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Por Martín Pérez Alto y desgarbado, con los brazos llenos de videos, libros y discos, Arnaldo Antunes se paseó el fin de semana por Buenos Aires. Como parte del segundo Festival Internacional de Buenos Aires, este artista singular, ex líder del grupo Titas, demostró ser mucho más que un saludable sobreviviente del rock de los ochenta en la década del noventa. En lo que fue su debut internacional como solista, sus tres shows en el Teatro Regio lo pusieron a la altura de un David Byrne brasileño. Interesado en ritmos diversos y con ganas de ir hasta las bases del idioma, Antunes es un ex Titas de la misma manera en que Byrne es un ex Talking Heads: se siente capaz de disfrutar de su educación musical previa al punto de encarnar la mejor evolución musical de los conceptos teóricos de su ex grupo. En los shows del Regio --que terminaron con el público bailando en los pasillos--, el heterogéneo Antunes apareció como más Titas que todos los otros Titas juntos, que actualmente siguen reunidos bajo ese nombre. Pero si musicalmente lo de Antunes --a pesar de todas sus búsquedas creativas-- sigue siendo clasificable, fue en lo poético que deslumbró durante su paso porteño. La charla/muestra/show de poesía que dio en el Centro Cultural Recoleta dejó a todos los presentes con la boca abierta, con ganas de más. Sus recitados rítmicos y sus poemas gráficos se mostraron aún más libres que su música, apareciendo como la verdadera fuerza creativa y original en la obra de este paulista que sigue buscando nuevos rumbos dentro de un camino iniciado, junto con otros músicos de su generación, en el Brasil musical de la década del ochenta. --Usted es un sobreviviente en los '90 de la generación del rock brasileño de los '80. ¿Cómo fue el acercamiento de esa generación al rock? --Como le sucedió a todas las generaciones posteriores al histórico enfrentamiento de los tradicionalistas contra el rock de las guitarras eléctricas de la época del Tropicalismo, mi generación creció escuchando a los Beatles, los Stones o Jimi Hendrix al mismo tiempo que a Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque y Milton Nascimento. Conforme iba creciendo, mi educación musical se profundizó, con Joao Gilberto o con artistas de la vieja guardia como Noel Rosa o Lupicino Rodriguez. Por lo que nunca hubo en mi formación una lucha entre el rock y la música brasileña. Siempre me interesaron más las intersecciones que las divisiones. Recuerdo haber declarado alguna vez, al salir de ver por primera vez un desfile de Carnaval en Río que teníamos que prestarle atención a una batería de Scola de Samba para saber lo que es el rock'n'roll. Y es algo que sigo pensando, porque siempre me pareció que la actitud está antes que todos los géneros musicales. --Hoy se habla en Brasil del rock de los '80 como si hubiera sido una generación embarcada en un mismo proyecto. ¿Está de acuerdo con la idea? --No creo que el rock del '80 pueda ser caracterizado como un movimiento de la misma manera en que lo fueron la Joven Guardia, el Tropicalismo o la Bossa Nova. Había muchas diferencias entre los grupos, no había una unidad de proyecto estético. Sí se puede hablar de un nuevo movimiento respecto de los medios, que se abrieron a las nuevas tendencias. A diferencia de la década del setenta, en la que el rock era algo marginal, en los '80 los medios se abrieron a ese lenguaje, lo que creó algo así como un boom del rock brasileño. Un boom, pero no un movimiento. --¿Qué diferenció a Titas del resto de los grupos que aparecieron en aquella época? --A diferencia de muchos grupos de aquella época, nosotros aprendimos a tocar nuestros instrumentos sobre el escenario. Ningún integrante del grupo era buen instrumentista, apenas si éramos compositores queriendo mostrar nuestro trabajo. Hicimos la banda para mostrar nuestras canciones, no porque nos gustase hacer covers, el camino habitual de todos los grupos. Además, aunque teníamos una influencia de actitud que venía del punk, nosotros siempre lo mezclamos con otra cosa. Nunca nos interesó ser rotulados de esa forma. Lo nuestro tenía más que ver con una adaptación de la estética de la televisión, del programa de auditorio, del lado kitsch de la cultura. Y mezclar eso con el punk y la new wave. La