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Por Hilda Cabrera
--¿Parten de un texto? JA: --No, de una idea de Boadella. De ahí en adelante comenzamos con las improvisaciones, diseñamos la escenografía, el vestuario. Es un espectáculo de creación colectiva, pero la última palabra la tiene el director. RF: --Este es un delirio daliniano. Se dice que una persona, antes de morir, recorre mental y sensorialmente toda su vida en un tiempo muy breve. Es un delirio un poco cronológico. --¿Cómo se ubica Els Joglars en el teatro español? RF: --Ocupamos el lugar de las moscas cojoneras. Nos dedicamos a incordiar. Por eso estamos muy solos. Intentamos mantener una tradición: seguir siendo trasgresores, algo que, desgraciadamente, se ha ido perdiendo. Pero somos muy tozudos, porque consideramos que sin ese punto el teatro no tiene vida ni fuerza. Sería un teatro descafeinado, para quedar bien y no decir nada. --¿Los dardos son también para el público? LE: --Creemos ser honestos porque vamos directamente a desafiar al poder. Hablamos sobre personajes que no están bien vistos por la gente, que son políticamente incorrectos. Hablamos de lo que los otros no se atreven, y con eso arriesgamos toda una puesta en escena, pero sin recurrir a la literatura. Nuestros espectáculos son visuales, pero le dan cabida a la palabra. --Quiere decir que opinan siempre... JA: --Sí. De alguna manera una de nuestras normas impone desacralizar aquello que alguien, o algunos, quieren que sea sagrado, sean instituciones o personajes. Homenajeamos al escritor Josep Plá por ejemplo, o nos metemos con los poderes fácticos, los "funcionarios" de todas las religiones o el político que lleva gobernando quince años en Cataluña. Y que ya está bien, porque es demasiado y nos tiene vedados la televisión oficial y las subvenciones. Para Jordi Puyol, que tiene una política de buenos y pésimos catalanes, nosotros somos los malos. RF: --Eso nos da más fuerza y coraje para seguir nuestro trabajo. Todas estas circunstancias adversas nos dan más ánimo. --¿Cuentan con el apoyo del público? JA: --Nos acompaña siempre. En nuestro país somos la "aristocracia", porque acostumbramos a llenar los teatros y podemos programar una gira de dos años con cada espectáculo. Es el tiempo que necesitamos para amortizar los gastos. --Tienen en preparación algún otro? JA: --No. Recién comenzamos con este Daaalí que cierra una trilogía de personajes sobre el carácter catalán. --¿Prefieren los temas catalanes? JA: --No siempre. Son muchos los montajes motivados por algún hecho o noticia importante. La visita del Papa a España nos inspiró Teledeum y el accidente de Chernobyl, Bye Bye Beethoven. RF: --La muerte de Juan Pablo I, el Papa "cometa", nos "provocó" Columbi lapsus. El Espíritu Santo tuvo un lapsus al nombrarlo porque duró muy pocos días. Dimos la obra en italiano macarrónico, y fue premonitoria, porque ahí preanunciábamos la caída del Muro de Berlín, lo que ocurrió al cabo de cuatro meses. --Por lo visto, no les escasea material... RF: --Nosotros miramos siempre a nuestro alrededor. Mucho más que la fantasía, la realidad es fuente inagotable de temas. LE: --Para qué vamos a hablar de los médicos de Molière, por ejemplo, si podemos criticar a los que tenemos ahora, o meternos con los asesinos de Shakespeare, cuando aquí abundan los escorpiones. JA: --Por eso decimos que nuestro teatro es clásico. Sófocles, Molière y Shakespeare mostraban las cosas de su entorno, claro que como reflejos en un espejo distorsionante. LE: --Ellos eran populares y provocadores, y no elitistas, como casi todos los que ponen sus obras, transformándolas en somníferos.
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