UNO Presente, pasado y
futuro. Todo junto. ¿Qué se puede hacer cuando eso ocurre? Poco y nada. Dejarse ir y a
ver qué pasa. Mirar. Súbitos avistamientos. Mirar para arriba, por ejemplo, para
imaginarse a esa nave terrestre llamada Mars Climate Orbiter desaparecer para siempre
sobre la superficie de Marte. Un grave error de navegación, dicen los especialistas
mirando para cualquier otro lado. No está resultando fácil la conquista de Marte. Un
fracaso detrás de otro y suele ocurrir los habitués de Expedientes X que no
dejan de pensar en conjura extraterrestre con enlace terráqueo. Una cosa está clara: el
futuro eso que va a acabarse el 31 de diciembre de 1999 para instalarse
definitivamente en las playas del presente no está resultando ser lo que prometían
ciertas novelas de ciencia-ficción.
dos. Dos películas tontas. ¿Cada vez hay más películas tontas o siempre las hubo? Una
de ellas se llama Crueles intenciones y reclama para sí la originalidad de
aggiornar un clásico para convertirlo en algo comprensible en algo inmediato e
inequívocamente presente para los jóvenes de hoy y los hombres del mañana. Ya
pasó con William Shakespeare y Jane Austen traducidos a trash-food. Crueles intenciones
es la modernización bulímica, cocainómana y neoyorquina de aquella despiadada novela
epistolar de 1782 firmada por Pierre-Ambroise-François Choderlos de Laclos titulada Las
relaciones peligrosas. Final cambiado para que la mala pierda, el malo se redima pero la
buena gane con un cierre curiosamente moralista y anticuado donde el bestial espíritu
Easton Ellis se vuelve algo paradójicamente dócil y más digno de esas películas de
Walt Disney. Otros clásicos y American Pie una de las estúpidas campeonas del
estúpido verano norteamericano perpetúa la reformulación de los clásicos como
pantalla para disimular la falta de ideas. El problema es que aquí el clásico en
cuestión es otra película (una película antigua) llamada Porkys. En las dos
películas, la misma historia de siempre: la virginidad y cómo perderla y encontrarla.
tres. El fin de los tiempos equivale al mismo tiempo. Noche de viernes, festividades de la
Mercé en Barcelona y por un lado Serrat en la Plaza Catalunya satisfecho de regalar y de
que le regalen la cómoda gloria de la leyenda bien establecida, la bendición de lo
atemporal. Por otro lado, también, Goran Bregovic el músicalizador de ese clásico
atemporal de Emir Kusturica llamado Underground y sus Banda de Bodas y Funerales
haciendo temblar el empedrado de las calles con ese broncíneo entusiasmo entre marcial y
orgiástico que puede, a veces, puede alcanzar el estruendo. Pasar de Serrat a Bregovic
caminando por calles góticas y estrechas sin saber en qué época uno se encuentra y
preguntándose si desplazarse por los canales de Marte no sería un poco así. Arriba, en
ese sitio que por comodidad llamamos cielo, estallan los fuegos artificiales y aquí, en
ese sitio que por comodidad llamamos tierra, el arzobispo de Barcelona critica el poster
de diseño arábigo del cartel de las fiestas de raíces inequívocamente
cristianas de la Mercé.
cuatro. Y otra vez Juan Pablo II, uno de mis personajes favoritos súbitamente convertido
en cartógrafo de las regiones invisibles. Creo que es el pontífice más funky que
ha existido, dijo Bono días atrás. Ahora, el Papa hace patente su preocupación
por el descontrol informativo, por lainformación como materia tóxica en manos de
irresponsables. A Philip K. Dick le hubiera gustado la idea: personas derrumbándose en
las avenidas, espuma blanca en la boca y los ojos en negro. Epilepsia informática
mientras se pone a punto el lanzamiento de un canal televisivo y religioso de cobertura
europea. La Fe mueve montañas y escala ratings. Las cámaras de televisión, mientras
tanto, en todas partes. Hasta en los aeropuertos. Ahí estoy, espero a alguien y, de
improviso, me descubro rodeado por personas al hombro de cámaras que esperan a alguien.
Las puertas se abren, las luces se encienden, los micrófonos se lanzan hacia adelante
como dardos y el tipo sale con cara de pocos amigos y renqueando. Me suena conocido pero,
no no puede ser y, sí, es cuando alguien le grita ¡Diego! Es Maradona pero
no el Maradona que yo recuerdo de apenas unos meses atrás. Es un Maradona gordo y ajeno.
Tal vez sea un Maradona enviado desde el futuro, un Maradona Terminator. Lo miro sin
créermelo y pienso en el Maradona del pasado: ese que se ve en televisión de vez en
cuando, el Maradona en blanco y negro que asegura que su sueño sería jugar en la
Selección. No puede ser este Maradona y descubro que se me perdió el Maradona
intermedio, el que yo pensaba como Maradona Presente. Miro fijo al Maradona Futuro que se
aleja perseguido por los traficantes de información. Busco la fecha y la hora en los
relojes del aeropuerto. Necesito la fecha y la hora pero ninguno de los relojes funciona.
El tiempo está roto, pienso.
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