestro mensaje apunta a cambiar de raíz todo. Parecería que es subversivo pensar
que un obrero pueda hablar de política. El otro día una periodista me decía ¿cómo
cree usted, que tiene tercer año, que puede dirigir el país? Martínez de Hoz, Cavallo,
Roque Fernández estudiaron en Harvard o en Chicago y son los que hundieron el país.
Menem, Duhalde, Alfonsín, son abogados. Y nosotros, los obreros que producimos la
riqueza, no podemos dirigir el país. Todos hablan de la corrupción. Yo creo que no hay
ningún obrero involucrado en la corrupción. Los que están involucrados son los jueces,
los ministros, los legisladores. ¿Cómo puede ser que ganen 5 o 10 mil dólares por mes y
tengan jubilaciones vitalicias? ¿Cómo puede ser que nosotros tengamos que vivir con 700
pesos y ellos no? Que ganen lo mismo que nosotros y se los cambie cuando no cumplan con la
función para la que fueron elegidos. Vas a ver cómo se acaba la corrupción.
Y se acaban los políticos.
Probablemente.
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