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“EL CASO THOMAS CROWN”, UNA REMAKE SORPRESIVA
Casi un homenaje al pasado

Aunque Pierce Brosnan y René Russo no tienen la misma química de los protagonistas originales, Steve McQueen y Faye Dunaway, el film de John McTiernan consigue otorgar a la historia nuevos giros dramáticos.

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Brosnan es un multimillonario que se dedica al robo de cuadros por una “rebeldía contra el sistema
”.Un hit del film original fue la inclusión de la canción “Los molinos del pensamiento”, de Michel Legrand.


Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Allá por 1968, El affaire de Thomas Crown fue una de las películas más populares de su época, uno de esos hits de Hollywood que logran perdurar en la memoria colectiva de una generación por causas concurrentes, que en aquel caso fueron varias. El impacto que causó en su momento la pareja protagónica –Steve McQueen y Faye Dunaway– fue considerable, pero también cierta fantasía de sofisticación que parecía trascender la trama policial dirigida con agilidad por Norman Jewison, un realizador a quien habitualmente le suelen pesar bastante las manos. Por aquel entonces no había quien no tarareara la pegadiza canción “Los molinos de tu pensamiento”, de Michel Legrand, que servía para abrir la película, y el público y la crítica quedaron sorprendidos por la utilización de una novedad -.que pronto caería en desuso– llamada “split screen”, la pantalla dividida, un recurso pionero del sistema Windows que permitía apreciar simultáneamente situaciones diferentes o múltiples puntos de vista de un mismo hecho. Sobre aquel antecedente, el director John McTiernan .-uno de los artesanos más eficaces con que cuenta hoy Hollywood-. hizo ahora este remake que viene a desmentir aquello de que nunca segundas partes fueron buenas. Hay que reconocer que Pierce Brosnan y René Russo no tienen, la personalidad de McQueen & Dunaway, pero por lo demás casi se diría que esta nueva versión es superior al original. En principio, el guión de Leslie Dixon y Kurt Wimmer, sin apartarse demasiado del de Alan Trustman, ofrece una mayor complejidad de giros narrativos y se las ingenia para adaptar la sofisticación de entonces a los tiempos que corren. El multimillonario Thomas Crown no roba ahora el tesoro de un banco sino un valiosísimo Monet de la colección permanente del Metropolitan Museum de Nueva York. Y si en el original McQueen alegaba como motivo de su robo una confusa rebeldía contra “el sistema” (sic), ahora el nuevo Thomas Crown lo hace todo más franco y más cínico: roba para divertirse. En una y otra versión, la investigadora que sigue el caso no puede dejar de sentir el vértigo y la seducción que emanan de su presa, pero ahora el personaje que compone Russo se plantea más conflictos que los que afectaban a Dunaway (que a la manera de un homenaje al original, hace una aparición especial como ¡la terapeuta de Crown!). Nada de esto, sin embargo, determina el interés del remake sino otro factor, excluyente: la destreza de McTiernan como narrador, el ritmo suave y elegante que le impone a su película, la habilidad con que sabe jugar al gato y al ratón sin que se note la frivolidad del affaire de Crown. Hay una ligereza en el tono, una levedad aérea en el uso de la cámara (particularmente en las secuencias del museo), una fluidez en sus cortes de montaje que no siempre eran evidentes en su cine anterior, más musculoso, desde Duro de matar hasta la reciente Trece guerreros. Aquí da toda la impresión de que el hubiera buscado su inspiración en la recordada secuencia del planeador, mientras surcaba las nubes tarareando la vieja melodía de Monsieur Legrand.

 

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