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“Si por la TV los chicos saben manejar un arma, saben cómo se asalta un banco”

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Roberto Galán tiene muchos años vividos y trabajados en televisión con dos de los primeros talk shows y, quizás, los más alucinantes: “Si lo sabe, cante” y “Yo me quiero casar, ¿y usted?”, además de un anecdotario riquísimo en el que fulguran Juan Perón, las mujeres y placeres varios.


Por Nora Veiras
t.gif (862 bytes)  Impecable, se presta al diálogo con soltura. “No, no, no me hagás posar”, le dice al fotógrafo y empieza a imitar al legendario Jorge Salcedo, nostálgico, como mirando al vacío. El cabello blanco contrasta con el castaño macizo de su bigote y se realza con el nudo mariposa de su corbata. Roberto Galán disfruta desgranando anécdotas que delatan los muchos años vividos. Reivindica a Juan Domingo Perón hasta la exasperación, dice que Carlos Menem lo decepcionó, se ufana de haber inventado “aquello de que el gordo (Alberto) Samid había mandado carne a Saddam Hussein para generar una corriente a favor de Irak” y confiesa sus reparos con el desenfado de la televisión actual. “Yo amé frenéticamente, tuve sexo frenéticamente, pero no se trata de mostrar todo por televisión.”

–¿Sigue pensando que ya no hay nada que lo asombre en la televisión?

–Y en la vida tampoco. Solamente el día que se descubra un remedio contra el cáncer o el sida, o que Rockefeller renuncie a su fortuna y la done para los pobres norteamericanos. Pero como hasta ahora eso no ocurre.

–En la tele ¿tampoco lo asombra nada?

–Me asombra el mal gusto, la vulgaridad, la ordinariez, la desprolijidad, me asombra ver tantosna12fo02.jpg (4623 bytes) chicas y chicos jóvenes vestidos con harapos, como si fueran modas. Me preocupa enormemente ver chicos jovencitos con el pelo engrasado.

–Más allá de lo estético, ¿qué piensa sobre los contenidos de la TV?

–Me preocupan las vulgaridades, las torpezas, que se toquen temas que tienen que ver con la masculinidad y femineidad del ser humano.

–Por ejemplo ¿qué?

–Casi todos los temas que se plantean en los talk shows me molestan, por eso no los veo. Yo me puedo adjudicar ser un creador en ese sentido porque cuando inventé el “Yo me quiero casar ¿Y usted?” les empecé a preguntar a hombres y mujeres que venían a verme a mí porque estaban tristes y vivían en soledad.

–Ahora en los talk shows no se entrevista a gente común sino a famosos.

na12fo20.jpg (4519 bytes)–Sí y, además, la mayoría de los talk shows paga y arma esos enfrentamientos donde una mujer llora porque tiene al lado a la hija y la acusa de que se acuesta con el padre. A mí me repugna, no me gusta. Yo no creo ser ni un moralista, ni me chupo el dedo, he amado mujeres frenéticamente y gozado del sexo frenéticamente. Arriba de una cama, un hombre y una mujer pueden hacer cualquier cosa, pero solos, no mostrarlo por televisión.

–Usted dice que sus programas cumplían una función social, ¿cuál es el límite entre el negocio y la función social porque hay gente que se expone sin reparos?

–Eso es inevitable. El equipo de producción, que bajo mi vigilancia desde luego, hizo “Yo me quiero casar” tuvo siempre límites, nunca preguntábamos cosas escabrosas, hirientes, molestas. A veces querían despedazar al ex marido, entonces nosotros le poníamos límites.

–Y en “Si lo sabe cante”, nunca le dijo no a esa gente que desafina hasta la irritación...

–El programa es así. Nosotros no sabemos si van a desafinar o no. Como no hay ensayo, salen al toro, cantan como creen que cantan.

–Pero hay personajes ridículos.

–No... están felices. Nunca ha habido una familia que venga y diga “usted presentó a mi papá que hizo el ridículo”. El otro día vino un hombre y cantó “Una furtiva lágrima”, que hay que tener una garganta privilegiada, ni Pavarotti canta eso... y el hombre largó gallos por todos lados y desafinó por todas partes y nunca se dio cuenta.

