El
secretario general de la Presidencia ya resolvió la masacre de Ramallo. Los
culpables son los delincuentes, dijo. Lamentablemente Alberto Kohan no estableció
primero de qué son culpables los asaltantes del Banco Nación. Como la Justicia no trabaja postmortem y dos delincuentes murieron
uno bajo las balas, otro en un misterioso suicidio en la celda por el momento
habría un solo culpable, Javier Hernández. Al menos hasta que sea arrestado alguno de
los cómplices de fuera del banco.
En principio, Hernández puede ser acusado de privación
ilegítima de la libertad. Tuvo cautivos a los rehenes durante más de veinte horas y sin
duda cometió tentativa de robo.
El problema es que la clave del episodio es el asesinato del
gerente y el tesorero del banco, se presume que muertos por balas policiales.
Los asaltantes no fueron ángeles y podrían haber llegado a
matar. Pero no lo hicieron. Si los policías llegaron a cometer un homicidio fue porque
nadie en el gobierno bonaerense, el juzgado y la policía dio una orden eficaz
para proteger, por encima de cualquier cosa, la vida de los rehenes.
Fernando Savater suele contar una parábola sobre la culpa.
Dice que para visitar a su amante una mujer tenía dos caminos: tomar un bote o cruzar un
bosque oscuro y peligroso. Un día se quedó sin dinero. Pidió ayuda a su marido, por
supuesto sin confesarle para qué. No obtuvo nada. También rogó un viaje gratis al
barquero. No lo consiguió. Entonces decidió cruzar el bosque, donde un violador la vejó
y la mató. Savater acostumbra preguntar quién tiene la culpa de la muerte. ¿El marido?
¿El amante? ¿La mujer por engañar al marido? ¿El barquero? Según el filósofo, quien
culpabilice a cualquiera de ellos incurrirá en relativismo moral. Para Savater, la culpa
es del violador. El fue realmente el asesino. La enseñanza es que nada permite diluir las
culpas verdaderas.
Es habitual que la parábola sea usada aquí para criticar a
los que condenan el gatillo fácil y la tortura y explican que el delito tiene un origen
social. Estarían diluyendo la culpa de los delincuentes.
Sin embargo, se trata de una interpretación falsa de las
teorías más modernas y democráticas sobre el delito. Ninguna de ellas anula la culpa;
todas consideran que, igual que el asesinato de un policía a manos de un delincuente, el
gatillo fácil que termina en la muerte de un delincuente también es asesinato. El
delincuente en un caso es culpable. El policía en otro también, porque actúa como
delincuente.
Al decir secamente que la culpa es de los asaltantes y
omitir los datos reales de Villa Ramallo, Kohan quiso cambiar la realidad. Un caso de
relativismo moral que tranquilizará a los verdaderos culpables. |