Por Inés Tenewicki
Una puesta
atractiva, que reproduce la atmósfera mágica de la literatura de Antoine de Saint
Exupéry, sirve de adecuado entorno a El príncipe y la rosa, una versión libre de El
Principito, en el sentido que sigue sólo uno de los ejes temáticos de la célebre obra
del escritor y aviador francés editada por primera vez en 1943. Como si fuera una
historia de amor interespacial, lo que narra es casi exclusivamente la difícil relación
entre el pequeño príncipe y su rosa. En este sentido, más que libre, la
versión de Héctor Presa una coproducción con el Teatro San Martín parece
ser una versión reducida de la famosa novela, que no profundiza la dimensión filosófica
fundamental que hace de El Principito una obra densamente polémica. Esa descripción del
niño como un ser espiritual, inocente y no contaminado; el contraste de la pureza del
universo infantil con un mundo adulto materialista, despojado de sentimientos y cuya
lógica cae permanentemente en el sinsentido, es la cosmovisión esencial de la novela.
Con la que muchos, desde una óptica menos inmaculada de la infancia, no están de
acuerdo.El episodio amoroso con la rosa sólo puede interpretarse en ese contexto; por
eso por momentos el ritmo de esta obra de títeres y actores decae, y ciertas escenas no
son del todo comprendidas. Porque el espectáculo de Presa quien ya dirigió más de
50 obras desde 1978 sólo toca al pasar esas disquisiciones existenciales y omite
muchos de los pasajes claves de la novela. Toma sólo una de sus cadenas narrativas: la
del amor, que el personaje vive principalmente como un conflicto con su rosa. En ese
romance perturbador, el niño príncipe aparece angustiado por no saber cómo manejar los
caprichosos vericuetos de su enamorada. En busca de la llave que le abra la puerta del
conocimiento, el Principito emigra de su asteroide azul y viaja por distintos planetas a
bordo de unos pajarracos del espacio. Cada planeta, en la obra que tuvo en nuestro país
casi 140 ediciones, representaba una tipología humana.
En la versión de La Galera Encantada, en cambio, esto es así muy
parcialmente: los personajes visitados durante ese periplo galáctico son sólo dos y
aportan poco al desarrollo narrativo de El príncipe y la rosa. Pero resultan funcionales
como nexo entre los distintos cuadros del espectáculo y refuerzan la sensación de
soledad del Principito, al funcionar como ejemplos de todos aquellos seres que lo rodean
en el Universo y que no pueden ayudarlo a resolver sus problemas de amor. Ni la Reina, que
sólo quiere mandar y que sus órdenes sean cumplidas; ni el matemático que cuenta
estrellas, quien vive mirando al cielo para contabilizar sus posesiones, le dan una
respuesta que lo satisfaga. Recién al bajar a la tierra y conocer al zorro, consigue una
pista: la clave para desentrañar el misterio del amor es la domesticación,
en el sentido del conocimiento, del cuidado y de la mutua necesidad. Entonces decide
volver a su casa para hacerse cargo de la rosa, de la que, por añadidura, ya sabe que es
frágil y efímera. Esto es básicamente lo que acontece en esta versión del grupo La
Galera Encantada. Quienes hayan leído la novela echarán de menos aquella atmósfera de
extrañamiento en que el niño protagonista confrontaba su mirada con la del mundo adulto
y se producía una inevitable incomunicación. Aquel tema central de Saint Exupéry, el
cuestionamiento a la lógica adulta y la reivindicación del niño como depositario
absoluto de la inocencia, de la pureza y de lo sagrado, no es lo central en esta obra de
teatro. Quienes entren por primera vez en contacto con las aventuras de este habitante
cósmico apreciarán en la obra de Presa la reconstrucción desde la puesta del mundo
mágico que pintó Saint Exupéry. Pero también quedarán en ascuas sobre algunas escenas
que no tienen suficiente explicación. ¿Por qué el Principito se va de su planeta? ¿Por
qué la presencia de la víbora que está a punto de morderlo? ¿Qué relación tiene con
el aviador? Aparece en cambio muy bien resuelta la narración en distintos planos con el
recurso de los títeres de diferentes tamaños. Mientras los actores y el títere en
tamaño humano representan lo que va sucediendo en el escenario, sus evocaciones son
actuadas por títeres pequeños en un retablo atrás de la escena, lo cual produce un
efecto poético destacable.
Una escenografía armada con telones llenos de estrellas, un avioncito de juguete hecho
en madera que representa el avión accidentado de Exupéry, buenas actuaciones, bellos
títeres y una manipulación adecuada son otros aciertos de la prolija realización de
esta obra de La Galera Encantada, que, sin embargo, no consigue una lograda
cristalización de su personaje principal. Es que el Principito de Presa, a pesar de sus
intentos de humor como forma de acercarse a la imagen de un niño normal, no puede zafarse
de la imagen sacralizada que dibujó Saint Exupéry, perdido, quizás alucinado, en medio
de los médanos regulares del desierto africano.
Siete espectáculos
gratuitos
Estos son algunos espectáculos gratuitos del
Programa Creciendo con la Cultura, de la Secretaría de Cultura de la Nación.u Pulgarcita
me contó, espectáculo de títeres, hoy y el sábado próximo a las 16. En el Museo del
Títere Mane Bernardo/Sarah Bianchi, Piedras 905.u El molinete, espectáculo de títeres a
cargo de Carlos Martínez, el sábado 9 y domingo 10 a las 16. En el Museo Casa de
Yrurtia, OHiggins 2390.u Retablos viajeros, títeres, hoy y mañana a las 16. En el
Museo Casa de Yrurtia, OHiggins 2390.u Bolsillos, un circo, obra con clowns, mañana
a las 16. En el Museo del Títere Mane Bernardo/Sarah Bianchi, Piedras 905.u Muñeca en
Biblioteca, obra de títeres, mañana a las 17. En el Museo Histórico Sarmiento,
Juramento 2180.u 5 Encantando, grupo de música para chicos, el domingo 10 a las 17. En el
Museo Histórico Sarmiento, Juramento 2180.u Juana de la Valija, narración oral de
cuentos a cargo de la narradora Juana La Rosa, el domingo 10 a las 10. En el Museo del
Títere, Piedras 905. |
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