ALUMNOS DE ARQUITECTURA
TRABAJARAN EN LA CONSTRUCCION DE VIVIENDAS EN UNA VILLA
Nuevas casas de la mano de los estudiantes

Como parte de sus estudios, alumnos de la UBA darán asistencia técnica en las obras que se realizan en una zona carenciada.

El arquitecto Rodolfo Mezzano; Guillermo Villar, de la Villa 21; y una obra en marcha. “Las villas son como islas dentro de la ciudad. Hay que integrarlas en la trama urbana.”

”La marginalidad y la pobreza no se eliminan con topadoras, como hacía la dictadura”, dice Guillermo Villar, habitante de la Villa 21/24, desde el barrio de Barracas. Detrás de sí se extiende un tumulto de casillas, donde viven 23 mil personas. “Allá, tenemos las casas encimadas –señala–. Ahora estamos empezando a construir casas y a abrir calles. Es una gotita de agua, una semilla. No se trata de erradicar la villa, sino de integrarla a la comunidad”, dice. A ese objetivo, se abocarán, desde este fin de semana, un grupo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UBA. Brindarán asesoría y asistencia técnica a los habitantes, a través de un convenio con el gobierno porteño. “Además de hacer una práctica de obra, el acercamiento a las comunidades que viven en la ciudad les va a servir a los estudiantes para pensar una arquitectura para todos”, asegura el arquitecto Rodolfo Mezzano, titular de la cátedra Práctica y Organización de Obra, que comandará la tarea.
Parada al borde de la calle de tierra, Marijó contempla su casa nueva. Fue levantada a escasos 200 metros de la avenida Osvaldo Cruz. Tiene una bolsa de pan, repleta. “Me cambió la vida. Ahora estoy tranquila cuando mi hija vuelve de trabajar a la noche. Pude salir”, dice espiando la villa, donde, detrás del gran baldío, el trazado de la calle se pierde entre casitas de chapa. A su lado, el arquitecto Mezzano sugiere los últimos retoques para la casa. “Pidió los ladrillos sapo”, bromean unas vecinas, que todavía “no pudieron salir”. Esperan turno en el programa de construcción de viviendas de la Secretaría de Promoción Social local, que desde el sábado contará con el aporte de los estudiantes para levantar 30 casas nuevas y terminarán otras 43. Pasado mañana, se firmará un acuerdo que les permitirá, a los futuros arquitectos, colaborar con la continuación de las obras e iniciar otras nuevas. “Este convenio sirve tanto a nuestros objetivos académicos como a los pedagógicos: unir la teoría con la práctica”, afirma Martín Marcos, secretario de Extensión de la UBA.
“Aquí construiremos la casa de Páez. Tenemos trabajo para todo el verano”, dice Mezzano, mirando un terreno todavía repleto de escombros. La materia Práctica y Organización de Obra, que él dicta en la facultad, si bien es electiva tiene un record de estudiantes inscriptos: 400 por cuatrimestre. Desde el ‘96 y por iniciativa de un alumno, ellos hacen tareas prácticas in situ (ver aparte). “Nuestro objetivo es analizar el proceso de construcción. Venir a hacer trabajo de campo en zonas carenciadas sirve como formación teórica y social. Los estudiantes conocen otros códigos y se incorporan a la comunidad”, comenta el profesor. Por el convenio, además de viviendas, se hará un sector de plazas y un gimnasio.
En los casos de las construcciones ya iniciadas, los estudiantes universitarios propondrán cómo continuar las obras. Si no, se planificará desde el principio. “Los alumnos ayudarán a coordinar el trabajo de los propios habitantes. Es una tarea de autoconstrucción asistida, en conjunto con la gente. En el barrio hay mucha alegría y expectativa”, comenta Mezzano, que visitará periódicamente el lugar para supervisar el trabajo.
Mientras, los habitantes de la villa transitan entre vigas y hierros. La mayoría son desocupados y, por levantar sus propias viviendas, recibirán un sueldo del gobierno porteño. “Con el material que nos dan estamos logrando un valor que en el mercado es muy bajo: 320 pesos el metro cuadrado”, dice, orgulloso, Villar, que es el secretario de la Mutual del Ceibo, propietaria de los terrenos.
“Las villas son como islas dentro de la ciudad. La primera acción es integrarlas dentro de la trama urbana, continuando el trazado de calles, y dotándolas de equipamiento y mobiliario para recuperar su calidad de vida”, analiza Berardo Dujovne, el decano de la Facultad de Arquitectura. “Cuando levantemos las casas para trazar las calles, mucha gente va a venir para adelante. Los otros que se muden dejarán su lugar a los queestán peor”, dice Villar. En un aparte, Mezzano subraya: “Sin gente como Villar, coordinando la villa, este trabajo sería imposible”.
Mientras los obreros trabajan, a sus espaldas el horizonte de casitas sigue esperando turno. Un capataz sale al encuentro de Mezzano. “¿Y? ¿Cuándo se viene con los pibes?”, dice. “El sábado estamos acá.” 

PRINCIPIO DE ACUERDO POR LOS COLEGIOS NACIONALES
“Injusta segregación de los docentes”

Después de numerosas huelgas y protestas, el Ministerio de Educación y las provincias decidieron atender el reclamo de los docentes de los colegios dependientes de las universidades nacionales, quienes hasta ahora están excluidos del aumento salarial derivado del controvertido impuesto a los automotores. “Es indignante que tengamos que ver a los mejores colegios de la Argentina parados por una interpretación discriminatoria de la ley”, disparó Oscar Shuberoff, con la mira puesta en el ministerio y el Consejo Federal de Educación.
El rector de la UBA –en representación de las 37 universidades públicas– reclamó ayer en el consejo una solución para “esta injusta segregación”. La mayoría de las autoridades oficiales (excepto las cordobesas) reconocieron la justicia del pedido y, según detalló el secretario de Políticas Universitarias, Aníbal Jozami, la comisión de aplicación del Fondo de Incentivo Docente estudiará cómo pagar el incremento.
Tal como informó Página/12 a principios de mes, más de 12 mil docentes de los 52 colegios preuniversitarios del país quedaron afuera del aumento que cobraron los demás maestros: cerca de 360 pesos por el primer semestre del año. “Fueron excluidos de forma inconstitucional por una deficiente redacción de la ley y por una interpretación inadecuada del consejo federal y del Ministerio de Educación en la distribución de los recursos”, detalló Shuberoff, en diálogo con este diario.
“Si cumplen con lo prometido, vamos a haber logrado una victoria y estaremos conformes”, comentó Julio Bulacio, un docente de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini (UBA). “Pero, para conseguir algo que era justo, hizo falta que hiciéramos huelga”, agregó. De hecho, las asociaciones docentes de los colegios de la UBA –el Pellegrini y el Colegio Nacional de Buenos Aires– habían resuelto hacer un nuevo paro y una marcha. Pero ayer llegaron a un principio de acuerdo con el Rectorado, suspendieron las medidas, pero se mantienen en estado de alerta. La UBA pagaría cerca de 100 pesos a cada empleado como adelanto y, desde el lunes próximo, se abriría una paritaria para discutir cómo cerrar el trato. El reclamo de los excluidos se fundaba en un decreto que estipula que los docentes empleados por las universidades nacionales no pueden cobrar menos que los dependientes de provincias y municipios. 

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