Si quieren la llave, se da. Si quieren 300 mil pesos, se dan, a cambio de rehenes. El comisario Ernesto Santamaría, titular del Curso para negociadores en situaciones de crisis con rehenes, explica paso a paso cómo se actúa en casos como Ramallo. |
Por Horacio Cecchi "Ellos (los asaltantes) quieren cosas; nosotros queremos a los rehenes." El comisario Ernesto Santamaría, jefe del Programa de Protección al Testigo de la Policía Judicial de La Plata, dirige el único curso de negociadores existente en el país asesorado por el FBI, la DEA y la Policía Judicial francesa. A pocos días de la masacre de Ramallo, en entrevista exclusiva con Página/12, definió cómo debe llevarse adelante una negociación. Sus explicaciones difieren casi por completo de lo realizado frente al asalto al Banco Nación. "Lo que ellos pidan, se les da a cambio de rehenes. Si quieren la llave, se les da, si quieren trescientos mil pesos, se les dan. Para eso está el representante de la Justicia al lado, para que habilite esa cantidad. Total, están ahí dentro, están en el banco". Consideró imperdonable que no se hubiera previsto la salida e imposible que no se imaginara que si eran tres asaltantes, ya no iban a entregar más rehenes: "Es su única garantía para salir. Los otros tres rehenes les molestaban". Y agregó: "Salvo los comandos, el resto de la policía tiene que estar a 700 metros, para que el personal no se descontrole". El nombre lleva mucha tinta y formalidad: Curso para negociadores en situaciones de crisis con rehenes de la Policía Judicial bonaerense. Pero lo primero que intentan establecer los instructores al iniciar el curso es que no se deben mantener estructuras formales. Sólo un plan madre, general, que se aplicará en forma diferente según la ocasión. "Cada caso es diferente", aseguran los instructores antes de iniciar la entrevista. -Cuando hay una situación con rehenes como la de Ramallo, la primera en llegar es la policía local que avisa al fiscal. Este, a su vez, convoca al negociador de turno y lo autoriza a dirigir la negociación. Primera orden que debe hacer cumplir el negociador: que la DDI y los efectivos de seguridad se replieguen a unos 700 u 800 metros del lugar haciendo la encerrona para evitar salidas, pero lejos de la casa. -¿Para que no los vean los asaltantes? -preguntó este diario. -No, para que no haya policías descontrolados. Si llegan a salir de la casa, el único que tiene directivas para actuar es el jefe del grupo táctico, que va a actuar de acuerdo con lo que diga el negociador. -¿Qué trabajo tiene el grupo táctico? -No es como todos piensan, que están para irrumpir y tirar tiros. Hay tiradores selectos (snipers) distribuidos. Tienen un arma con mira telescópica infrarroja que utilizan para dar posiciones dentro de la casa. Todos los comandos tienen equipos de comunicación inalámbricos, manos libres, y van diciendo a su jefe lo que van viendo. -¿Es normal que haya tres grupos operando al mismo tiempo? -Nooo... Tienen distintas frecuencias, distintos jefes, distintas órdenes. Nadie sabe lo que dice el otro. Se complica todo. -¿Es parte de lo que pasó en Ramallo? -No estoy explicando lo que pasó sino lo que se debe hacer. El negociador está ubicado en lo que se llama el COT, Centro de Organizaciones Tácticas. No se puede llenar de gente. Tienen que estar el fiscal, el negociador principal, el secundario, el mensajero, el psicólogo que va a hacer el perfil psicológico de quienes estén adentro, y el jefe de los tácticos. Todos escuchan porque la comunicación es abierta en un parlante. El psicólogo va diciendo "guarda que éste está drogado, éste es el duro, éste el débil". Hay un atril donde le van escribiendo determinadas circunstancias al negociador, porque no se puede escuchar otra voz que la suya. El jefe del grupo táctico va recibiendo información de sus hombres apostados en el exterior, y también la vuelca en la pizarra. Hasta el último detalle Según Santamaría, el equipo del COT debe estar informado de los menores detalles: salidas del pueblo, quién vive en cada casa lindera, todo lo que se pueda saber sobre los rehenes y los antecedentes de los asaltantes. "¿Tienen auto? Sí. Entonces, ¿qué vamos a hacer si salen con el auto? Hay que tenerlo previsto. Le pondremos miguelitos, una valla, una cadena. También se puede decidir que para que los rehenes no corran riesgos, se los deje salir y hacer un seguimiento, que puede ser aéreo y apoyado por tierra a distancia. Uno planea todo eso". El grupo del COT tiene un hombre externo, el agente de prensa. Su trabajo es mantener informado al periodismo que está lejos "con datos que no afectan a la negociación". Para Santamaría, el monopolio de la comunicación lo tiene el negociador. "Las cámaras dan detalles, lo mismo que una radio -sostiene el comisario-. ¿Cuál es el problema? Que los de adentro van recibiendo información del exterior que no deben recibir porque se adelantan un paso." Aunque Santamaría insiste en que "no podemos hacer conjeturas porque no participamos en la negociación (Pablo Bressi, negociador de los Halcones que intervino en Villa Ramallo, no realizó este curso), el