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OPINION

FMI y orgullo nacional

Por José Pablo Feinmann

Perón, durante su primer gobierno (1946-1952), solía decir que se cortaría un brazo antes de firmar un empréstito con algún organismo financiero internacional. No obstante, su ministro Ramón Cereijo, en 1951, marcha hacia Washington a demostrar que la Argentina es un país confiable para el desarrollo del gran capital. No es mucho lo que consigue. El gobierno de Perón nunca fue confiable para Estados Unidos. El ingreso al FMI se realiza bajo el aramburato. El Decreto-Ley Nº 15.970 del 31 de agosto de 1956 nos mete dentro del Fondo y de ahí no saldremos jamás. Menos aún después del peronista Menem. Eso que los viejos peronistas solían enarbolar como bandera de orgullo (que Perón no nos metió en el Fondo sino que lo hicieron los pérfidos gorilas de la “Libertadora”) fue dado vuelta por los nuevos, aggionarnados peronistas de los noventa. Ningún gobierno como el del peronista Menem cifró su orgullo en pertenecer al Fondo. Fue más allá que todos. Interpretó el extravío del país por sus conflictos con la banca internacional. Habíamos fracasado por haber sido orgullosos. En el cacareado “orgullo nacional” estaba la clave de la siempre irresuelta felicidad argentina. Ahora, el peronista Duhalde compadrea ante el Fondo y saca a relucir la sombra del viejo nacional-populista Perón. Lo hace como si no hubiera formado parte esencial del gobierno del peronista Menem. Ocurre que Duhalde está en campaña electoral y en esa situación ningún político les dice a sus posibles votantes lo que realmente hará con el Fondo, es decir, hacerle caso a Duhalde no es original en esto. Todos los políticos argentinos han hecho lo mismo, prometen y defraudan. Uno de los pocos que cumplió lo que prometió (de aquí el célebre “Perón cumple”) fue, sí, el primer Perón, el del ‘46 al ‘51. Lo que dijo en campaña lo hizo luego en el gobierno. Por el contrario, el Perón del ‘73 mintió fervorosamente. En el diario Mayoría, enero de 1973, declaró: “Aquí hay que darle el poder a los jóvenes”. Fue, como todos saben, precisamente lo que no hizo. Pero en enero del ‘73 necesitaba a los jóvenes para ganar las elecciones. Cuando las ganó, les mostró la cara payasesca y cruel de López Rega. Hoy queda poco margen de maniobra ante el Fondo. Para el Fondo, los díscolos somos nosotros, nuestros gobiernos, que reciben los préstamos y los malogran en los laberintos de la corrupción. El Fondo es transparente. Es un Fondo “Monetario”. Le interesa la estabilidad de la moneda más que el país. Le interesan los poderosos, los grandes capitales afines a sus intereses, no los jubilados, ni los desocupados ni la cultura. Esto último debería interesarle al Estado argentino, esa entidad práctica y conceptualmente destrozada en este país. Así las cosas, será hora de mirar para adentro en busca de las causas de los fracasos y no seguir demonizando al Fondo que, todos lo sabemos, es demoníaco... pero ha estado siempre bien acompañado por los demonios de nuestras pampas.

 

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