El
momento más espectacular en el caso Pinochet no fue cuando dos inspectores de Scotland
Yard se apersonaron en The London Clinic para comunicarle al ex dictador y actual senador
vitalicio que estaba detenido y que todo lo que dijera podría ser utilizado en su contra;
vino cuando, pocos días después, la policía de Carabineros reprimió violentamente a
los pinochetistas que habían salido a las calles de Santiago a protestar contra el
gobierno de Eduardo Frei y reclamar cualquier cosa, desde la ruptura de relaciones
diplomáticas con España hasta un nuevo golpe de Estado militar. De este modo paradojal,
un arresto que se presumía un elemento desestabilizador de la transición democrática en
Chile sirvió en realidad para afirmar el poder civil e impotentizar la sombra amenazante
de un Ejército que en sus buenos viejos tiempos, cuando el general aún era comandante en
jefe, había estremecido a la sociedad civil chilena con demostraciones de fuerza tales
como el boinazo y el ejercicio de enlace. Pinochet ya nunca
volverá a ser lo que fue. Pero hoy se inicia
el juicio de extradición al ex Gran Dictador en Londres, y su desarrollo y desenlace
tendrán también profundas implicancias en Chile. En un reportaje de Página/12 al
especialista británico Michael Birnbaum publicado este último sábado 25, el experto
transmite una sospecha bastante razonable de cuál podría ser el desenlace: la Corte de
Bow Street extradita finalmente a Pinochet a España, pero el ministro del Interior, Jack
Straw, permite a último momento su regreso a Chile sobre la base de razones
humanitarias, como podría ser el agravamiento del estado de salud del octogenario
militar. Esa sería la solución salomónica ideal porque dejaría a todos contentos: a
Pinochet por volver; al juez Baltasar Garzón porque quedó como un héroe universal de
los derechos humanos; al gobierno conservador español de José María Aznar por evitarle
la papa caliente de un juicio en su territorio contra el ex dictador de un país con el
que mantiene muy buenas relaciones económicas, y al que de todas maneras no se podría
encarcelar en razón de su edad; y al Nuevo Laborismo de Tony Blair porque cumplió en
mantener al monstruo encerrado por alrededor de un año y solamente cedió en las
últimas, permitiendo recomponer la tradicional alianza geopolítica británicochilena.
Para hacerlo mejor, todo esto debería ocurrir tras las presidenciales chilenas de
diciembre de este año, donde lo más probable es que Chile obtenga su primer presidente
socialista desde Salvador Allende. |