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DEBATES

501
Con un manifiesto quisieron “darles voz” a los que no quieren votar y les propusieron viajar a más de 500 kilómetros del lugar de residencia, para no ser obligados. Un político, un periodista, un jurista y un encuestador consideran y critican al Club 501.

Un capricho individualista
Por Daniel A. Sabsay *

La democracia constituye una gran aspiración, un ideal de vida que en su proceso de construcción y consolidación va agregando elementos aptos para acrecentar la dignidad de las personas que la integran y que aspiran a organizarse bajo las reglas del estado de derecho. Claro que dicho pasaje exige de éstas un compromiso constante y paciente. Es preciso que tomen conciencia de que no sólo son los recipiendarios de los beneficios de la vida en libertad e igualdad en el marco de un entorno sustentable, sino que también y sobretodo son sus arquitectos. Toda deserción en el compromiso que funda este gran desafío para la existencia necesariamente se pagará con su pérdida. En la base de la profundización de la democracia hacia una modalidad participativa, encontramos el esfuerzo inclaudicable y sostenido en el tiempo de los miembros de la comunidad que la integran; de lo contrario todo el edificio se derrumba, pierde razón de ser.El intento de un grupo de ciudadanos de constituirse en militantes de la no participación en los próximos comicios, desaconsejando aun el voto en blanco, anulado o impugnado, nos deja perplejos. ¡Cuánto esfuerzo para romper con las bases de nuestro trabajoso devenir democrático! ¿O es que en realidad lo que se propone es la fundación de un sistema político diferente? Difícil saberlo, pues los postulados que acompañan a la iniciativa se limitan a reivindicar una actitud de automarginación cívica que linda con la abierta transgresión de normas de orden público. No olvidemos que la distancia más allá de los 500 km ha sido pensada para casos de fuerza mayor, de lo contrario el voto obligatorio carecería de todo sentido.En suma, un capricho muy propio de una actitud individual que olvida las exigencias de la más mínima solidaridad, aun con beneficio de inventario, y sin el coraje de arriesgar ni la identidad de sus propulsores, ni el sentido profundo de lo que se persigue...* Profesor titular de Derecho Constitucional (UBA).

Una postura nada neutral
Por Nelson Castro *

Respeto el derecho de todos, pero soy crítico de esta actitud. Según la reforma constitucional de 1994, el voto en blanco, el voto no emitido o el voto impugnado no son neutros, porque como no se cuentan favorecen a la primera minoría. Tal vez el grupo 501 no lo sabe y piensa que su postura es neutra, pero en realidad influye en una circunstancia eventual a un tercero que se va a ver beneficiado como consecuencia de esa actitud. Hay que hacer docencia sobre el tema, yo me pregunto si conocen esto. Segundo, yo creo que también se oponen al voto obligatorio, creo haber leído o escuchado que hacen alguna forma de protesta contra el voto obligatorio. Hay que recordar que en la Argentina, el voto obligatorio es un método muy importante contra el fraude. El voto optativo funciona en democracias sólidas, pero en países como el nuestro donde no hay una cultura democrática totalmente consolidada, y además la situación de información e ilustración de la población es muy distinto –por ejemplo, entre los grandes centros urbanos y lugares pequeños en las provincias–, el voto no obligatorio es un instrumento que abre las puestas del fraude. ¿Qué pasa si un partido asegura los votos que necesita –y los que no necesita– con un estímulo económico? Basta recordar lo que pasó en algunas internas recientes del justicialismo, y en las del radicalismo también se han comprado votos... El que tenga el poder del dinero puede comprar los votos. El voto obligatorio es un mecanismo contra el fraude, hoy en la Argentina no se puede prescindir de él, con 100 años de democracia tal vez sea diferente.Tercero, me parece que el mecanismo del 501 termina intentado debilitar la herramienta del voto y me parece que no es el modo de fortalecer el camino de consolidación democrática. Ante el gran fenómeno de descreimiento, esta actitud de no votar no me parece la mejor. Además, si no votamos a ningún candidato, no se elige a nadie, ¿entonces quién gobierna? * Periodista.

