Por Rodrigo Fresán Hay, en la primera parte del
asunto, en Austin Powers: International Man of Mistery, uno de esos grandes momentos que
trascienden lo cómico o lo idiota y que resplandecen con la fuerza encandilante de la
seriedad y de lo lúcido. Allí, en la pantalla, Austin Powers se enfrenta a su némesis,
el satánico Dr. Evil. Los dos son extranjeros de todo, los dos han sido congelados en los
psicodélicos 60 para ser revividos en un fin de milenio que no entienden y que los
supera. Un milenio que no les causa la menor gracia. Allí, el Dr. Evil mira fijo a Austin
Powers y le lanza una de esas preguntas que se clavan en el centro exacto de la cuestión.
Algo así como: ¿Drogas? ¿Amor libre? ¿No te extraña que todo aquello que
considerabas como lo mejor del mundo hoy sea considerado un delito? ¿Quién es el malo de
esta historia después de todo?, sonríe el Dr. Evil y Austin Powers titubea. El que
tanto Austin Powers como el Dr. Evil estén interpretados por Mike Myers no hace más que
acrecentar la epifanía psicótica de la escena en cuestión. Sí, lo más divertido de
este producto humorístico tiene que ver con el encanto del desorientado; con la
incorrección política que se le disculpa a aquel que estuvo de viaje mientras las cosas
cambiaron, irremediablemente, para siempre; con la idea de que el héroe sea un absoluto
degenerado con licencia para lo que venga.Nada de eso hay, desgraciadamente, en la secuela
The Spy Who Shagged Me (El espía seductor) porque suele ocurrir con
casi todo aquello que tuvo un éxito inesperado, aquí ya no se trata de hacer humor
apoyado en el desfasaje temporal del héroe que, además, es un agente secreto
demodé, sino hacer humor apoyado sobre una película que se apoyaba en el desfasaje
temporal de un héroe que, además, era un agente secreto demodé. Ahora, Austin Powers ha
sido asimilado por la industria y, de paso, por el fin del milenio: ese territorio donde
todo es un eco de algo que ya fue. Así, cada uno de los chistes de Powers 2 es una
variación a veces más, a veces menos inteligente de los chistes que ya
habían aparecido en Powers 1. Y ya se sabe: el primer Austin Powers había recaudado
apenas 54.000.000 de dólares en los Estadous Unidos lo suficiente pero
tampoco demasiado para luego convertirse en un inesperado megaéxito en video con
más de un año en el Top 20 y generador de una moda tontuela entre la juventud
norteamericana abarcando desde minivestidos a go-go hasta falso acento británico y slang
importado de Carnaby Street. Todos se sorprendieron incluyendo a Myers (actor, guionista y
factotum del monstruo), quien ya se había sorprendido por el también aparentemente
insensato batacazo que fueron el descerebrado Wayne Campbell y su amigo Garth
transmitiendo desde el sótano de su casa en El mundo según Wayne: otra fábula
desmadrada donde el inadaptado triunfa siempre y se queda con la chica y detalle
importante en el mundo según Myers siempre hay que humillar a Rob Lowe.The Spy Who
Shagged Me lanzamiento monstruoso que incluye juguetes, campañas junto a la cerveza
Heineken y a los cafés Starbucks, un soundtrack con canciones nuevas de Madonna y R.E.M.