subsecretario de la Policía Judicial bonaerense, Osvaldo Dameno, señaló a este diario elementos "objetivos a cuestionar sin hacer conjeturas": "La intervención de la prensa no fue anulada por los negociadores. No sabemos por qué. Algo falla cuando los delincuentes salen. Aparentemente esa salida sorprende a las fuerzas de seguridad, cosa que no debió suceder después de veinte horas. Y había muchos grupos policiales. Da la impresión de que no estaba unificado el mando." -¿Conviene que se haga ver el negociador? --No, no conviene -respondió, seguro, Santamaría-. El FBI se maneja por teléfono. Se guarda el tema del conocimiento de persona a persona para situaciones extremas, alguien que no cede por principio. --¿El tiempo juega a favor o en contra del negociador? --A favor. Sin dudas. La adrenalina se va descargando a medida que pasa el tiempo. No hay un término de horas preestablecido. Los tipos tratan de salir y negociar que no los maten. La extensión del tiempo (en Villa Ramallo) estuvo bien -coincidió Santamaría con Dameno--. --Si seguían pidiendo, la esperanza de escapar no había muerto -agrega Santamaría--. Si hay esperanza de escapar van a querer salir con la plata. Ellos negociaban la plata hasta último momento. Y, obvio, van a salir con los rehenes. El cálculo es un rehén por secuestrador. Muchos son una complicación para ellos mismos. Ellos pensaron: "Me sobran tres rehenes. ¿Qué puedo obtener?". Y entonces hay que analizar de esta forma: los asaltantes quieren cosas, nosotros queremos los rehenes. Todo lo que nos pidan se lo damos a cambio de los rehenes. Va a llegar un momento en que no van a entregar al rehén porque es lo último que les queda o se acabaron las cosas que pidió, o no se puede acceder. -¿El negociador estaba capacitado para dar la llave de la caja, la plata? -No lo sabemos. Si en representación del Poder Judicial está el fiscal o en este caso el juez, y si se llama al inspector de bancos y ubica dónde está la llave, se la tiene que dar, antes de que maten a la gente se la tiene que dar. -Todo es táctico -agregó un ex Halcón que participó de la reunión y prefirió mantenerse en el anonimato-. Si conviene a la negociación, se le da la llave. Si no, no. Te doy la luz, dame un rehén -¿Cómo se hubiera controlado la salida? -Por empezar, no sé por qué no se usaron los miguelitos. Se hubieran quedado ahí y hubieran empezado a negociar desde dentro del auto. -¿Habrán imaginado que se corría el riesgo de que dispararan? -¿Cuál es el problema? Si uno no está en la línea de fuego, no pasa nada. Mejor, se le van a acabar las balas. -Pero podrían tirar contra los rehenes. -Difícil (de hecho no ocurrió). Es suicidarse, los rehenes es lo único que tienen. -Además del teléfono se les corta la luz -enumeró Santamaría-, se los deja sin gas, sin agua, ni calefacción. Si es enero en Formosa, se quedarán sin aire acondicionado y sin agua. Va a llegar un momento en que van a decir "tenemos sed y calor". Te doy la luz, dame un rehén. Sólo se interrumpe cuando queden los que van a usar para salir. Si son tres secuestradores y hay seis rehenes, puedo asegurar que a tres los sacamos seguro. Les molestan. -O sea que cuando quedaban tres rehenes ya se sabía que no iban a dar más nada, que se había llegado al límite de rehenes. -Entonces hay que empezar a ver cómo se adquieren esos tres rehenes que quedan. Hay que darles cosas más sustanciosas. La posibilidad de que salgan. Si quieren trescientos mil pesos y está a nuestro alcance hay que dárselos. Se va a un juzgado, buscás dinero secuestrado de otra causa. -Eso depende del juez. Se hace un acta -dijo Dameno. --Tampoco se pueden usar palabras como "no, nunca, jamás, imposible", no se puede ofrecer un cura porque lo pueden relacionar con la muerte. Nunca hay que cerrarles el camino. Y, si piden algo que es imposible, no se les puede decir que no, hay que decirle que den un poco de tiempo que se lo va conseguir. Se va estirando todo. Tampoco se puede demostrar que uno está desesperado por los rehenes, porque es hacerlo sentir como el dueño. -¿Hay que conversar con los rehenes? -A mí me lo dijo clarito un instructor del FBI. No es creíble lo que dicen. Los tienen con una pistola en la cabeza. Qué van a decir. Que son muchachos buenos y no les quieren hacer nada. -Se llama síndrome de Estocolmo -agrega el ex comando- porque pasó en la toma de un banco en Suecia. Estuvieron 173 horas encerrados. Ese caso se resolvió con éxito. Pero se crea un vínculo, el rehén se familiariza con el captor. -Lo empieza a justificar -aporta el comisario-. Empiezan a decir "nos trataron muy bien". Es imposible. El uso de arma de fuego es agravado. Por qué. Porque el rehén está en peligro de muerte. Y si lleva horas amenazados, eso no es que lo trataron bien. Pero, claro, de lo peor eso es lo mejor. El único momento en que se pide hablar con un rehén es para confirmar que están vivos. Una prueba de vida. Antes de finalizar la entrevista, el ex comando hace el cálculo: "En un caso semejante al de Ramallo, no hacen falta más de diez hombres parapetados por calle", asegura.
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