Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LA POLICIA “OLVIDO” ENTREGAR ARMAS Y UN HANDY DESAPARECIO
Las sombras del encubrimiento

na17fo01.jpg (7775 bytes)

El segundo jefe de los Halcones volvió a declarar y aportó tres fusiles FAL que hasta ahora no habían sido entregados para las pericias. También confirmó que los asaltantes tenían un handy y escuchaban la frecuencia policial. Pero después nadie lo vio.


Por Horacio Cecchi
Desde San Nicolás

t.gif (862 bytes)  Un handy desaparecido y tres fusiles FAL olvidados constituyen el tema de insomnio del juez federal nicoleño Carlos Villafuerte Ruzo. Ayer, el magistrado confirmó sus sospechas sobre la existencia de una negociación paralela previa a que se desatara la masacre de Villa Ramallo, al comprobar que un jefe de la policía local mantuvo conversaciones con los delincuentes, mientras resistían dentro de la sucursal del Banco Nación, a través de un handy. El aparato utilizado por los asaltantes no fue secuestrado por las fuerzas policiales y nunca apareció. También ayer, el segundo jefe de los Halcones, Gerardo Ascacíbar, volvió a presentarse ante Villafuerte, confirmó la existencia del handy y señaló la posición de cuatro de sus hombres durante el tiroteo. Pero además, Ascacíbar aportó tres FAL que habrían utilizado los Halcones y que inexplicablemente “olvidaron” entregar para las pericias balísticas.

“Quédense tranquilos, no vayan a hacer una locura”, dijo el oficial principal Jorge Ayala, segundo jefe del Comando Radioeléctrico de San Nicolás. Del otro lado, Miguel escuchaba sus indicaciones. Después se sabría que Miguel era Javier Hernández, el delincuente muerto durante la breve fuga de la sucursal del Banco Nación. La comunicación se realizó durante la mañana del jueves 16 de setiembre, desde un handy que tenía en su mano el oficial Ayala y otro que apretaba contra su oreja Hernández, dentro del banco. Luego, la comunicación se concentró en el negociador Pablo, Juan Bressi, de los Halcones, a través de un teléfono celular, conversación que fue grabada y está en poder de Villafuerte. Pero no ocurrió lo mismo con el diálogo que se mantuvo a través del handy. Es más, el aparato utilizado por los asaltantes jamás apareció.

Como informó Página/12, Villafuerte contaba con la sospecha de que el aparato había sido utilizado en frecuencia policial y de que a través de él se estableció una suerte de negociación paralela, que hablaba de una posible vinculación previa entre policías y ladrones. Ayer, en su paso por el juzgado, Ascacíbar confirmó a medias aquella sospecha: dijo que “los delincuentes tenían un handy y escuchaban la frecuencia policial”, pero aseguró desconocer el destino del aparato. Al mismo tiempo, uno de los investigadores confirmó un anticipo de este diario: en su huida, los delincuentes arrojaron desde el auto un arma.

Se trata de una ametralladora Ingram, que circularía con bastante frecuencia entre las fuerzas policiales, aunque no es de uso oficial. Esa arma también desapareció.

A su salida del juzgado, Ascacíbar informó a los medios presentes que había concurrido para aportar “documentación” al juez. Se trata de un plano detallando la ubicación de sus hombres durante el tiroteo. Según declaró ante Villafuerte, fueron cuatro los Halcones que hicieron fuego. Insistió en que la orden era que dispararan a los neumáticos pero “no fueron tiros de puntería, estaba muy oscuro y los hombres hicieron disparos instintivos, en movimiento, iban caminado y apuntando. No tenían elementos para puntería”. También sostuvo que “los disparos que impactaron en el primer piso fueron errores que no sé cómo describirlos”.

Pero el aporte más sustancioso de Ascacíbar fueron los tres fusiles FAL que “olvidaron entregar” después del tiroteo y que recién se sumaron a los 110 fusiles incautados la misma noche de la masacre, pero nueve días después. La molestia en el juzgado deriva de que es clave para las pericias balísticas el cotejo de las vainas y los plomos con las estrías de los caños de las armas. La estría es única e irrepetible, como una huella digital. No es poco para justificar las sospechas que corren por las paredes del juzgado respecto de un encubrimiento. Como si fuera poco, al mediodía Juan Luciano, abogado de Carlos Martínez, el único delincuente que aún está vivo, presentó ante Villafuerte su correspondiente pedido de recusación sosteniendo que “tiene un interés directo y está cuestionado en su intervención durante y después de la negociación. Tendría que apartarse”.