–¿Usted no siente vergüenza ajena?

–No, estoy acostumbrado, a lo sumo le permitimos que cante menos que el que canta bien, para no exponerlo a que el ridículo sea más extenso. Hay gente que no se da cuenta de la burla, nada. Le importa salir por TV. Hay gente que canta mal y viene por desafíos, por apuestas.

–¿Hubo muchos casos así?

–Hemos tenido estancieros que han pedido que no le preguntáramos las actividades que se han jugado una comida para cincuenta personas...(Je, je, je).

–¿Por qué cree que la TV ejerce esa atracción?

–Ya no tanto porque es más común aparecer. Ahora, hasta los ladrones asumen el papel,na12fo02.jpg (4623 bytes) galanes que hacen de ladrones, sin vergüenzas, es un terrible mal ejemplo la TV. Si a partir de la TV los chicos saben manejar un arma, saben cómo se asalta un banco.

–También son emergentes de una situación social, la masiva desocupación es una realidad de los últimos años.

–Falta de trabajo siempre hubo. Estos son latiguillos que los políticos usan para atacarse. Es como a un boxeador que tiene la mandíbula frágil, el otro le va a pegar ahí.

–¿Pero no cree que se han pasado todos los límites?

–Siempre hubo. La primera villa miseria fue la de Retiro. Ahí empezó a formarse un conglomerado de casas precarias de cartones y latas. En 1938 se estrenó la película Puerto Nuevo, protagonizada por Pepe Arias y un cantor, Charlo, dirigida por Luis César Amadori, que transcurría en esa villa, ¿te das cuenta? En el ’38, y esa villa sigue hasta el día de hoy.

–Eso es lo terrible, que a fines del siglo XX sigan existiendo.

–Nadie las va a sacar porque ahí juegan los referentes políticos que tienen dentro de esa gente miles de votos. Tienen conexión con la Cámara de Diputados y los van a defender siempre. Aunque también te invito a que pases por ahí... las callecitas están llenas de autos –autos viejos, pero autos– y cada una con las antenitas de la televisión.

–Pero ni usted ni yo soportaríamos vivir en esas condiciones.

–Yo diría que les gusta.

–¿No cree que es denigrante no tener agua, no tener para comer?

na12fo20.jpg (4519 bytes)–No es la única capital en el mundo donde pasa esto. Es el hombre el que no quiere que el hombre progrese. Los que no tenemos nada que ver con la política como yo somos los que reclamamos que se terminen estas cosas. Es abrir los diarios y la palabra corrupción aparece treinta veces.

–Es que la corrupción es agraviante.

–Desde luego, te están tocando la cola. De ahí la precaución que va a tener el electorado antes de emitir su voto.

–¿Cómo denominaría a Menem?

–Menem hizo menemismo, no tiene nada que ver con el peronismo, cuando el Presidente habla de “mi maestro Juan Perón”, no debiera decir eso porque Perón fue un maestro que no enseñó este tipo de política.

–¿Encuentra alguna semejanza entre Menem y Perón?

–Ninguna. Su constante sonrisa eso diría.

–¿Cuáles son las diferencias?

–Y, totales. Perón fue un presidente para el pueblo y Menem fue un presidente para un sector.

–¿Para un sector del pueblo o de sus amigos?

–Del pueblo donde se encuentran sus amigos. Yo hubiera querido una política más amplia. El se dio cuenta de que podía tener un buen interlocutor en Alfonsín hasta que llegó al Pacto de Olivos inclusive. Alfonsín es un gran interlocutor que lo va ser del futuro gobierno suponiendo que ganen los peronistas y De la Rúa no va a poder prescindir de él.

–Es decir que, a pesar de todo, va a votar al peronismo.

–Sí, lo voy a votar a Duhalde. Tengo confianza en Duhalde. Y tengo confianza también en De la Rúa. Fijate qué cosa más curiosa, yo me tuteo con él.

–¿Cómo lo conoció a De la Rúa?

