El optimismo
inicial de la fuerza internacional de paz (Interfet) en la ex colonia portuguesa de Timor
Oriental ya empezó a diluirse. El mando de la Interfet reconoció ayer que la mitad
oriental de la isla, que el 30 de agosto votó en un referéndum organizado por la ONU su
independencia de Indonesia, se mantiene como un lugar muy peligroso e
inseguro. Las tropas de paz protagonizaron el primer incidente armado contra los
paramilitares proindonesios desde su arribo a la capital timorense de Dili el lunes
pasado, cuando una ráfaga de disparos sorprendió al contingente británico. En cambio,
Indonesia levantó ayer la ley marcial que impuso el 7 de septiembre porque considera que
la situación de seguridad ha mejorado. Pero la Asamblea Nacional aprobó una
ley que extiende las facultades del ejército. Y 24.000 soldados seguirán estacionados en
Timor Oriental indefinidamente, según adelantó el ministro de Defensa y jefe de las
Fuerzas Armadas indonesias, el general Wiranto. Cuatro días después de su llegada a
Timor Oriental, las tropas de la Interfet siguen sin salir de Dili y sin recibir
refuerzos. Más de 2000 soldados australianos y 250 gurkas británicos dominan el
aeropuerto, el puerto, la sede de las Naciones Unidas y el hotel Turismo, donde viven los
jefes de la fuerza y 40 periodistas. Pero el resto de la capital sigue fuera de control, y
los paramilitares proindonesios continúan con las matanzas y los saqueos. Ayer, el
contingente británico acusó a las fuerzas paramilitares y al ejército de Jakarta de
haberle disparado para provocar un enfrentamiento. Militares indonesios aseguraron que se
trató de un malentendido y que fueron los británicos quienes dispararon al
aire cuando soldados de Jakarta recogían municiones en un galpón. Pero el comandante de
esas tropas de paz, el general David Richards, se apuró a desmentir las excusas.
Estábamos esperando este tipo de actividad -reconoció. Están probando
nuestras formas de respuesta, si somos rápidos, disciplinados. Están tratando de ver lo
que vamos a hacer.Un choque directo podría precipitar la entrada en acción de más
paramilitares, que ya estarían preparados para entrar en la capital desde Timor
Occidental, la otra mitad de la isla. Además tendrían apostados 5000 hombres en la
ciudad de Liquica, al oeste de Dili, listos para librar una guerra contra los efectivos de
la Interfet. El general australiano Peter Cosgrove, comandante de la fuerza, admitió que
el despliegue pacífico promete complicarse en cualquier momento. Este tipo de
violencia es muy particular y difícil de parar de inmediato. Es una violencia aleatoria y
selectiva, aseguró. Como en Kosovo, la fuerza de paz ya encontró 30 cuerpos en una
fosa común. Y la inseguridad obliga a miles de refugiados a permanecer en las montañas y
en los campamentos alrededor de Dili, aunque algunos bajaron ayer a la ciudad en busca de
los escasos alimentos que llegan desde el exterior. Paralelamente, en Jakarta el
Parlamento indonesio aprobó un proyecto de ley que otorga a los militares la capacidad de
asumir responsabilidades civiles en estado de emergencia. Espero que esta ley no
tenga que ser usada nunca, nuestra intención no consiste en recortar las
libertades, avaló el general Wiranto. Después de conocerse la decisión, más de
700 estudiantes se reunieron frente a la Asamblea para protestar por lo que significa un
refuerzo al ejército indonesio. E, indirectamente, a los paramilitares apoyados por él. |