entre otros, y un colorido y shagadélico avión de la compañía aérea Virgin fue
todavía más lejos, mucho más lejos, no sólo convirtiéndose en la segunda parte más
exitosa en la historia de la comedia cinematográfica sino, además, desbancando a
Episodio 1: La Amenaza Fantasma de las alturas galácticas del primer puesto de
recaudaciones en el verano norteamericano.A no engañarse: The Spy Who Shagged Me no es
una buena película (posiblemente sea una mala película y, desde ya, peor que su
antecesora); pero Myers es lo más importante que le ha sucedido al cine cómico en su
faceta camaleónica desde que Peter Sellers no está entre nosotros. Y, como buen
comediante, Myers es un tipo ligeramente melancólico. Y, para peor, canadiense e hijo de
un inglés de Liverpool a él están dedicadas ambas películas de la serie, quien
fue la inspiración directa para Austin Powersy, de paso, para el monstruoso Fat
Bastard. El padre de Myers quien murió durante la filmación de la primera El
mundo según Wayne y no llegó a presenciar y disfrutar la apoteosis de su hijo se
dedicaba a la venta de enciclopedias y odiaba cuando los norteamericanos le preguntaban en
qué trabajaban. Ahí, Papá Myers siempre respondía cosas como soy el inventor del
sidecar para motocicletas o vivo de las regalías por haber tocado los bongós en el tema
de Misión: Imposible. El tipo de humor que aparece en los mejores momentos de su
hijo como comediante.La segunda parte de El mundo según Wayne y la tan fallida como
interesante So I Married an Ax Murderer (una sátira al cine de mujeres fatales a la
Sharon Stone con espíritu de sit-com doméstica) fueron los tropezones previos al
descubrimiento de Powers quien, en los papeles, sonaba como algo demasiado estúpido y
estrambótico para funcionar. Pero funcionó y, lejos de andar pensando en un nuevo
retorno del agente secreto de dentadura podrida, Myers hoy baraja varios proyectos:
suplantar a Jim Carrey en algo llamado The Amazing Mr. Limpet, revolucionar el rol de
Shaggy en la súper-producción del dibujo animado Scooby-Doo (Lo interpretaría
como si fuera una especie de Michael Stipe, el cantante de R.E.M.: alguien que sufre
porque talan árboles para hacer guitarras y sollozara todo el tiempo la culpa de que un
olmo muriera por culpa de sus canciones, sonríe Myers); y algo que
tenga que ver con el ser canadiense. Tengo amigos en el negocio del cine en Toronto
que trabajan en hacer que esa ciudad se parezca lo más posible a New York porque, claro,
es más barato filmar ahí que en Manhattan. Su trabajo consiste en ensuciar las calles
con basura. Tienen toda una colección de basura norteamericana. Se me ocurre que una
película titulada Basura Americana no sería una mala idea.
La historia del pequeño malvado Mini-Me Lo pequeño es hermoso y una de las cosas más hermosas de la segunda parte
de Austin Powers es la relación paterno-fraternal-siamesa del Dr. Evil (claramente
inspirado en el Ernst Stavro Blofeld de la aventura Bond Sólo se vive dos veces) y su
minúsculo clon el malvado Mini-Me. Presentado como alguien apenas catorce pulgadas más
alto que el juguete que lo inmortaliza, Mini-Me es el actor de treinta años Verne J.
Troyer quien hasta ahora había vivido del indigno anonimato de doblar a bebés y
animalitos en escenas de riesgo. Su mayor logro hasta la fecha había sido jugarla de
infante con tendencias suicidas en la divertida Babys Day Out de John Hughes.
Necesitaban algo que tuviera la apariencia de un bebé de nueve meses y yo fui lo
más parecido que encontraron, dice una de las luminarias de la Little People of
America Society. Enseguida llegaron Men in Black y Mighty Joe Young pero otra
vez cumpliendo roles más funcionales que dramáticos. Mini-Me quien no
pronuncia palabra salvo a la hora de cantar un rap de Will Smith fue todo un
desafío para el actor quien, luego de aprender a llevarse su meñique a la boca como el
Dr. Evil, no para de recibir ofertas para nuevas películas donde ya no es un efecto
especial sino una persona especial. How the Grinch Stole Christmas junto a Jim
Carrey puede significar su consagración definitiva. Mientras tanto y hasta entonces
conmueven sus declaraciones en cuanto a que el muñeco tamaño natural de
Mini-Me que se vende en las jugueterías me produce un poco de impresión o
en uno de los momentos más perturbadoramente tiernos de The Spy Who Shagged
Me verlo acompañar con su pianito de juguete al Dr. Evil mientras canta el
One of Us de Joan Osborne. |
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