–Hace muchos años, de vernos en las calles, en las confiterías, en comidas, en cumpleaños de amigos. Ojalá le vaya bien. A mí no me vuelve loco que sea el peronismo sí o sí el que maneje el país, yo quiero que mi país lo manejen bien. Yo tengo causa justificada para decir que soy un prevenido. Me persiguieron los militares a muerte, se dijo inclusive que me habían matado, en Crónica tuvieron que desmentirlo en la primera plana. Eso fue durante el reinado de ese sinvergüenza de López Rega, le han hecho muchísimo mal al país, él e Isabel Perón. Yo he sido un hombre de confianza, y más que nada un amigo de Perón que estaba al lado de él, que se jugó la vida en Caracas, Venezuela, para resguardarlo.

–¿Perón pensaba en volver a la Argentina o no?

–Yo creo que sí. El decía que no, se hacía el mimoso. Pero como era un formidable pensador –era un tipo de avanzada en todo sentido– él sabía que el pueblo argentino lo iba a reclamar. Y las fuerzas políticas, también, aun las opositoras. Sabía que aquí nunca iba a haber calma si él no volvía. Y acá se hizo lo imposible para tratar de que no llegara.

–¿Cómo definiría el pensamiento de Perón?

–(Piensa.) Fue un presidente con una gran dosis o carga de egolatría, como todo presidente tiene. Todos los presidentes rondan o rozan los caminos que transitan los actores, los escritores, son grandes ególatras, les gusta que los adulen. Perón manejó eso con una enorme simpatía, y una gran dosis de humildad. Perón nunca retó a nadie, no era de acusar a nadie, ni de enojarse con nadie. Ni contra los hombres que lo habían sacado del gobierno y lo habían obligado a exiliarse.

–Pero a principios de los 70, Perón apoyó a los montoneros que habían matado a Aramburu..

–¿Una carta?

–Sí, una carta.

–Bueno, puede ser, errores habrá tenido, desde luego. Yo creo que, quién sabe si esas cartas son verídicas y ciertas, porque yo no lo escuché hablar mal a Perón ni de Rojas ni de Aramburu. De eso, yo doy fe. De Aramburu decía que había sido un buen militar, un hombre muy correcto. Incluso Aramburu, siendo presidente de la república hace un viaje a Europa y cuando regresa declara que hay que oficializar de nuevo al partido peronista.

–¿Había hablado con Perón?

–No, no, no. Aramburu ya tenía la idea de ser presidente de la república por vía del voto, pero no iba a ser nunca presidente de la república teniendo al peronismo en contra.

–Usted dijo que Perón era un hombre muy inteligente, pero también un gran ególatra. ¿Cómo era la relación con Isabelita? ¿Cómo era su influencia sobre Perón?

–Hay que adjudicarle al general haber sido débil con sus tres mujeres: con la primera, con Eva Duarte y con Isabel. Pero débil ante una discusión, ante un punto de vista, porque en el fondo, Perón hacía lo que él quería. La designación de Isabel como vicepresidenta del país es nada más que una artimaña de López Rega.

–¿Pero ya estaba tan “gagá” Perón como para dejar hacer?

na12fo20.jpg (4519 bytes)–Estaba desgastado. Cuando López Rega llega a Puerta de Hierro, no le apunta a Perón, como todo el mundo, se va a la cocina y empieza a hablar con Isabelita, a la que empieza a envolver con sus argumentos esotéricos, de brujas, el diabolismo, y umbanda, y esas cosas ¿no?

–Usted dijo que su esposa de aquel momento, Olga, había sido la única que se había dado cuenta de quién era en realidad Isabel.

–Sí, lo ratifico, en la convivencia te das cuenta. Y lentamente nos fuimos dando cuenta de que era una mujer egoísta e inservible. Perón la tenía para tenerla sentada al lado de él.

–¿Por qué Menem sigue recibiendo a Isabel Perón?

–Menem es paciente como todo árabe; ellos esperan, ellos te tienen que vender una alfombra y al final te la venden. Son viejos vendedores de alfombritas y Menem es un vendedor de alfombritas... (Je,je,je.)

–¿Los que rodeaban a Perón no sabían quién era López Rega, no había un vínculo directo con Perón para evitar esa intermediación?

–No, porque por vía de Perón, López Rega metió mano en la CGT, se metió entre los empresarios... Yo creo que estaba loco. Le advertían a Perón, sí, pero López Rega estaba siempre al lado. No lo dejaban solo para nada, ni ella ni él.