Hoy se vence el plazo de que dispone el juez para mantener el secreto de sumario, aunque está en condiciones de prorrogarlo unos días más. Martínez se encuentra en la U22 de La Plata y posiblemente el jueves sea sometido a una intervención de microcirugía.

La otra sobreviviente de la masacre, Flora Lacave de Chaves, se repone lentamente en Lincoln. Quizás el miércoles de la semana próxima sea trasladada a Buenos Aires, para ser tratada con cirugía plástica en su mano. También lejos del epicentro, la Prefectura sigue la línea de la banda que integraba Javier Hernández, alias Miguel, durante el asalto al Banco de Santa Fe, en octubre del ‘95. El viernes, un equipo de prefectos consultó cinco legajos en Rosario. Uno era el de Hernández. Otros dos, los de Sergio Rodríguez “el Frío” y “Veneno” Fernández fueron descartados: el día de la masacre estaban en prisión. De los dos restantes, a uno lo llaman “el Remisero”. Y Villafuerte está buscando al chofer de la banda de la masacre de Ramallo.


KOHAN: LOS LADRONES SON LOS CULPABLES DE LA MASACRE
Policías con defensor de lujo

t.gif (862 bytes) Por primera vez desde la masacre de Villa Ramallo, un funcionario salió a defender públicamente la actuación de la policía y el juez. Se trata del secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, para quien los únicos culpables por la muerte de los dos rehenes “son los delincuentes”. “A veces las cosas salen bien y a veces salen mal –justificó Kohan–, como en (las Olimpíadas de) Munich (en 1972), cuando murieron todos los atletas israelíes” capturados por un comando terrorista. Nunca mejor elegida la comparación: tras aquel episodio, se responsabilizó a las fuerzas de seguridad alemanas por la muerte de los once deportistas. Aquella historia registra, incluso, tres misteriosos suicidios de terroristas vinculados con la tragedia, que estaban detenidos en una cárcel alemana.

“Hasta ahora se ha dedicado muchísimo más tiempo en ver si la policía es culpable, cuando los culpables son los delincuentes”, se quejó Kohan. El funcionario reclamó que se deje actuar al juez Villafuerte Ruzo, y cuando una periodista le recordó que el magistrado se había tirado al piso cuando comenzó la balacera policial, le preguntó si pretendía que el juez “hubiera puesto el pecho para actuar en el tiroteo”.

Como si nada hubiera pasado, el secretario de la Presidencia se preguntó por qué había que calificar la actuación de la policía y la Justicia en Ramallo como una “mala operación”. En defensa de los uniformados, argumentó: “Yo escuché hablar mucho de responsabilidades de la policía, de policías de gatillo fácil, y escuchamos mucho menos hablar de que la policía tuvo unos cincuenta muertos”. Y luego lanzó la comparación con la masacre de deportistas israelíes, en Munich, como ejemplo de una operación de rescate que “no salió bien”.

En aquella ocasión, el 5 de setiembre de 1972, un comando de ocho terroristas palestinos, armados con ametralladoras y granadas, tomaron como rehenes a nueve atletas del equipo de Israel. Otros dos deportistas murieron durante el ataque. Se trataba del grupo Septiembre Negro, que exigía la liberación de 234 presos palestinos en Israel y de los terroristas alemanes Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Después de un día de negociaciones, les prometieron a los captores que podrían huir hacia El Cairo. Así, terroristas y rehenes fueron trasladados en helicóptero a un aeropuerto militar. Pero la promesa era falsa: los terroristas no saldrían de Alemania.

Más similitudes: en el aeropuerto hubo un gran apagón y no bien los terroristas comenzaron a bajar del helicóptero recibieron la descarga de francotiradores, munidos de miras infrarrojas. El resultado no pudo ser peor: murieron cinco de los ocho palestinos y los nueve atletas. Veinte años después, fuentes de la policía de Munich revelaron que ocho de los deportistas murieron por las balas de los tiradores alemanes y el noveno, al incendiarse un helicóptero.

Cinco años después, otro grupo palestino secuestró durante más de 100 horas un avión de Lufthansa. Pedían la liberación de trece dirigentes del grupo Baader-Meinhof. Después de cinco días, un grupo comando recuperó el avión y rescató a los 87 rehenes. Horas después, en la prisión de Stuttgart, aparecieron muertos tres dirigentes de Baader-Meinhof, entre ellos, su fundador, Andreas Baader. La versión oficial habló de triple suicidio.

 

PRINCIPAL