INOCENTE El papa de Roma lleva colgado del báculo a un inocente condenado a muerte. Bien es cierto que ese reo hoy está labrado en oro o en otro metal refulgente pero, según la fe cristiana, hace dos mil años ese condenado fue el Hijo del Dios encarnado bajo la forma de un profeta de sandalias polvorientas y fauces secas que vino a predicar el amor y el perdón. (...) A pesar de eso, el Vaticano, en su último catecismo, sigue siendo partidario de la pena de muerte. (...) ¿Por qué yo no lo soy? Sencillamente porque, si un día se la aplicaron a Dios, también me la pueden aplicar a mí.(De la nota La condena de Manuel Vicent, publicada por el diario español El País.)
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