Por Laura Vales José Manuel Pico atravesó el
primer día del juicio oral público por presunto enriquecimiento ilícito con una
respuesta repetida dieciséis veces. El dinero salió de mi trabajo, señor
fiscal, reiteró una y otra vez para justificar el origen de sus bienes. Pero no de
todos. El ex presidente del Concejo Deliberante porteño, acusado de haber aumentado su
patrimonio en dos millones y medio de dólares durante sus años de funcionario público,
argumentó que tiene mucho menos de lo que se le achaca. En concreto, sólo reconoció
trece de las veinticinco propiedades que se le atribuyen y dio a entender que se trata de
pequeños departamentos sin demasiado valor. Además, reclamó que no se consideren en el
proceso sus millonarias inversiones en créditos hipotecarios.
Pico sabe que le será difícil explicar cómo hizo para amasar su fortuna. En 1983,
cuando se convirtió en concejal, no tenía bienes a su nombre. Al ritmo de su ascendente
carrera política en el PJ de la Capital se hizo dueño de un fastuoso chalet en el barrio
de Devoto, un dúplex en Pinamar y un campo de 370 hectáreas. La fiscalía de José
María Campagnoli siguió su rastro en la compra de veintidós departamentos y siete
vehículos. Y reunió documentación sobre la participación de Pico y su actual
mujer, Karina Uroda en operaciones financieras por más de un millón de dólares.
Ayer el ex edil, que está preso hace veinticinco meses en la cárcel de Devoto, enfrentó
la jornada con una expresión inconmovible. Había llorado mientras esperaba para ingresar
a una sala de audiencias con más periodistas que público y una sola cara conocida: la de
la diputada nacional Loli Domínguez.
¡Fuerza, Pico! le gritó la funcionaria apenas lo vio asomarse para avanzar
en medio de una marea de cámaras hacia el estrado.
Después, logró abrirse camino y llegó hasta él para abrazarlo. Pero la lectura del
requerimiento de elevación a juicio pareció superarla. Pasar revista al listado de los
bienes de Pico llevó más de 60 minutos; a la media hora, cuando el secretario del
Tribunal seguía enumerando departamentos, parte del público comenzó a salir de la sala
para despejarse o fumar un cigarrillo. Loly Domínguez hizo lo propio y comentó con
estupor:
Qué pelotudo... ¿cómo pudo poner todo eso a su nombre...?
Todos la miraron en silencio.
Lo dejaron solo se la escuchó decir más tarde; hay mucha gente que
comió de su mano y ahora se borró.
Los jueces Eduardo Luis Duhalde, Juan Carlos Cardinali y María Cristina Deluca Giacovini
también deberán decidir sobre la situación de Karina Uroda, acusada de haber actuado
como personera y testaferro de Pico. Los dos son defendidos por el abogado Mariano Cúneo
Libarona, quien ayer pidió la nulidad de buena parte de las pruebas contra ambos. El
argumento es que, mientras el expediente estuvo en primera instancia, al ex concejal no le
pidieron que justifique una serie de bienes que sí se consideran en el juicio oral. El
fiscal Mario Montoya rechazó de plano la cuestión; el tribunal decidirá el punto en el
momento de dictar sentencia.
Por eso ayer, al ser interrogado, Pico se negó a declarar sobre las pruebas cuestionadas.
Vestido con un jean gastado, una camisa a cuadros y saco oscuro, intentó demostrar que su
vida había sido sumamente austera. Trabajo desde los 18 años le dijo al
tribunal; a esa edad ya tuve mi coche y a los 21 compré mi primer casa. Nunca fui a
Punta del Este, ni tuve dos o tres sirvientas. Mi padre me dejó cosas y mi ambición fue
dejarle más a mis hijos.
Después admitió que su ingreso al Concejo Deliberante mejoró
sustancialmente sus ingresos, pero aclaró que su economía no tuvo una sola mancha
de ilegalidad. Con la intención de apuntalar sus palabras, explicó al tribunal que en el
año 97 ganaba más de 9.000 dólares: tenía un sueldo como concejal, cobraba una
jubilación de privilegio como exconcejal, recibía otro salario como secretario general
del gremio de los fideeros y el alquiler de sus departamentos le dejaba sus buenos pesos.
