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OPINION

Con Dios y con el Diablo

Por Claudio Uriarte

El momento más espectacular en el caso Pinochet no fue cuando dos inspectores de Scotland Yard se apersonaron en The London Clinic para comunicarle al ex dictador y actual senador vitalicio que estaba detenido y que todo lo que dijera podría ser utilizado en su contra; vino cuando, pocos días después, la policía de Carabineros reprimió violentamente a los pinochetistas que habían salido a las calles de Santiago a protestar contra el gobierno de Eduardo Frei y reclamar cualquier cosa, desde la ruptura de relaciones diplomáticas con España hasta un nuevo golpe de Estado militar. De este modo paradojal, un arresto que se presumía un elemento desestabilizador de la transición democrática en Chile sirvió en realidad para afirmar el poder civil e impotentizar la sombra amenazante de un Ejército que en sus buenos viejos tiempos, cuando el general aún era comandante en jefe, había estremecido a la sociedad civil chilena con demostraciones de fuerza tales como el “boinazo” y el “ejercicio de enlace”. Pinochet ya nunca volverá a ser lo que fue.

Pero hoy se inicia el juicio de extradición al ex Gran Dictador en Londres, y su desarrollo y desenlace tendrán también profundas implicancias en Chile. En un reportaje de Página/12 al especialista británico Michael Birnbaum publicado este último sábado 25, el experto transmite una sospecha bastante razonable de cuál podría ser el desenlace: la Corte de Bow Street extradita finalmente a Pinochet a España, pero el ministro del Interior, Jack Straw, permite a último momento su regreso a Chile sobre la base de “razones humanitarias”, como podría ser el agravamiento del estado de salud del octogenario militar. Esa sería la solución salomónica ideal porque dejaría a todos contentos: a Pinochet por volver; al juez Baltasar Garzón porque quedó como un héroe universal de los derechos humanos; al gobierno conservador español de José María Aznar por evitarle la papa caliente de un juicio en su territorio contra el ex dictador de un país con el que mantiene muy buenas relaciones económicas, y al que de todas maneras no se podría encarcelar en razón de su edad; y al Nuevo Laborismo de Tony Blair porque cumplió en mantener al monstruo encerrado por alrededor de un año y solamente cedió en las últimas, permitiendo recomponer la tradicional alianza geopolítica británicochilena. Para hacerlo mejor, todo esto debería ocurrir tras las presidenciales chilenas de diciembre de este año, donde lo más probable es que Chile obtenga su primer presidente socialista desde Salvador Allende.

 

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