|
Por Alejandra Dandan La chica de pelo violeta vocea caipirinha por tres pesos detrás de una heladera de telgopor. Está rodeada de chicos psicodélicos, habitantes de la primavera en Palermo. Ella mira la botella de cachaça y avisa: Acá ya no vas a ver pibes con la guitarrita tocando Mañanas campestres. Esas viejas tardes de zapadas fueron ayer violentos acordes de tecno y trance disparados desde dos escenarios. Los recitales concentraron la mayor cantidad de los 50 mil visitantes aunque al resto lo obligó el volumen lo dispuso a cultivar el estilo y performance del trance. El público cambió, pero sobre todo por la tropa de más de 600 policías, distribuidos como mojones cada veinte metros. Ese cerco fue dispuesto por el gobierno porteño, que además tuvo especial cuidado en poner como prevención a buzos tácticos a navegar en gomón durante todo el día. El control evitó en Palermo los temidos incidentes. Que de todos modos aparecieron, aunque lejos de allí: en el platense parque Pereyra Iraola el Día de la Primavera terminó con un chico herido de un balazo y otro punzado por arma blanca.¡Pero si hay más policías que yuyos, ni hacer el amor van a poder!. La mujer está azorada por la cantidad de uniformados. En el parque, los chicos se encontraron desde temprano con el voluptuoso cordón policial. El cabo Duarte terminó recién su racionamiento, como llama a la hora de almuerzo. Fuma y explica que es de Rawson. Vinimos para un curso en el Ministerio del Interior, somos 500 y nos mandaron a todos para acá, va diciendo. El hombre está desconcertado por el piberío: No se puede con todo se queja: avisan arrebato y la ubicación está al otro lado del parque, cuando llegamos allá nos avisan de otro arrebato acá.El cabo se despide, gira y se reúne con cuatro colegas para terminar el pucho. Están de espaldas al Planetario. Frente, cruzando una calle, Adrián, Pablo y Ximena con x dan el último trago a la cogotuda de vino. De riguroso negro punk, Adrián se dice parte de otra secuencia, venimos de otra historia; vinimos acá para hacer fluir nuestra imaginación. Pablo se sienta sobre un tronco. Fuma y explica que a mí la cana no me molesta, porque estoy fumando un verde y está todo bien. Entre ellos se inicia una discusión de fondo por los motivos del cerco. Mientras no se pongan pesados dice ahora Ximena todo bien, en cuanto empiecen con los límites peor para nosotros.Más allá, dos policías terminan un sandwich. Piden disculpas y aunque pasaron las cuatro hablan de un almuerzo retrasado. Acá estamos por lo del pibe ahogado el año pasado, dice el primero. El de al lado sigue: Hay mucho arrebato. El problema es el alcohol, reflexiona. Y agrega: Si vas un poco más adelante habla del recital, por todos lados hay cartones de vino. El diálogo lo concluye el primero: El tema es que a ellos no les podés decir nada, tenés que agarrar al que lo vende pero no lo vemos.En línea recta se densifica la turba estudiantina, a pocos metros más la oferta de caipirihnas se grita sin pudor. La infraestructura del puesto fue pensada con cierto poder de disimulo. A ella se le ocurrió, dice la chica de violeta señalando a un costado: Vinimos a vender porque sabíamos del recital. Cuando vemos un policía, bajamos la botella. Pasa un policía. Por la charla nadie se acuerda de esconder la cachaça, la cubetera de hielos y el letrero de tres pesos. El policía tampoco se acuerda de mirar, sigue de largo.Gonzalo de Villa de Mayo dice:La cana es lo mismo que no esté. Porque los borrachos lo bardean a uno y nadie dice nada. Hubo dos carpas de la Cruz Roja. Fueron 32 las personas atendidas en esa carpa: Mucho menos que el año pasado explican y sólo hubo uno o dos apuñalados que atendieron en la otra carpa. El parte policial fue ningúnincidente grave, sólo arrebatos y pequeñas riñas. Por esos arrebatos, seis chicos quedaron detenidos en la comisaría 23.Gabriela es de Malvinas Argentinas. Opta por un slogan: La cana no existe. Está sin medias, el pantalón bajado hasta los tobillos y remera larga. Acaba de tomar un baño en el lago. Al principio sentimos un silbato dice, pero después todo bien, se metió todo el mundo.
|