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OPINION
La misma,pero distinta
Por Juan Forn

Lo he tanteado con otras parejas en la misma situación y dicen que les pasa algo similar. Incluso años después de haber vuelto a estar juntos, los miran como bichos raros. Algunos en forma francamente hostil (como si se imaginaran por un instante el hecho de volver ellos con su ex, sólo porque la pareja que tienen enfrente están juntos de nuevo); algunos con ojos soñadores (habría que decir algunas, porque la mayoría, parece, son mujeres: pueden ser de cualquier edad, pueden incluso tener ellas mismas un ex que no les despierta el mejor de los recuerdos; lo que ven es el aspecto romántico de esta clase de retorno). Nuestro caso no es único, ni mucho menos: nos conocimos a los veinte; estuvimos nueve años juntos (los últimos seis casados); pasaron seis años después de la separación (seis años que suelen ser definitorios en la formación de la personalidad, y que lo fueron en nuestro caso: de los 30 a los 36) y volvimos a encontrarnos. Inesperadamente, para ambos (dicen que es fácil ver nuestro inconsciente al mirar atrás, pero durante el curso de los hechos suele ser mucho menos elocuente, el cabrón). Lo cierto es que volvimos. Y, como suele pasar en estos casos, algunos decían: estaba cantado. Otros decían: mirá vos. Y otros preferían no decir nada, por las dudas. Lo mismo, en líneas generales, que nos pasaba a nosotros.Las preguntas que suscita esta clase de historias son variadas, pero todas desembocan con más o menos eufemismos en una sola: ¿cómo es volver, tanto tiempo después, con un o una ex (que, en muchos casos, además es el primer amor)? Creo que a ninguno de los que ha pasado por esta situación le gusta demasiado hablar del tema, un poco por cábala, otro poco por pudor. Lo máximo que yo me atrevo a decir es que fue una manera de lo más doméstica y pedestre de experimentar algo parecido a la reencarnación. Ella es otra, y es la misma, simultáneamente. Tiene lo mejor de alguien nuevo (ir conociéndola día a día) y al mismo tiempo lo mejor de alguien que me conoce de toda la vida. Y el efecto parece ser recíproco, por suerte (que se entienda, por favor: es nuestro caso; no tiene el menor sentido ver en él una generalidad, como tampoco reducirlo a un cuentito edulcorado). En el libro Sí, ya me acuerdo, hay un diálogo entre Gassman y Mastroianni donde Gassman dice que le hubiera gustado recibir dos vidas; una sola le parece poco. Mastroianni acota, entonces: “Sí, pero con la posibilidad de acordarse, en la segunda, de la primera”. Algo de eso hay para nosotros –repito: para nosotros– en el pequeño milagro, en la inesperada y bienvenida fatalidad de estar juntos de nuevo.

 

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