OPINION
Un voto, por amor de Dios
Por James Neilson |
Lo
empezó Fernando de la Rúa cuando, con voz monocorde, conmovió a millones confesando que
dicen que soy aburrido, un aguafiestas nato, para entonces ver trepar diez
puntos su rating. Alarmados por el éxito de esta jugada, los brasileños de Eduardo
Duhalde instruyeron a su hombre a proclamarse aún más infeliz que el grisáceo porteño:
lo hizo a la perfección, quejándose entre sauces llorones por la maldad de políticos
tan perversos que incluso tratan de privarlo de la presidencia de la República y por las
muchas otras injusticias de las cuales es víctima. Desde aquel momento Duhalde, que jura
tener encuestas que lo muestran subiendo como un cohete, es una persona distinta: confía
en que si sigue gimoteando podrá escalar hasta cualquier altura. ¿Cómo reaccionará el
tercer candidato, Domingo Cavallo al verse tan aventajado por el más aburrido de los
argentinos y por el más desafortunado? Se informa que en adelante su campaña girará en
torno de su capacidad para producir lágrimas aún mayores que las vertidas por el
gobernador bonaerense. Su equipo ha rescatado la grabación de su célebre encuentro con
jubilados cuando, para el asombro general, probó que es humano y que sabe llorar
como el que más.
No, las campañas electorales ya no son lo que eran antes, cuando los candidatos asumían
un aire triunfalista, hablaban de luchar y daban a entender que eran
superdotados, auténticos caudillos que conducirían a su pueblo a una tierra maravillosa
donde no habría recesiones, crimen, desempleo, pobreza, crisis educativa,
fondomonetaristas ni acreedores extranjeros amarretes. Hoy en día se creen corajudos si
niegan estar pensando en restaurar la esclavitud. El machismo de otros tiempos ha sido
reemplazado por la sensiblería, acaso porque los vendedores de políticos, los que por
razones comprensibles a veces confunden a sus clientes con marcas de jabón, se han dado
cuenta de que hay más mujeres que hombres y que por eso les conviene concentrarse en el
voto femenino, para no decir maternal. Los publicistas norteamericanos de la Alianza
calculan que, para la señora suburbana, De la Rúa sería el marido ideal es tan
plomizo que nunca jamás se le ocurriría tener una aventura, mientras que sus
rivales latinos apuestan a que, para la Madre, patrona emblemática de todo hogar
argentino bien constituido, Duhalde sería aún mejor: representa al hijo con problemas
que luego de una larga ausencia vuelve a casa donde la mamá puede reconfortarlo,
acompañarlo a misa y asegurarle que el mundo sí es tan injusto como dice, pero que al
final todo saldrá bien. |
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