Un
banquero acusa y un jerarca de la dictadura militar rechaza los cargos. El caso no es
sencillo, y no sólo por las fojas que acumuló en veinte años. Los dos fueron
protagonistas, cada uno a su modo, del vértigo de la plata dulce y la burbuja financiera,
en medio de un régimen atroz. Eduardo Saiegh, entonces presidente del Banco
Latinoamericano, liquidado por el BCRA, denuncia al vicepresidente de éste, Alejandro
Reynal, de extorsionarlo, con ayuda de las fuerzas represivas, para recuperar las acciones
de la aerolínea Austral, presidida por William Reynal, primo de Alejandro, que estaban
caucionadas en el Latinoamericano como garantía de una fuerte deuda. Saiegh denuncia
haber sido torturado. Reynal, hoy socio de Nicholas Brady (el del famoso plan) y asesor en
las mayores ventas de bancos argentinos a otros extranjeros (el Río y el Francés, entre
ellos), afirma que todo es falso y que Saiegh quiere cobrarle al Estado 200 millones por
daños y perjuicios. El contexto de la dictadura presta verosimilitud a la denuncia, que
logró que en marzo pasado el juez Gabriel Cavallo dictara la prisión preventiva (pero no
efectiva) de Reynal. Sin embargo, a fines de agosto, la Cámara revocó ese fallo. Reynal tiene sus oficinas en Puerto Madero, y tal vez dispone de
tiempo para hablar extensamente de este litigio porque a su negocio, llamado MBA (Merchant
Bankers Asociados), le cuesta encontrar más bancos locales a transferir a manos de los
multinacionales. Hablar con él permite refrescar la atmósfera de aquellos tiempos en que
comenzaba ya a desintegrarse el proyecto militar y se desmoronaba, con enormes costos para
la sociedad, el tinglado financiero.
El proceso de depuración y saneamiento del sistema
bancario empezó en 1980, y todavía sigue afirma Reynal. En este sentido, el
caso del Latinoamericano no se diferencia de otros, como el de Oddone, Grecco o Trozzo.
Con una salvedad: que durante el proceso de deterioro del banco, Saiegh fue detenido y
estuvo preso una semana. Y él manifiesta que el Banco Central, y yo particularmente como
vicepresidente, fuimos los responsables de esa detención.
Le preguntamos si no lo fueron, o al menos si, como
responsables del sistema bancario, no averiguaron por qué estaban deteniendo a un
banquero. Nos asegura que se enteró por los diarios, y nos entrega copia de la denuncia
de un tal Juan Carlos Guerrero, la persona que logró (es el término que
utiliza) el apresamiento de Saiegh. Dice que el tal Guerrero era un ex empleado y
testaferro, a quien el banquero habría exigido por medios violentos que le devolviera los
bienes que tenía a su nombre.
Como Saiegh alega haber sido brutalmente torturado durante su
detención, le preguntamos a Reynal si averiguaron si fue así. Responde: No sé, no
pude... Ni lo averiguamos ni teníamos por qué averiguarlo. La policía no iba a
informarle al Banco Central ni en un sentido ni en otro.
Es obvio que la cúpula del BCRA estaba en contacto con los
máximos niveles del régimen, y podía por tanto enterarse de algunas cosas. Pero Reynal
mueve entonces otra pieza: Saiegh lo denunció recién diez años después, y lo
hizo en un contexto mucho más complicado, diciendo que se lo había perseguido por
judío, lo cual tuvo más bien que ver con un momento en que la discriminación racial, o
las supuestas persecuciones por razones de raza o de religión, estaban más en boga que
en aquel momento en que esto ocurrió. En una palabra: el antisemitismo,
aparentemente no como fenómeno sino como tema, estaba más de moda en 1989 que en 1979,
de acuerdo con Reynal. Nos enteramos agrega que a último momento
cambió de abogado y se presentó con uno que es vicepresidente de la DAIA, también para
hacer una cuestión de ese tipo.