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Ni siquiera los cuentan

Por Artemio López *
Bajo el noble espíritu del pacto de Olivos se acordaron reformas al sistema electoral que, al incorporar la segunda vuelta, excluyeron al voto en blanco para establecer la necesidad del ballottage. En Argentina, con un módico 5 por ciento de votos en blanco, la primera minoría triunfa en primera vuelta con sólo el 43 por ciento de los votos emitidos, y en el caso de aventajar por más de diez puntos a la segunda fuerza, se impone sin segunda vuelta con el (¡ay!) 38,01 de los sufragios. ¡¡El ballottage argentino, papá!! El voto en blanco fue así barrido de la escena electoral. Sin embargo no todos piensan lo mismo. En las elecciones presidenciales de 1983, votaron en blanco para presidente 240.000 personas o el 1,4 por ciento del padrón; en 1989 optaron por el voto en blanco presidencial 360.000 ciudadanos; en 1995 votaron en blanco 550.000 personas para presidente y para octubre de 1999 se esperan 800.000 votos en blanco para presidente y 1.100.000 para diputados, el 4,6 por ciento del padrón general. En el período 1983-1999, mientras el padrón electoral creció un 33 por ciento, el voto en blanco trepó un 275 por ciento, ocho veces más. Con el ausentismo electoral ocurrió algo similar, aumentó un 113 por ciento desde 1983. Si en 1983 no votaban 2.580.000 electores habilitados, el 14,4 del padrón, en 1995 se ausentaron 4.800.000, el 21,6 del total. Se esperan 5.500.000 ausentes para el próximo octubre, el 23 por ciento del padrón que se tomaría el piróscafo. Aquellos que manifiestan su penosa relación con la política votando en blanco o no votando difícilmente puedan ser encorsetados bajo modalidad política alguna, aun las “pícaras” que dicen no serlo. Sin embargo, sería injusto endilgarles esta intención a los integrantes del grupo 501. En sus apariciones en los medios, o en su manifiesto, estos jóvenes parecen transitar más el camino de la reparación que del oportunismo berreta de los dinosaurios maximalistas.Hay en ellos un mensaje esperanzado del tipo me sacrifico por todos ustedes, no voto hoy para votar mañana, convencido. Esto los hace mejores a los ojos de todos, en particular de los funcionarios que antes de cada elección claman par-ti-ci-pa-ción. Deben saber sin embargo que en el 501 exorcizan toda la furia, ahí nadie deja de votar entonces porque sí nomás, porque ¡puaj!, ¡berp! En fin, Menem y Alfonsín lo han resuelto más fácil: mientras esto sucede y ustedes se ponen de acuerdo, ya ni los tenemos en cuenta a la hora del vil porotaje. ¡¡Vermouth con papas fritas!! * Director Consultora Equis.

Esta campaña es reaccionaria

Por Jorge Altamira *
No es casual que, cuando se desmorona el régimen menemista y sus alternativas siamesas, aparezca un planteo dirigido a desviar las tendencias superadoras a este régimen. El voto en blanco es una posición abstracta porque carece de programa y no surge de ninguna lucha política precedente. Lo que significa que no ha sido un factor activo en la creación de este derrumbe del menemismo y de sus congéneres. Se puede ver que se trata de una posición reaccionaria, porque desconoce, e incluso pretende desbaratar, sin molestarse en someterlo a crítica, el trabajo político, ideológico y organizativo de los que hemos luchado contra este régimen en términos no sólo de movilización, sino también de programa y alternativa. Es una posición reaccionaria porque amalgama planteos e intereses disparatados y hasta antagónicos, con la única condición, abstracta, de que coincida con el voto en blanco o el ausentismo electoral. Es reaccionaria también porque, incluso para defender su planteamiento vacío, no propone una movilización, salvo la esotérica de retirarse al km 501, o sea que se parece más que nada a una huida.Hablamos de ausentismo electoral, porque se trata de eso y no de un boicot electoral, el cual, por enfrentar conscientemente al Estado, requiere como mínimo un programa y una organización capaz de ir a la lucha. Esto explica el cambalache ideológico de los votoblanquistas. Lo que los antielectoralistas simplemente no ven es que con su posición no se puede aprovechar la campaña electoral para desenmascarar a las alternativas del sistema. No es suficiente que Duhalde o De la Rúa sean menospreciados, no alcanza para formar una conciencia de alternativa. Hay que desenmascararlos sobre la base de un programa. El grupo 501 propone “el primer paso” de alejarse de los comicios, para después “pensar qué hacer”. Tampoco ve que la crisis política en curso tendrá un desenlace cierto y que, para que sea positivo, hay que preparar política y programáticamente a las masas para intervenir. El electorado votoblanquista es heterogéneo, pero no hay que compararlo con los que propugnan el voto en blanco. El primero es sujeto pasivo de la confusión; el segundo es un promotor del confusionismo. Para el régimen capitalista en descomposición, un voto obrero en blanco es siempre mejor que un voto obrero por un programa revolucionario.* Candidato a presidente del Partido Obrero.

 

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