Por Pablo Plotkin En el dilema de si el arte
debe o no meter sus narices en la política, Piero pareció siempre ocupar una posición
definida. El jovencito italiano
Piero De Benedictis que cantaba canciones melódicas en los Sábados
Circulares de Pipo Mancera fue evolucionando, como el país, hacia una
radicalización que a fines de los 60 y principios de los 70, cuando era
consigna nacional que hubiese elecciones y que Juan Domingo Perón volviese del exilio, lo
convirtieron en sinónimo de canto militante. ¿Cómo pensar en la primavera camporista
sin su tema Para el pueblo lo que es del pueblo? Piero fue de los primeros en
exiliarse cuando los 70 viraron al plomo y de los primeros en regresar, en 1981,
cuando la dictadura militar empezaba a dejar resquicios. Casi todo en él había cambiado:
vestido de blanco y predicando Manso y tranquilo, su idea era ahora trabajar
con las Buenas Ondas. No todo su público lo entendió, claro. Por entonces
comenzó a dar forma a la Fundación Buenas Ondas, un proyecto que pretendía crear una
red latinoamericana de solidaridad y cultura. En ese momento yo decía
cambiemos protesta por propuesta. La protesta estaba incorporada y ya no
tenía gracia: había que hacer. Un día dije hagamos una fundación en la que no
importen religión ni partido, que sea laburar con la gente. Se armó una bola de 600
Centros de Buenas Ondas en todo el país, que eran una mezcla de cholulaje, de servicio,
de solidaridad, recuerda, ahora que trabaja
en rigor desde hace 18 meses
como funcionario público del gobierno bonaerense, en el cargo de subsecretario de
Cultura. Para él, la decisión de aceptarlo fue coherente con su historia, siempre
vinculada con el peronismo. Cuando le ofrecieron el puesto, asegura, solicitó muchas
condiciones de trabajo, para no dañar su imagen. Pedí pluralidad, cosa que Duhalde
aceptó y compartió. Nunca le pregunté a ninguno de los ciento y pico de intendentes
bonaerenses de qué partido eran. Ni me entero. Así como a un artista jamás le voy a
preguntar si es peronista o radical. Y es así el trabajo que he venido desarrollando:
plural, abierto y concreto. El autor de Mi viejo y Pedro
Nadie está sentado armando cigarrillos de tabaco y fumando bajo la tormenta de
rulos que le cubre el cráneo, cuando un rato después dice que no es un idealista sino un
pragmático, un tipo al que le interesan los hechos.
¿Cómo fue que Duhalde le ofreció el cargo?
Estaba trabajando en 1998 con la Fundación, las granjas, las 170 ecogranjas en toda
Latinoamérica, y entonces tiré la onda de volver a cantar, sintiendo que todo eso estaba
en orden. Justo, en ese momento me ofrecen el cargo. Fueron un par de meses muy duros, de
dudar sobre sí o no. De movida lo rechacé. Me dijeron está bien, pero te pido por
favor que lo pienses un rato. Cuando me puse a pensar me di cuenta de que de alguna
manera es como una fundación, pero con presupuesto, en cuanto a canalizar eso de cultura,
afecto y solidaridad. A mí me gusta el borde, el desafío. Si no pasa eso te mata la
realidad, la mediocridad. Pero dije que no, aunque le pedí que me mandara algo, para
saber qué estaba rechazando. Vi el presupuesto, y había un montón de guita para
archivos históricos, teatros, bibliotecas, todo lo que es la estructura de la
Subsecretaría, con 2 mil y pico de empleados. La plata se la comía la estructura. Dije
¿y para la gente?. Para la gente había un palito por año. Entonces le pedí
tres veces más, para que dijeran que no. Esa era la estrategia. Y me dijeron sí. Además
les pedí pluralidad, no actos, no política partidaria, no meterme en el año electoral.
Laburar en la cultura para usar el tiempo con la gente. Y me dijeron a todo que sí, y me
sacaron la excusa.
¿Cumplieron con todo?
Después no me dieron esa guita, me dieron menos. Pero te enganchás y con lo que
tengas hacés un montón de cosas con la gente en los municipios. El campo, la costa, el
conurbano. Pero un año no da para hacer un plan, sino algunos proyectos piolas
participativos. Esos son buenos parches, buena contención a toda la energía que hay.
¿Lo que lo perturbaba para tomar la decisión era el hecho de trabajar para un
gobierno, o para Duhalde específicamente?
Duhalde acababa de perder las elecciones anteriores, estaba en perdedor, con una
cartera de cultura olvidada. Verdi, mi antecesor, me dijo acá tenés para hacer una
fiesta porque yo nunca le pude dar bola. Y nosotros abrimos la cultura más allá de
artes y espectáculos: nos metimos con ecología, escuelas rurales, reciclaje, derechos
humanos, salud, prevención. Cultura es 360 grados. Es apasionante. No me arrepiento para
nada haberme metido, más allá de la política, que a veces salpica. Pero digo que la
guita invertida en cultura siempre rinde. Es la más barata y la que más rinde. La mejor
política es hacer cosas.
El nombre de su proyecto, Caravana Cultural, ¿no suena proselitista?
La palabra caravana la usábamos antes de que empezaran a usarla los políticos. La
caravana es eso: trailers con luz y sonido que recorren los municipios, carpas, copar una
plaza del pueblo. Otro proyecto nuestro, Buenos Aires Viva, se parece a Buenos Aires Vivo,
pero yo hice Colombia Viva hace tiempo
.¿Le gustaría seguir en esto, más allá de cualquier cambio de gobierno?
Me gustaría si se dieran las condiciones. Con mis otras dos actividades
la canción y la fundación
tengo con que ocuparme ya. Esto es muy apasionante porque es muy concreto. Un
funcionario es un servidor de la gente, y ése siempre fue mi objetivo, tanto con la
música como con la fundación. Así que en eso se parecen. Vamos a ver. Cada día uno
amanece, agradece el cargo, se arremanga y labura. Así que esto no me preocupa: me ocupa.
¿Qué quedó de su carrera artística?
Siento que cantando todavía no hice lo mejor. Y tengo ganas de redondear lo que
hice, todas las cosas que boicoteé sistemáticamente. Por un lado exilio, por otro
autoexilio, también la Fundación que me saca tiempo. Postergo sistemáticamente giras y
esas cosas.
¿Y por qué se dieron así las cosas?
Porque lo otro también es apasionante. Yo me metí en la Fundación porque me
cansé de las palabras. Soy pragmático, me interesan los hechos. Pero lo que sé que pasa
conmigo es que la gente no se olvida. Yo puedo ir de acá a Canadá ida y vuelta, pasando
por todos los pueblitos, y sé que voy a tener laburo como cantante. A veces nos
alucinamos cuando tocamos en algún lugar de América latina y vemos los conciertos
llenos, después de tanto tiempo.
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