idea era aplicarle un cierto grado de novedad a las fórmulas conocidas buscando alterar la sensibilidad de las personas y expandir los límites, si no no valía la pena. Una búsqueda en la que continúo: mi utopía es realizar un contrabando entre lo que se acostumbra a llamar alta y baja cultura. Yo no creo que una cosa para ser popular deba ser mediocre. Soy optimista y prefiero creer todo lo contrario. --Los Titas llegaron a ser muy populares. ¿Considera que en su momento de mayor éxito alcanzaron esa utopía a la que se refiere? --Creo que sí. Porque antes de nosotros era imposible que un tema como "O Pulso", del disco O Blesq Blom, alcanzase un éxito en las radios de la manera en que lo alcanzó. Una canción rítmica y muy estricta estéticamente, que ni siquiera hoy en día sonaría en ninguna radio brasileña, en las que ha habido un retroceso notable respecto de la forma en que difundían la música de nuestra generación una década atrás. --O Blesq Blom es precisamente el disco que mejor explota la libertad y heterogeneidad musical manifiesta en el mejor momento del grupo... ¿La razón por la cual usted decide dejar Titas es porque no puede continuar por ese camino? --Yo me retiro de Titas después de Tudo ao mesmo tempo agora, el álbum siguiente, que es un disco que me gusta aunque es menos abierto a la diversidad y se mantiene dentro de una dimensión rockera y específica. O Blesq Blom, junto con sus predecesores Cabeca Dinossauro y Jesus Nao Tem Dentes No Pais Dos Banguelas, son discos que me gustan por su diversidad. En ellos incursionamos en el rock, funk, MPB e incluso la música oriental. Y para ampliar aún más ese grado de diversidad es que decidí salir del grupo. Para trabajar con un número de informaciones que no tenían cabida en el consenso grupal que decidía el rumbo de Titas. --Se puede percibir, de hecho, una continuación entre la diversidad y la riqueza de O Blesq Blom y la explosión de la forma en Nome, su primer disco solista... --Nunca lo había pensado así, pero puede ser (se ríe). Lo que sucedió con Nome es que quise hacer un proyecto que reuniera todos mis intereses. Tudo ao mesmo tempo agora (risas). Decidí juntar mis intereses poéticos con la música, y esos dos lenguajes se reunieron con un tercero, que es el de la animación computada. Algo que pude intentar recién cuando salí de Titas, y decidí llevarlo hasta el límite para marcar una gran diferencia con mi trabajo con el grupo. Como para dejar bien claro que no estaba dejando Titas para simplemente armar otra banda de rock. --¿Y cuál es el camino que lleva de la experimentación pop de Nome a la canción pop más tradicional que campea en O Som, su último trabajo solista? --No sabría explicarlo. Yo voy simplemente respondiendo a mis ansiedades creativas. Salvo por Nome, el resto de mis discos solistas responden al formato canción, pero siempre con ganas de expandir sus límites, buscando nuevos timbres, mezclando ritmos. Siempre he intentado hacerlo de la mejor forma posible y buscando un lenguaje propio dentro de esa diversidad, así que me es difícil hablar de un camino de un disco al otro. En Brasil lo que dicen de mi trabajo es que está quedando cada vez más pop, y me alegra que lo estén viendo así porque para mí Nome ya era un producto pop. --Si con los Titas fue parte del rock brasileño de los '80, su trabajo solista se desarrolló dentro de la escena de los '90... ¿Cómo definiría a esa nueva generación rockera de fin de siglo? --Recientemente han aparecido artículos en la prensa brasileña que miran los '80 con cierta melancolía, poniéndola por encima de esta década que está terminando. No estoy de acuerdo. Creo que en los '90 realmente hubo un movimiento muy interesante, cuyo logro principal es explicitar la combinación de ritmos brasileños que se da en el rock local más interesante de hoy, el que hacen bandas o solistas como Chico Science & Nacao Zumbi, Lenine, Planet Hemp, O Rappa o Mundo Livre. Hay una riqueza musical grande en esa dirección, un territorio híbrido de experimentación que se abre con cada artista que está desarrollando un lenguaje nuevo. Creo que es una marca muy grande de la música brasileña de los '90, en la que cada vez es más difícil separar al rock del samba o MPB. Lo encuentro muy saludable.
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