¿Dónde guardaba ese dinero? le preguntó el fiscal
En la caja fuerte del gremio fue la respuesta
De allí, dijo Pico, retiraba los billetes para cada una de las inversiones que lo
comprometen. Nada de bancos ni inversiones en la Bolsa. Muchísimo menos de fondos
provenientes de los negociados que se le atribuyen en la investigación que lo llevó a la
cárcel. En esa causa judicial, Pico está procesado como jefe de una asociación ilícita
que cometió una gigantesca estafa inmobiliaria. Se lo señala por haber facilitado, desde
sus cargos públicos, la construcción irregular de edificios que fueron vendidos a 534
familias. Muchas de ellas nunca los recibieron. Por el caso, tres cómplices del ex edil
ya fueron condenados por la Justicia.
En el cajón de la ropa Karina Uroda intentaba demostrar que parte del patrimonio que se atribuye a
José Manuel Pico provino de sus propios ahorros.
Trabajo desde que estaba en la escuela secundaria, y como mis padres me mantenían
ahorré todo lo que ganaba dijo la mujer.
¿A qué edad comenzó a trabajar? le preguntaron.
Desde los 15 años, en varios lugares a la vez. En una librería, vendiendo ropa y
cosméticos y preparando chicos de la escuela primaria. ¿Cuánto ahorró de esa
manera?
Unos 70 mil dólares contestó Uroda con cara de poker. Después me
casé; con mi primer marido también ahorramos. Cuando me separé me quedaron otros 20
mil.
¿Dónde guardaba ese dinero?
Nunca lo puse en ningún banco; compraba dólares y los guardaba. De soltera, se los
daba a mi mamá y mi papá. Después los llevé a mi casa. Los metía en el cajón de la
ropa.
Sueldo y jubilación
Cuando detalló los ingresos que percibía en 1997, Pico
mencionó al pasar los dos mil pesos de mi jubilación. El fiscal le pidió
que aclarara el tema, ya que en ese momento el acusado también era presidente del Concejo
Deliberante porteño.
Fui concejal desde el 83 al 91 explicó Pico; en ese
momento, como tenía la edad para jubilarme, hice el trámite. Después trabajé ad
honorem en la Municipalidad para poder cobrar esa jubilación.
Pero en el 97 la cobraba...
En 1993 volví a ser elegido concejal aclaró Pico; y como la ley la
cambió y ya no fue incompatible recibir el sueldo y a la vez los haberes jubilatorios,
reclamé ese dinero. Hubo tiempos en que recibí las dos cosas.
¿Recuerda a partir de qué fecha?
En el 97 seguro; en el 96 también, y lo mismo en el 95.
Convidado de piedra
El juicio por enriquecimiento ilícito contra Pico es el
primero de los cuatro procesos orales y públicos que deberá enfrentar. Está procesado
también en la causa que investiga la contratación de ñoquis en el viejo Concejo
Deliberante. También por haberse fugado con un documento falso. Pero el expediente que
más lo complica es el de la megaestafa inmobiliaria de la constructora San Sebastián, en
el que es considerado jefe de una asociación ilícita.
Estoy preso hace 25 meses y no debería haber pasado un solo día en la
cárcel, dijo ayer. Sé que mi detención no tiene que ver con el
enriquecimiento ilícito sino con otra causa, por un tema en el que fui un convidado de
piedra.
La frase sonó a un sutil mensaje hacia quienes movieron con él los hilos del poder
dentro del Concejo Deliberante, y aprobaron excepciones inmobiliarias. Pero lo cierto es
que, desde el mismo agosto del 97, cuando Pico regresó al país con el pelo teñido
luego de permanecer prófugo durante 48 días, juró que no iba a delatar a nadie.
Lo prometió a través de su primer abogado, Roberto Rivas. Lo volvió a decir a través
de Mariano Cúneo Libarona. Y en los dos años largos que lleva en la cárcel de Devoto,
se negó a dar cualquier tipo de entrevista. |
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