–¿Usted por qué decidió cortar el vínculo con Perón y no verlo más después de que lo despidió en Santo Domingo?

–Yo temperamentalmente no soy un hombre preparado para tolerar las intrigas que permanentemente se desenvolvían en torno de un personaje como Perón... Al principio no me daba cuenta y, en el año que estuve con él, ya me di cuenta, las mentiras, los tontos que iban a proponerle cosas rarísimas.

–¿Pero él no fomentaba ese ambiente de intrigas, de alimentar derechas e izquierdas?

–No, no, a Perón, cuando estábamos en Santo Domingo, se le informaba quién quería verlo,na12fo02.jpg (4623 bytes) decía sí o no, en principio decía que sí y siempre después de las cuatro de la tarde, porque hacía su siesta. Después aparecía afeitadito, bañadito... cuando se iban esos personajes, Perón me comentaba: “Este es un chanta”, me decía (risas). Le querían vender tranvías. Hubo un dirigente político que vino a hacerle la oferta de comprar en Chile 20 mil pistolas, para armar a los obreros argentinos.

–¿John William Cook?

–Sí. Delante mío. Yo soy testigo de eso.

–¿Y qué le respondió Perón?

–Ah, “Déjese de pavadas, Cook. Nosotros tenemos que volver al poder por la vía de los votos, como lo he venido diciendo siempre. Trabaje para eso. No trabajé pensando que tiene que matar gente”. Y el pobre gordo terminó después en Cuba, con una ametralladora en la mano.

–Bueno, Montoneros también apeló a la lucha armada y fue amparado, en su momento, por Perón.

–Pero Perón tomó el movimiento de los guerrilleros y de los chicos de izquierda como una cosa romántica más que nada. Pero era tal la desesperación por quedarse con Perón, por quedarse con su simpatía, con su apoyo, con su cariño, que, bueno, terminó todo como terminó el día de la llegada de él, cuando se agarraron a tiros todos en Ezeiza.

–Una masacre.

–Y, sí, como cuando aparece una estrella de cine, que todo el mundo quiere darle un beso.

–¿Cuando usted estuvo allá, Perón hablaba de Cámpora?

–Sí, sí...fue muy amigo de Juan Duarte. Cámpora fue el que acompañó a Juan Duarte en la recorrida que hizo el hermano de Eva en las principales clínicas de Estados Unidos y Europa para tratarse lo que fue un mal que le apareció de golpe, una sífilis mal curada, que él se había agarrado cuando era jovencito. Perón lo obligó a que se fuera a hacer ver. En todas partes le dijeron que no había nada que hacer. Volvió y un día se metió un tiro, se suicidó, y le adjudicaron la muerte a Perón. Y Perón me decía: “¿Cómo voy a hacer matar a un chico que era como hijo mío?”. El dijo una vez: “Soy un león herbívoro”, y era cierto, un hombre de una enorme bondad, incapaz de un pensamiento atravesado. No parecía militar.

–Y de Cámpora, ¿qué pensaba?

–A Cámpora, le tenía simpatía. Y no lo hubieran designado si no hubiera sido con el apoyo de él. Pero Cámpora se avino a entregar después el gobierno. Cumplió, se portó bien. También hubo un poquito de ingratitud para con él, una especie de desprecio, el “Tío” Cámpora, le decían...

–¿Conoció a muchos políticos que se han enriquecido?

–No muchos, siempre son los personajes que no son políticos los que se hacen ricos, se aprovechan, usan a los políticos, y están con todos. Ahora si gana De la Rúa vas a ver la cantidad de peronistas que se le van a arrimar, o gente que ha hecho negocio con los peronistas.

–Esos son los que la Justicia nunca ve...

–La designación de las cortes, de jueces, es todo un juego político que pasa en todo el mundo. Lo que pasa es que acá somos más ligeros. Aquí todo el mundo se ha hecho político.

–Su única vinculación directa con la política fue cuando estuvo como vocero de Alberto Samid...

–No fui vocero, le organicé la propaganda al gordo Samid, que es mi amigo y a quien quiero mucho, es una buena persona...