Para el merchant banker, la acusación contra él por
el caso de Austral se reduce a un delito por portación de apellido. Lo
explica: Es cierto que el entonces presidente de esa empresa lleva mi mismo
apellido: es uno de mis 54 primos hermanos. Del lado de mi madre (Ayerza) tengo otros
cincuenta. Esta respuesta alude a linajes y devociones católicas, pero nopor
muchos, los parientes lo son menos. Reynal añade que Austral ya había sido estatizada
para la época de los hechos. Lo fue en agosto de 1980, mientras que el Latinoamericano
resultó liquidado en enero de 1981. El secuestro de Saiegh ocurrió exactamente entre
esos dos episodios.
¿Usted cree que soy capaz de extorsionar a un banco
(el Latinoamericano) que estaba presidido por un general (Jorge Shaw) y tenía a otro en
su directorio (Oscar Chescotta) durante un gobierno militar?, preguntó Reynal a un
cronista de La Nación el 20 de marzo pasado. Como argumento parece contundente, aunque es
fatal que sugiera una repregunta, que en la nota no figura: ¿habría sido sí capaz de
extorsionar a un banco que no estuviera protegido por generales? Precisamente, ¿qué
hacían dos hombres del ejército en la cúpula de un banco que pertenecía a Saiegh y
Bernardo Grinspun? Reynal contesta: Lo mismo que los brigadieres que estaban en el
directorio del BIR con Trozzo, al que también defendía mucho Massera. Vale decir,
protección, lobby y negocios. A mí me daba una gran tranquilidad reflexiona
Reynal, porque si algún militar me llamaba para preguntarme por qué éramos tan
estrictos con el Latinoamericano, podía decirle que hablara con el general Shaw. Cuando
asumí como director me convocó el secretario general de la fuerza, Reynaldo Bignone, y
me dijo que cualquier llamado de un militar que recibiera se lo derivara a él, y además
le avisara. No me llamó nadie.
En ninguna de las quince causas que me entablaron, y en
ninguno de los 60 bancos que liquidamos, nadie me acusó de extorsión afirma.
Igual que Grecco, Oddone y Trozzo, Saiegh me acusó primero de incumplimiento de los
deberes de funcionario público, después de abuso de autoridad, luego de falsedad
ideológica, y cuando todos esos delitos prescribieron, él se acordó en 1989 de que yo
lo extorsionaba, porque es un delito que no prescribe.
Reynal niega que la detención de Saiegh hubiese
permanecido oculta. Su amigo Roberto García, subdirector de Ambito Financiero, se
ocupó se sacarla al día siguiente en el diario, porque era al mismo tiempo jefe de
prensa del Latinoamericano. Yo tengo mucha amistad con Roberto, y era así. Según
Saiegh, su detención le provocó una corrida de depositantes al banco, que lo condujo a
la quiebra. Tendría que demostrarlo desafía Reynal. El BCRA lo último
que quería es que se cayera otro banco, y hacía lo imposible para calmar el sistema,
como sigue pasando ahora. ¿Con Pedro Pou? Además, ¿no había, como Reynal mismo
dijo, una política de depuración del sistema bancario? Sí, pero el Central nunca
quiere que sea el público el que tome la iniciativa... La caída de un banco es siempre
una mala noticia para el Central, porque demuestra que éste hizo mal las cosas. La
verdad es que al BCRA que vicepresidía Reynal, cuya responsabilidad personal era la
superintendencia de bancos, se le cayeron por decenas. Es la mejor demostración de
que el sistema era un desastre. Para mí es fácil decirlo, porque yo no empecé en el
76 sino en noviembre de 1979, cuando la vaca ya estaba preñada. Hace algún
tiempo declaró que asumió engañado, porque le ocultaron la dimensión de la crisis.
Algo está dispuesto Reynal a concederle a Saiegh:
Tiene razón si dice que fue una de las víctimas de una crisis bancaria fenomenal.
Pero no lo tratamos distinto que a los otros 59 bancos que cerramos. El Latinoamericano no
era el banco más grande ni el que había hecho más macanas. Es más: a Saiegh nunca le
vi la cara en el tiempo que duró ese proceso, porque de eso se ocupaba el almirante
(Andrés) Covas. ¿Sabe mucho de bancos un marino? |