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BLAIR Y JOSPIN ANTE LA PRIORIDAD DEL EMPLEO
La izquierda giró a la izquierda

El premier británico Tony Blair habló ayer en el centenario del Partido Laborista, y trazó el horizonte del pleno empleo . Su colega francés Lionel Jospin lo había precedido por un día.

Un discurso del ministro de Economía Gordon Brown es aplaudido por el premier británico Tony Blair.
Ayer Blair pintó un futuro británico de pleno empleo, alineado con Europa antes que con EE.UU.

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t.gif (862 bytes)  En sólo dos días, dos de los líderes socialdemócratas de Europa occidental prometieron lo que hace pocos meses nadie hubiera imaginado que siquiera podían soñar. Ayer el premier laborista británico Tony Blair habló en la Conferencia de su partido en Bournemouth y aseguró que Gran Bretaña avanza rumbo al pleno empleo al mismo tiempo que clamaba por una alineación europea y no norteamericana. Y los diarios franceses estaban ayer cubiertos de notas de análisis frente a un discurso que pronunció el lunes el premier Lionel Jospin ante 350 parlamentarios socialistas en Estrasburgo, en un congreso partidario, donde juró que el Estado defenderá el empleo ante los despidos abusivos. Y que lo hará con sanciones a las empresas.
La guerra de clases ha terminado, pero recién ha comenzado la lucha por la verdadera igualdad. Al menos, así afirmó ayer Tony Blair en su discurso por el centenario del Partido Laborista. En Bournemouth, el premier llamó a los miembros del partido a sumársele en la cruzada para construir un modelo de país apto para el siglo XXI, donde se respete la igualdad de oportunidades para todos y el valor de cada ciudadano. También anunció incentivos para el Servicio Nacional de Salud (NHS), cuyo desmantelamiento es una de las hipotecas más difíciles de levantar de la era conservadora de Margaret Thatcher.
Ante un auditorio repleto, también llamó a los presentes a asegurar un segundo mandato laborista por primera vez en la centenaria historia del partido. Blair señaló que Gran Bretaña se ha movido entre Europa y Estados Unidos en su búsqueda por una identidad en el mundo post-imperialista y preguntó a la audiencia si el destino del país está o no del lado de Europa. “Si la respuesta es negativa, entonces tendremos que irnos. Pero abandonaríamos una unión económica en la cual está implicado el 50 por ciento de nuestro comercio, y de la que dependen millones de puestos de trabajo”. Gran Bretaña podría elegir su destino, “pero debería hacerlo con los ojos abiertos y los sentidos alertas, no cegada y embotada por la incesante propaganda de los eurófobos”. Blair, con la mano en alto, arremetió contra los “tories” (conservadores), a quienes acusó de formar el partido favorable a la caza del zorro, al ex dictador Augusto Pinochet y a los cargos hereditarios en la magistratura. Con cierto tono de preocupación, el primer ministro, que llevaba un traje negro en el que destacaba una corbata roja, advirtió del riesgo económico que, a su juicio, sufriría el Reino Unido en el caso de que finalmente rechazara integrarse al euro, la moneda común de la Unión Europea.
El laborismo debe trabajar por el bien del “número más amplio posible” de gente, desde los desempleados, que todavía existen, hasta los ricos negociantes, y no sólo “por algunos”, agregó, afirmando que él había sabido reconciliar “la eficacia económica y la justicia social”. Asumiendo plenamente la introducción en el sector público de una política salarial que dependa del “mérito individual”, Tony Blair invitó a los docentes a aceptar que su salario quede “vinculado a los resultados”, en un estilo que no tiene nada que envidiar a los “meritocracia” norteamericana.
A pesar del optimismo y expectación que existía esta tarde en la sala del congreso laborista, fuera, en la calle, unas 20.000 personas procedentes de todo el país, según dijo la policía local, se manifestaban, sin incidentes, en defensa de una mayor protección de “lo rural”, ante las puertas del edificio. Mañana se celebrará la tercera sesión del congreso, que contará con la participación de los ministros de Trabajo, David Blunkett, y de Industria, Stephen Byers.
Las bases partidarias tienen dificultades para digerir el mensaje de Blair. “¿Qué interés puede tener un congreso anual si las discusiones se limitan a la aprobación en sesión plenaria de un texto cocinado en las alturas y que dice Nosotros amamos a todo el mundo?”, ironizó el diputado Tony Benn. “La verdad es que Tony Blair es el único líder laborista al queno ama el partido que dirige”, y que es culpable ante él “de obstaculizar el mercado del trabajo hiperflexible con que sueña”, lamentó el laborista Lord Hattersley. De hecho, los medios británicos (especialmente los de izquierda) subrayan que nunca como ahora la crítica y la discusión fueron tan “sistemáticamente apartadas” en un congreso del laborismo. Las intervenciones disonantes han sido relegadas a pequeñas salas alquiladas en hoteles de la ciudad, mientras la tribuna central parece exclusivamente reservada a los admiradores de “Tony”.
“Dar un paso con el pie izquierdo”, tituló ayer en París el matutino Libération, de izquierda. El título interno era más prudente: “Jospin hace un pequeño viraje y prosigue su camino”. Pero Libération coincidía con el vespertino centrista Le Monde y con el derechista Le Figaro en que Jospin había abandonado el inmovilismo, y en que las acusaciones de autosatisfacción dirigidas contra el premier francés no se sostenían. En primer lugar, el plan de gobierno del premier socialista –el que más ha durado en su puesto en la última década, después de Michel Rocard– fue visto como una respuesta enérgica a su falta de energía el 13 de setiembre pasado, cuando no supo cómo reaccionar ante despidos masivos en las fábricas Michelin.
El nuevo plan de Jospin responde en toda la línea. A una izquierda hipnotizada por la redistribución de la riqueza –o de la escasez, según los períodos–, Jospin quiere enfrentar los desafíos que surgen de la globalización, en particular las nuevas reglas del juego que hay que instaurar en una economía donde la carrera por la productividad relega el trabajo al rango de verdadera variable de ajuste. Una única solución: la regulación, parece responder Jospin en su proyecto. Y para ello, los que no respeten la legislación sobre las garantías de los asalariados deberán ser sancionados. En otras palabras, el Estado castigará a las empresas por cualquier “abuso” en los despidos, penalizará a las que se apoyen demasiado en el trabajo temporario y no subsidiará a los desempleados de las empresas con ganancias que les permitan mantenerlos ocupados. Comunistas y ecologistas respondieron ayer con satisfacción a las medidas. Las empresas, en un momento en que la economía está acelerándose, no manifestaron su oposición. Después de todo, esperarán a ver cómo se implementa el plan de Jospin.

 

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