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Els Joglars, una visión ultracorrosiva de España

El grupo catalán, que tiene un largo historialde escándalos, presenta aquí este fin de semana “Daaalí”, una puesta sobre “el delirio creativo”.

Els Joglars se formó en 1961, y desde entonces presenta espectáculos poco complacientes, de alta ironía.
Albert Boadella, su director, sufrió la cárcel en la España post Franco, por “ofender” a los militares.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Quizás no se los pueda calificar hoy de irreverentes, pero aún mantienen la fama de ácidos bromistas a costa de una realidad y un arte que recrean sin solemnidad. Los trabajos de Els Joglars no dejan indiferente al espectador ni a quienes les sirven de inspiración, a menudo personajes de la vida pública o instituciones. Es probable que no haya intocables en el imaginario del director catalán Albert Boadella y sus juglares, habituados a hacer befa, desquitarse y poner en su lugar “a los políticos que nos consideran ilusos”, como aclaró el director a Joan de Sagarra en un libro compilado por Angel Berenguer, estudioso del teatro europeo. Fundada en 1961 por Boadella, Carlota Soldevila y Anton Font, la compañía es parte de la historia social y artística de España, y particularmente de Cataluña. Todavía se espera que el grupo sorprenda al público en las presentaciones que hará mañana y el domingo en la Sala Martín Coronado del TGSM (a las 20.30) con su nuevo espectáculo, Daaalí (escrito así, con ese alargue que le imprimía el pintor y escultor Salvador Dalí al pronunciar su propio nombre). Como otras importantes figuras invitadas al Festival Internacional de Buenos Aires, Boadella no acompañará esta obra, estrenada en Madrid el 10 de setiembre. Se dice que tiene fobia a los aviones, y que esta vez no la pudo superar. Daaalí quiere ser una puesta sobre “el delirio creativo” del pintor, y es parte de una trilogía que completan Ubú President (una referencia al presidente de la Generalitat –gobierno catalán– Jordi Pujol, y una “apología de la mediocridad”), y La increíble historia del doctor Floit y mister Pla (trabajo que gira en torno del mítico independentista Josep Pla e intenta ser “un elogio a la sensatez”). La documentación para este trabajo ha sido reunida por Montsé Collazos, y las interpretaciones están a cargo de Ramón Fonserè, Jesus Agelet, Xavier Boada y Dolors Tuneu, entre otros. Se trata de una cabalgata por el siglo XX, en la que se destacan determinados acontecimientos, personalidades y mitos. Todo radiografiado por la mirada Dalí-Els Joglars. Una propuesta ambiciosa en un grupo que, si bien recibe apoyo institucional, dice mantenerse al margen de la “oficialización de la cultura”, asunto sobre el que ironizó en El Nacional. La expectativa ante la obra es avalada por la propia historia de Boadella, quien supo de prisiones y excomuniones. Por La Torna, un espectáculo de 1977, considerado ofensivo para los militares, lo apresaron en enero de 1978, en una España posfranquista poblada de exiliados y emigrados sudamericanos que creían haber llegado a un mundo de libertades. Y si bien hubo solidaridad internacional, Boadella logró su libertad mediante un ardid. Estando preso, dijo sentirse enfermo y lo internaron en el Hospital Clínico de Barcelona. De allí se fugó para cruzar a Francia. Parte de su elenco también conoció las rejas, pero fueron absueltos poco después debido a la presión internacional. La compañía se rearmó en el exilio, estrenando M-7 Catalonia en Perpignan, una obra que sitúa la acción entre el 2000 y el 2001, y muestra a unos catalanes viejos, convertidos en piltrafas, dispuestos a participar de una conferencia sobre lo que fue “la antigua Cataluña”, nada más que para mejorar un poco sus destartaladas viviendas. Otra propuesta polémica fue Teledeum, estrenada en 1983 en Alicante. En esta “comedia de sotanas y casullas”, los comulgantes tomaban un líquido rojizo, el “catsupchrist”. Se trataba del ensayo de una celebración religiosa oficiada por representantes de diferentes credos, durante la cual se sucedían todo tipo de enfrentamientos, siempre por motivos banales. Esta necesidad de ficcionalizar actos públicos es una constante en Els Joglars. Otros ejemplos son Virtuosos de Fontainebleu (1985), una ácida mirada sobre la voluntad integradora en Europa, y Olympic Man Movement, unmitin de corte neofascista en una sociedad en la que se impone la prepotencia del mundo del deporte. También Gabinete Libermann, una sesión de terapia. Tildado de antirreligioso, Boadella se ha metido con el Papa, pero a su manera, bromeando, como lo ha hecho respecto de los fastos que conmemoraron el Quinto Centenario de la Conquista. En Yo tengo un tío en América (de 1991/2), realizada con dinero oficial, ironizó libremente sobre el tema, llevando la historia al nivel de la locura onírica. La acción se desarrollaba en un manicomio, disparando contra los que miden el valor de una civilización según la propia vara. La obra avivó enconos en España, entre otros motivos por el descaro de metamorfosear a la directora del manicomio como si se tratase de Isabel la Católica, pero con el rostro de la reina Sofía, y adosarle .-como música de fondo– el republicano “Himno de Riego”. Sin embargo, visto con ojos sudamericanos, Boadella no era allí el mismo. Aunque sus históricos detractores no lo advirtieran, el director apuntaba más allá de España y confortaba las almas de algunos de sus compatriotas. Decía entonces que su propósito era provocar “una catarsis en los espectadores que padecen un complejo de culpa histórica injustificado”. A su entender, aquellos conquistadores malos eran los “antepasados de los americanos modernos” y, por lo tanto, “los nuestros (¿los buenos?) eran los que se quedaron” (obviamente en España). El director escurría el bulto y dejaba que los “iberoamericanos” (entonces también cuestionadores de la celebración del descubrimiento) lo discutieran en familia. Sardónicos y festivos, Els Joglars y su grupo incursionaron por esa época en televisión con una serie de humor, “Orden especial”, donde se mostraban personajes de muy diferente cuño: el “sobón”, el cura progre, el macho ibérico, el tránsfuga... El carácter iconoclasta de la compañía generó espectáculos abiertos a la polémica, desde el inaugural El diari, donde .-según los especialistas– la compañía rompió con la tradición arcaica del mimo (disciplina en la que se habían formado sus fundadores). La dramaturgia de esta obra de comienzos de la década del 60 era modificada en consonancia con el grado de “peligrosidad” del censor que descubrían entre el público. De entonces hasta hoy, el grupo ha logrado a través del teatro transformar la broma y conservar su identidad, aferrado a un humor corrosivo que genera controversia, dentro y fuera del teatro. En Yo tengo un tío en América, por ejemplo, uno de los personajes comentaba maliciosamente que los andaluces comenzaron con el baile en 1492 “y todavía no han parado de bailar”. Bastante antes, una salida de Boadella pintaba al grupo: la ocurrencia (no concretada) de montar un Hamlet con actores borrachos de cerveza, porque sólo así podría creerse la escena que muestra al célebre príncipe sosteniendo la calavera.

 

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