Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


La incertidumbre, como un
desencadenante del estrés

“Lo que más estresa es la incertidumbre frente al futuro”,
afirman especialistas que estudian el fenómeno en el ámbito laboral. El síndrome del sobreviviente y el del aislamiento.

Tiempo: Los más expuestos al estrés son los que tienen “responsabilidad de vida de otros en sus manos” y “un tiempo fijado” para cumplir su tarea.

na20fo01.jpg (12956 bytes)

El temor al desempleo genera inseguridad y estrés
Muchos sienten que si son despedidos ya no se podrán reinsertar.


t.gif (862 bytes)  Ni el cansancio ni la presión: el principal disparador del estrés en el ámbito laboral es la incertidumbre. Así lo afirman los especialistas que han estudiado los cambios en las condiciones laborales: “la seguridad ha sido reemplazada por la flexibilidad y la empleabilidad y eso genera mucho estrés”, señalan. Mientras los empleados viven con pánico la posibilidad del desempleo, los altos ejecutivos tienden a sufrir el “síndrome del aislamiento”, una imposibilidad de pedir ayuda por temor a mostrarse débiles. Sin embargo, son muy pocas las empresas que lo toman en serio. “En el mundo se gastan 150 millones de dólares anuales en estrés, las empresas deberían tomar conciencia de que ahorrarían mucho dinero invirtiendo en prevención”, señala la socióloga Teresa Badano. Página/12 habló con especialistas en la materia que hoy y mañana expondrán las conclusiones de sus trabajos en el Primer Simposio Argentino sobre Estrés.
El estrés “es una respuesta a estímulos, pero cuando esos estímulos nos resultan excesivos o nuestras posibilidades de responder a ellos se encuentran disminuidas nos sentimos en una situación de dificultad. En general, el estrés en sí mismo no es negativo pero su aumento o una frecuencia elevada sí lo es”, explica la psicóloga Noemí Fisman. Por eso los especialistas hablan de estrés negativo o distrés (lo que habitualmente se conoce como estrés), y estrés positivo o eustrés.
“El ser humano necesita seguridad, cuando la pierde queda muy expuesto. Por eso lo que más estresa es la incertidumbre frente al futuro. En la actualidad la incertidumbre laboral es mucho mayor y va unida al miedo a pasar a ser un desocupado, especialmente a partir de cierta edad donde ya es imposible el retorno”, explica a Página/12 Ricardo Kelmansky, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Agentina. Por eso, dice, tanto el obrero que durante toda su jornada laboral hace el mismo trabajo como el ejecutivo de una firma que vive de la toma de decisiones están expuestos a sufrir estrés.
El problema radica en la “sobreimplicancia o hiperocupación” en la que se encuentra un sector de la población. “Esto exige una cuota de adhesión al trabajo que deviene en muchas otras adicciones, porque al trabajador se le exige como si fuera un socio de la organización, con una remuneración que no está acorde”, explica la socióloga Teresa Badano. La falta de apoyo solidario dentro del ámbito laboral, agrega, acentúa el estrés: “Muchos sufren el ‘síndrome del sobreviviente’, empiezan a sentir síntomas físicos pero no los reconocen por temor a perder su trabajo. Y en los altos ejecutivos se da el ‘síndrome de aislamiento’ de la alta dirección: donde uno se siente solo frente a las decisiones que tiene que tomar y no puede consultarle al subordinado porque nuestra cultura no nos permite mostrarnos débiles, si sos el débil seguramente vas a ser el próximo en perder el trabajo”. Por otro lado, apunta Badano “tenemos un yo saturado de requisitorias de familiares y de los propios sentimientos para los que no hay tiempo, porque el tiempo físico, si estás ocupado, se va en atender esa ocupación”.
La falta de tiempo, justamente, es una de las recurrentes quejas de quienes sufren este mal. En el ámbito de la salud, el estrés lleva el nombre de burn out (quemado): “Es un agotamiento físico y emocional que la persona percibe como una dificultad para responder a las demandas habituales de su tarea”, explica Fisman. Tanto enfermeros como médicos, psicólogos o asistentes terapéuticos pueden sufrir en algún momento este síndrome, ya que “la posibilidad de muerte por la enfermedad es una de las variables con las que los profesionales deben trabajar en forma permanente”, aclara la psicóloga. Quien sufre de burn out no logra terminar las tareas en sus horas habituales, entonces se lleva el trabajo a la casa, donde tampoco avanza demasiado; o llega más temprano para compensar la falta de productividad con más tiempo de dedicación. “Con lo cual aumentan sus malestares –cansancio, irritabilidad, contracturas musculares, dolores de cabeza, entre otros–. Es un círculo vicioso”, explica Fisman. Es habitual que los médicos que no reconocen estarsufriendo ese mal se automediquen, y que, ya instalado el síndrome –en el estadio cuarto, el más grave de la enfermedad– lleguen a todo tipo de adicciones e incluso tengan ideas o intentos de suicidio.
El estrés, sin embargo, afecta a todas las profesiones. Los más expuestos son los que tienen “responsabilidad de vida de otros en sus manos” y “un tiempo fijado” para cumplir su tarea (en este espectro entrarían desde pilotos de avión hasta periodistas). “En el mundo se pierden 150 millones de dólares por año por causas derivadas del estrés: por enfermedades, ausentismos y accidentes –apunta Badano–. Y si bien en Europa las empresas ya están tomando medidas para prevenirlo, acá ninguna se reconoce como agente estresor.”

 

Y para colmo, envejece

El estrés no sólo afecta nuestra vida cotidiana, también deja rastros a largo plazo. “El estrés aumenta el envejecimiento”, asegura Isabel Martín Sarrat, del Laboratorio de Estrés del Hospital de Clínicas. “La hormona que eleva el envejecimiento, la glucocorticoide, es también la que eleva el estrés”, agrega. Esta hormona es la que participa cuando se reacciona ante un estímulo. “Hace un desajuste en los hidratos de carbono –explica Sarrat– para preparar alimentos para las enzimas de lucha o huida. Las personas en las que prevalece la lucha, el ejecutivo perfecto o el ama de casa superobsesiva, tienen tendencia a tener accidentes cardiovasculares o cerebrovasculares, ya que gastan mucha energía y se recienten estos órganos, que son más sensibles a la falta de oxígeno. Los que huyen, los que tienen miedo a los problemas, afectan el sistema inmunitario, que no se defiende”. Para Martín Sarrat, “esa inhibición de las defensas, cuando el estrés es crónico, es la paz de los cementerios, ya que se traduce en una disminución de las funciones biológicas”.

 

PRINCIPAL