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OPINION
¿Un templo para Mugica?
Por Miguel Ramondetti*

En ocasión de la presentación del libro Hasta los oídos de Dios - Historia de Sacerdotes para el Tercer Mundo”, de Gabriel Seisdedos, el pasado 9 de setiembre, se anunció el traslado de los restos de Carlos Mugica del cementerio de la Recoleta a la Villa de Retiro. En la ocasión se pronunció, incluso, la palabra “santuario”.
Confieso que mi espontánea reacción interior fue de instintivo rechazo. Con el transcurso de las horas, el rechazo instintivo se fue transformando en una reflexión serena que siento la necesidad de compartir.
Independientemente del propósito de sus actuales promotores, a quienes, estoy seguro, anima la mejor de las intenciones, creo que esta iniciativa se transformará, de hecho, en una manipulación que, con el tiempo se instalará en una ya larguísima historia del cristianismo y de la Iglesia Católica en particular.
Se trata del persistente intento de todo sistema opresor de “domesticar” a los rebeldes, de convertir a los “profetas” (espíritus libres, luchadores incondicionales, denunciadores valientes de la opresión y la injusticia) en mansos y sumisos “sacerdotes” (hombres instalados en las estructuras de opresión, esclavos de la “protección” que ellas les brindan, justificadores de sus abusos, atropellos, privilegios y discriminaciones).
Es imposible no recordar aquí el paradigma de esta gigantesca manipulación del auténtico mensaje cristiano: el emperador romano, Constantino I, en el siglo IV de nuestra era. Fue él quien, pretextando una dudosa “conversión” religiosa, trasladó a los cristianos, molestos cuestionadores del poder imperial, desde las catacumbas a las catedrales de Roma.
En 16 siglos, la Iglesia Católica no ha logrado –a pesar de múltiples y meritorios esfuerzos personales– recuperar su misión profética, legado esencial del mensaje cristiano.
Su instalación en las estructuras de una sociedad opresora le impide a la Iglesia proclamar, sin limitaciones, la denuncia profética de las injusticias estructurales que se perpetúan en el tiempo.
Los mecanismos de esta manipulación domesticadora son lo suficientemente sutiles como para engañar las mejores “buenas voluntades”, que prestan inconscientemente su colaboración para implementar iniciativas como el traslado a la villa de Retiro de los restos de Carlos Mugica.
Se supone que el objetivo de su accionar en vida jamás fue que los villeros lo “veneraran”. Quienes lo conocimos sabemos que el principal objetivo de ese accionar fue contribuir a la toma de conciencia de la injusticia que estaba en el origen de la situación de opresión y de las condiciones infames de vida en eso que hemos llamado las “villas miseria”, para que sus habitantes llegaran a transformarse en protagonistas de su propia liberación.
Ese y no otro fue el objetivo del accionar del P. Mugica, causa, en definitiva, de su asesinato, que tuvo por autores lo peor que es capaz de producir el sistema que él denunciaba.
Por todo esto opino que no es un templo donde el pueblo pueda venerar sus restos lo que la historia del padre Mugica reclama hoy de nosotros, sino que nos asumamos como herederos insobornables de su mensaje liberador y profético.
* Ex secretario general del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

 

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