–Cavallo lo defenestró a Samid

–Claro porque Samid no pagaba los impuestos, pero sabés ¿cuántos ganaderos hay que no pagan los impuestos, corporaciones que manejan las carnes argentinas y no pagan un mango?

–El tema es que alguno tiene que empezar a pagar.

–Samid rompe relaciones con Menem cuando Menem apoya a Estados Unidos en la lucha contra Irak y Samid está a favor de Hussein. Yo lo ayudé a armar todo un teatro haciendo ver que se iba a encontrar con Hussein. ¿Te acordás que se dijo que había viajado? Mentira, lo escondimos por ahí. Después dijimos que mandó 200 toneladas de carne, mentira, no mandó nada.

–¿Para qué hicieron eso?

–Para provocar una corriente favorable a Irak. Ahí rompe relaciones con Menem, entonces Menem le manda la artillería, las investigaciones, la DGI, pero el hombre está en su casa.

–Tuvo que pagar.

–Algo habrá pagado. No conozco tanto, pero sé que tiene ocho frigoríficos cerrados y cinco mil personas en la calle.

–También es cierto que la evasión impositiva hay que revertirla.

–Sí, pero debe haber montones de firmas más importantes que Samid, lo que pasa es que elna12fo02.jpg (4623 bytes) gordo es impetuoso sanguíneo. Yo estaba al lado de él porque el gordo quería ser gobernador. Yo le organicé shows musicales, asados al aire libre en distintos pueblos. Inventamos el camión tapapozos. Alguien hacía una denuncia que tenía un pozo frente a la casa, entonces iba un camión tapapozos con la leyenda “Samid gobernador”, volcaba la mezcla y al sábado siguiente Samid daba un asado para toda la barriada.

–¿Qué piensa de Zulema Yoma?

–Corajuda.–¿De Zulemita?

–Una buena hija de su papá, lo acompaña, es medida la chica.

–No en los gastos.

–Siempre ha tenido plata. El hermano de Zulema ha sido siempre el mayor exportador de cueros de la República Argentina.

–Ha tenido créditos más que fáciles.

–Los créditos son para ampliar, ha sido el mayor proveedor de cueros a Rusia, por ejemplo. Cómo manejó sus negocios no sé. Siempre hay falencias.

–¿Por qué nunca quiere decir la edad?

–Porque soy coqueto y siempre me dan más. Han dicho 90, 80...

–¿No llegó a los 80?

–No, no. Yo siempre digo algo que me decía el general: “Mírenle los codos a la gente”, ahí se ven los años.

 

Por qué Roberto Galán

Por N. V.

“Yo sigo en carrera, ¿y usted?”

Yo nunca me metí en política; yo siempre fui peronista”, decía uno de los personajes de No habrá más penas ni olvidos, la novela en la que Osvaldo Soriano desentrañó el “sentimiento” peronista. La definición le cabe a Roberto Galán. La convivencia con Juan Domingo Perón, en Santo Domingo, lo transformó en un admirador a ultranza de ese militar devenido en líder de masas a partir del reconocimiento de la dignidad de los trabajadores. Más de cuarenta años después, disfruta de los recuerdos de ese año de exilio compartido y apela a esa marca para diferenciarse de Carlos Menem.

Galán hace gala de su calle, de sus años de televisión y de haber sido el primero que se atrevióna12fo30.jpg (16639 bytes) a poner y exponer frente a cámara a gente común. Alimenta su mito de mujeriego incansable con seis matrimonios a cuestas y oculta sus años como un secreto de Estado. Es un arcón de anécdotas en el que se mezclan algunas que filtran la clave para develar su edad. Asegura que no hay casinos en la ciudad de Buenos Aires, porque la esposa de Agustín P. Justo se horrorizó un día en que paseaba por el Tigre y vio desde el yate presidencial que “había cierta algarabía, muchachos con copas en las manos en el Tigre Hotel y como era una chupacirios, amiga de todos los cardenales, hizo que el marido prohibiera la instalación de salas de juego hasta 400 kilómetros de la ciudad”. Justo gobernó entre 1932 y 1938.

Está de vuelta. Siente que ya nada lo asombra, pero sigue en carrera. Es, en definitiva, como el peronismo.

 

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